El primer día del mes de julio de 2023 tiene un motivo concreto para pasar a los anales de la pequeña historia de Guadalajara: tras casi dos décadas de ser un estorbo en vertical, el andamio del edificio del «Maragato» ha pasado a mejor vida. Este sábado, desde casi primera hora de la mañana, lo único que quedaba en pie era el más ligero andamio auxiliar que se había montado para facilitar los trabajos y el deambular de los obreros implicados. El mamotreto de tubos que durante tantos años ha sido la imagen más característica de la Plaza Mayor ya no estaba allí.
Desde hacía varios días, los operarios encargados de la demolición de la fachada habían llegado al nivel de la planta baja, en lo que hace décadas fue esa tradicional pescadería que daba nombre popular a todo el inmueble. Ahora, desde este sábado, ya no hay andamio que la cubra, ni lona ni nada.
La demolición había comenzado justo antes de las elecciones municipales del 28M, como deseaba el anterior equipo municipal de gobierno y se había comprometido la empresa propietaria del solar.
En un futuro todavía indeterminado se quiere volver a levantar, para viviendas, según un proyecto que este diario ya ha dado a conocer.
A partir de ahí, mes y medio de ruido de cascotes y polvo en suspensión, ante la mirada sorprendida y el paso acelerado de los viandantes:
Como han podido ir conociendo los lectores de este diario, el cambio de criterio por parte de los técnicos del Ayuntamiento, avalado también por la Junta de Comunidades, fue que se tirase la misma fachada que se había protegido durante más de tres lustros. A cambio, la constructora se obliga a levantarla manteniendo el mismo aspecto que la original. Junto a ello, un compromiso menos visible pero técnicamente incluso más complicado que el anterior: preservar los sótanos con bóveda de ladrillo que existen en el subsuelo.
Precisamente, la existencia de las bodegas marcaba el ritmo y las condiciones de la demolición, junto con un plan de seguridad para los operarios y para el entorno, que tenía sus complicaciones.
El penúltimo cambio visible ocurrió el 3 de enero pasado, cuando los propietarios cubrieron los andamios con una lona ligera, de carácter publicitario. Eso se hizo poco después de que los nidos desaparecieran de las cornisas, una vez que los aviones que criaron allí durante el verano habían vuelto a África, donde pasan el invierno. Cuando hayan vuelto se habrán encontrado con que su lugar de nidificación en la Plaza Mayor ya no existía.
Cuando se colocaron las lonas publicitarias, la empresa propietaria aún no había presentado el preceptivo proyecto de ejecución ante el Ayuntamiento. A tal efecto, solicitó y le fue concedida una prórroga, que vencía a finales de enero. A partir de ahí, los técnicos han informado el expediente, un proceso de meses.
Del parón que supuso la crianza de los aviones ya informó en primicia este diario. De la retirada de las lonas que cubrían el andamio apenas unas horas del chupinazo de las Ferias, también.
Una inacabable peripecia
Algo de tiempo se habría ganado si, como informó LA CRÓNICA, hace ya años, se hubiera hecho caso a la petición de la sociedad promotora para retirar de una vez el andamio colocado en 2005.
Del viejo inmueble apenas queda nada, más allá de la fachada que todos los que han caminado alguna vez por el centro de Guadalajara en los últimos tres lustros han podido contemplar, como si fuera parte permanente del espíritu de la ciudad. Con un daño notable a la imagen de la ciudad y con un coste más que reseñable para sus propietarios originarios. Litigios aparte para un contencioso que acabó en Albacete, como se recuerda en esta misma información.
La propuesta de la empresa que se hizo con el solar del «Maragato» y el anexo conocido como de «Marelvi» para construir sobre él fue en la primavera de 2021 la demolición completa de los restos de la fachada, tras documentar con el máximo detalle sus características arquitectónicas. Esas mismas características que están veladas a la vista desde hace casi dos décadas por un entramado de tubos y, más recientemente pero con la misma persistencia, por las numerosas pintadas que jalonan todas sus plantas, hasta el tejado.
Para obtener el permiso de derribo y posterior reconstrucción, la petición llegó ya en su día a quien tiene la última palabra en estos asuntos, que es la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Dentro del planteamiento formalizado por escrito por la empresa promotora, a la reconstrucción fiel de la fachada se suma la rehabilitación de un sótano, del que LA CRÓNICA ha aportado un interesante reportaje en otra información. Su superficie no es mucha, ya que coincide en el subsuelo con el espacio que ocupa la escuadra de la fachada.
Años de litigios y esperas
En los más de tres lustros transcurridos desde que se derribó la casa original, la persistencia del solar ha corrido pareja al poco interés político por comprometer fechas ni pasos concretos. En alguna ocasión, como ocurrió en septiembre de 2020, el seguimiento informativo por parte de LA CRÓNICA sí que pareció servir para que, al menos circunstancialmente, se desatascara este parece que inacabable proceso.
Por entonces, y tras varios meses de parón, el expediente no había superado el primero de los trámites antes de encallar en el estudio arqueológico. Fue en enero de 2020 cuando la Junta de Gobierno Local del Ayuntamiento de Guadalajara puso en marcha el procedimiento para la construcción de viviendas en esos dos solares, unidos en el laberinto burocrático que ahora recordamos.
Un largo proceso judicial
El definitivo fallo judicial de 2019 ponía fin a un largo proceso que paralizó el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha en 2016, después de que los propietarios de los terrenos se negasen a aceptar el Programa de Actuación Edificativa (PAE).
Mediante esa fórmula urbanística, un tercero puede en teoría construir sobre el solar que lleve más de 24 meses sin ser edificado por la propiedad originaria.
La herramienta existe pero sólo ha sido planteada, con escaso éxito además, para muy contadas parcelas del más de un centenar que están en barbecho especulativo en la capital alcarreña.
Requisitos, y parón, de la Junta
La Junta de Gobierno del Ayuntamiento concedía en enero de 2020, insistamos, un plazo de tres meses al promotor para que, como agente urbanizador, presentara un estudio arqueológico que sería remitido a la Junta de Castilla-La Mancha. Así se hizo y de allí no volvió hasta un sonado reportaje de LA CRÓNICA, en los últimos días de ese veranoo, en plena pandemia.
Los buenos deseos de Pérez Borda
En aquel lejano mes de enero de 2020, el primer teniente de alcalde y responsable de Urbanismo, Rafael Pérez Borda, valoraba como «una gran noticia que el Ayuntamiento retome al fin el proceso que permitirá poner fin a la vergonzosa imagen del andamio en el corazón de la ciudad».
En este sentido, Pérez Borda afirmaba que el nuevo equipo de Gobierno colaboraría en todo lo que fuera posible para «agilizar» los trámites necesarios para que la construcción sobre este solar sea «lo antes posible».
El edil de Urbanismo recordó entonces que el Gobierno municipal consideraba, hace más de tres años, «urgente» la actuación en el casco para acabar con los solares e insistía en que utilizaría «todas las herramientas y figuras urbanísticas al alcance del Ayuntamiento y por supuesto la figura del PAE ahora que cuenta con el respaldo de la Justicia».
Con PAE o sin PAE, lo cierto es que aún no se ha movido un solo ladrillo allí. Ni para construir ni para derruir.