Es más que evidente, que la prioridad en estos momentos se encuentra en atajar los efectos sanitarios de la pandemia, en frenar el chorreo infame, de ese grifo abierto que sólo escupe muerte, en eliminar o, cuanto menos, limitar los contagios al mínimo, que garantice una asistencia sanitaria no sobrepasada y operando en los límites del agotamiento y la desesperación de su componente humano y de sus medios materiales.
Pero tras alcanzar ese objetivo, que no va a ser empeño ni fácil ni liviano, debemos plantearnos seriamente el después. Un después que, tras el frenazo dado a la economía, nos plantea retos tan complejos y abrumadores como lo está siendo la crisis sanitaria.
Porque la economía y las empresas no funcionan como un vehículo al que frenas en seco y vuelves a poner en marcha y consigues que en diez o doce segundos vuelva a estar a velocidad de crucero, por desgracia su funcionamiento es mucho más complejo e interrelacionado operando en el binomio producción y consumo, al que hay que añadir, entre otros, los medios financieros como motor de arranque.
Algunos datos de Castilla-La Mancha nos pueden servir de ilustración. La población activa en el tercer trimestre de 2019 rondaba los 980.000 habitantes, con una tasa de paro del 16.55% lo que representaba un total de 163.5500 desempleados. En el momento actual a dicha tasa hay que añadirle los cerca de 80.000 nuevos desempleados que representan un 8,16% a sumar, lo que significa un total de casi el 25% de desempleados, es decir prácticamente una cuarta parte de nuestra población activa.
Pero ni siquiera esto, siendo en sí mismo dramático, resulta lo peor. Este nuevo desempleo proviene de los 18.176 ERTES presentados y aprobados en Castilla-La Mancha, constándome que habrá un porcentaje de no aprobados, muchos de los cuales pueden terminar en cierres y de un importante número de autónomos cuya actividad está paralizada.
Presento estos datos, no como un ejercicio para el pesimismo, sino como un elemento que debiera servir a nuestros gobernantes trabajar más allá de lo inmediato, del aplauso y de la captación de votos, para la reflexión y el análisis y para pensar seriamente en planes y acciones que impidan que el círculo vicioso se apodere de la situación y obligue a un altísimo porcentaje de nuestros ciudadanos a malvivir subvencionados durante `Dios sabe cuánto tiempo´.
Ese círculo vicioso o virtuoso según sean las circunstancias lo conforman la producción y el consumo, ambas tan íntimamente relacionadas, que difícilmente pueden existir la una sin la otra, y nos encontramos en este momento en que ambas se pueden ver afectadas negativamente, lo que hace aún más compleja la situación.
Lo es, evidentemente porque el consumo, ya seriamente dañado por efecto del confinamiento, que prácticamente se reduce a los bienes de primera necesidad, se verá también afectado por una producción de bienes y servicios que, según sectores, deberá ir recuperándose de un período de inactividad inusualmente largo. A esto hemos de añadirle que la recuperación del consumo tampoco va a resultar explosiva, dado que la propia recuperación del empleo no lo va a ser, sobre todo si tenemos en cuenta que buena parte de la actividad económica depende del turismo y este va a tardar en recuperarse por los mismos dos motivos antedichos.
A lo anterior habrá que sumar, algo verdaderamente lamentable, como lo es el hecho de que muchas pequeñas empresas no se recuperen del parón y muchos autónomos sin empleados a su cargo tampoco puedan recuperarse, muchos de ellos, al menos en un plazo corto lo que afectará muy negativamente al consumo y de rebote a la producción, todo ello sin que pueda evaluar los efectos que el efecto mundial de la pandemia pueda tener sobre nuestras exportaciones.
El dato que algunos organismos han avanzado de que nuestro PIB puede caer en el entorno del 8% me parece, lamentablemente muy realista, con el agravante de que esta situación de confinamiento pueda tener que repetirse añadiendo nuevos efectos a los ya señalados.
Esta cavilación no pretende ser un pájaro de mal agüero, sino un elemento para el análisis y la asunción de que, o somos capaces de hacer frente a los retos que se nos avecinan con solidaridad o todos saldremos malparados de la misma.
Solidaridad interpersonal para entender que los más afectados y perjudicados por la crisis tienen que ser ayudados, con todo el control que resulte necesario para evitar que los `listillos de turno´ hagan el agosto a costa de esta solidaridad, pero tiene que haberla.
Comprensión del empresariado, de que, sin consumidores solventes, su futuro está tan comprometido, como el de los empleados y sus familias.
Comprensión entre los países que resulten menos dañados y los más afectados porque de no ser así los equilibrios internacionales saltarán por los aires y terminaran afectando negativamente a todos.
Estoy convencida de que, por desgracia, el egoísmo humano, suficientemente demostrado, hará que muchos intenten pescar en río revuelto, pero estos listillos tienen que saber que las soluciones o son globales o no habrá tales soluciones.
Y, por último, el gobierno, nuestros gobiernos porque finalmente tenemos 17 y todos los que van descendiendo hasta llegar al nivel local, deben tener presente que sí, sean del color que sean, pretenden jugar en corto y hacer de la demagogia un valor, en lugar de exigirse y exigirnos a todos una cuota razonable de esfuerzo, sin que tengan que apechugar, como es la costumbre los más débiles, o pretendan creer que una sociedad mínimamente estructurada puede vivir de la subvención, se equivocan de pleno y difícilmente, por no decir que será imposible salir de esta vorágine.
Un pensamiento final, me encantó la metáfora que Pablo Motos citó en su programa sobre los peces blancos y su capacidad para unirse de forma instintiva contra sus depredadores. Me pareció preciosa e inspiradora, pero soy consciente de que ese impulso instintivo que tienen los peces blancos para unirse y dar forma a su banco para alejar a sus depredadores no existe en el ser humano, por tanto, si verdaderamente queremos salir bien parados de esta situación, no nos quedará más remedio que hacer eso mismo pero como un ejercicio de voluntad consciente, haciendo retroceder a nuestras pequeñas miserias para ser capaces de funcionar unidos, de tal forma que quien no lo haga sea pasto del depredador.