Espacios en blanco que transmiten sosiego a la composición para encarnar y alentar a la tranquilidad mental y sentimental e invitan al espectador a completar la obra en su mente. Que no permite corregir o unir las líneas sobre la marcha, lo que obliga a acabar estas y el resto de elementos del dibujo de un solo trazo una vez que el pincel se ha posado sobre el papel. Son dos de los rasgos identitarios de la pintura tradicional coreana, un arte milenario que se remonta a los siglos III-IV de nuestra era y que, por su interpretación y simbología de los materiales, era considerado toda una ceremonia.
La artista madrileña Carmen Paredes se inició hace cinco años en esta disciplina artística en el Centro Cultural Coreano de la capital de España y el resultado es ‘Mirada a Oriente’, la muestra que hasta el próximo 30 de marzo se puede ver en la Sala de Exposiciones del Centro Cultural de Valdeluz.
Amante del yoga, la filosofía, estética y música orientales, Carmen Paredes encaja como anillo al dedo en este estilo de vida, con el que mantiene una relación “que viene de largo”. Acuarelista de vocación, ha encontrado cierta complicidad y semejanza con la pintura coreana. Porque al igual que sucede con la tinta china, los pigmentos naturales han de disolverse en agua. Claro que si hay un ingrediente que define a este estilo pictórico es el papel de arroz, que hoy igual que ayer se elabora de forma artesanal a partir de la pulpa de un árbol. Un material muy versátil con un tacto y grosor que permiten un interesante mosaico de texturas, apropiado para las pinceladas muy acuosas y poco aglutinadas de la pintura coreana, cuya poética reside en el trazo artístico de la línea y la belleza del espacio vacío.
Pero el papel de arroz no es el único. La pintura tradicional coreana está íntimamente ligada a otros tres elementos. Fabricada con compuestos cien por cien naturales que hay que mezclar y convertir en un bloque sólido, la tinta es inalterable al paso del tiempo. Antes de su empleo debe ser ‘limada’ sobre un recipiente rocoso con ayuda de un poco de agua. Este plato se denomina Byeru y las cantidades de agua y tinta que se empleen en ese ritual determinará la intensidad del color de la tinta. Con la que el artista podrá expresar la distancia/cercanía y la transparencia/opacidad de los objetos y elementos que aparezcan en la obra. Y por último el pincel, que está hecho con pelo natural de origen animal. El autor ya está listo para el Sagunya, concepto que remite al zen y se basa en la representación de los elementos de la naturaleza a los que recurre para exteriorizar sus sentimientos.
La metodología de este arte pictórico se basa en ‘los cuatro caballeros’, que representan a cuatro plantas o flores. El bambú simboliza la firmeza, rectitud y lealtad de los hombres jóvenes, el ciruelo y el crisantemo expresan la fuerza de voluntad y determinación, y la orquídea personifica la delicadeza y fragilidad. A partir de aquí se construye todo lo demás en un proceso de una tremenda complejidad. Que parte de cero y requiere aprehenderlo todo. “Para empezar, el pincel se coge de distinta forma porque la modalidad de trazo así lo requiere; se empuña en sentido vertical y se pinta en horizontal”, explica la artista madrileña afincada en Valdeluz. Puesto que la pincelada es única y ni puede ni debe corregirse, no existe el libre albedrío. De ahí que haya que tenerlo claro antes de empezar y, sobre todo, “conocer de antemano cómo y en qué dirección se cimbrean, por ejemplo, las hojas del bambú y la forma en que se disponen o el número de pétalos de la flor del ciruelo”.
De ahí que una de las virtudes imprescindibles para obtener una obra de pintura tradicional coreana en perfecta armonía con el espíritu sea la concentración. Con su creatividad, técnica sutil y sugerente gestualidad, Carmen Paredes consigue que sus cuadros de lotos, azaleas, peonias, lirios y paisajes se conviertan en vehículos de expresión, comprensión y meditación. Tras más de 20 años como redactora y editora en los Servicios Informativos de RTVE, le llegó la prejubilación y con ella la oportunidad de dedicarse a la pintura en sus múltiples facetas. En 2008 comenzó su formación en el arte de la acuarela para, a continuación, perfeccionar la técnica del pastel. Su obra está repartida por Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá y España. Desde 2014 acude al taller de pintura coreana con la maestra Soo Ae Oh con la que ha conseguido “escucharme como artista y lograr el equilibrio entre las energías del exterior e interior”.