Parece que fue anteayer y así ocurrió. Van pasando los años y entre Heráclito y Nietzsche siempre nos quedará Ancelotti, que como filósofo del buen vivir tampoco es manco. Decía el griego aquello de que «todo fluye» y debe ser verdad, porque el italiano no podrá sumergirse en las mismas aguas madridistas que dejó, aunque haya vuelto a la Casa Blanca revestido casi con las mismas canas con las que se marchó.
Intentará recurrir nuestro filósofo transalpino al mito del eterno retorno nietzscheano, pero va a ser que no… porque incluso en Sigüenza las cosas ya no son como fueron. Donde antes había alcalde ahora hay alcaldesa y donde mandaron los curas, es ahora el «ir tirando» el que establece la agenda cotidiana.
Decíamos anteayer, en abril de 2014, en este mismo periódico, que «las virtudes balsámicas de Sigüenza para recuperar energías mediante el reposo y la buena comida son de sobra conocidas desde, por lo menos, los viajeros románticos». En el Sábado Santo de aquel año volvían a quedar acreditadas esas excelencias también para los seguidores madridistas y el público en general, al comprobar como Carlo Ancelotti paseaba tranquilamente por el mismísimo centro de la Ciudad Mitrada.
La vinculación de Ancelotti con Sigüenza era bien conocida por los lectores de LA CRÓNICA desde que este diario se las detallara en las semanas previas a su primera incorporación al club merengue.
Sigüenza y Ancelotti tienen en común a Mariann Barrena McClay, la esposa del entrenador del Real Madrid, sucesor de ZZ. Aunque no llegó a nacer en España, todas sus raíces familiares están aquí, como seguntina por parte de padre y santanderina por su madre.
Antonio Barrena, su padre, no se perdió entonces el acto de presentación de su famoso yerno y allí que estuvo, a sus 90 años y en un discreto segundo plano. Más conocido siempre fue por Sigüenza su hermano Pepe, tío de Mariann, que no solía faltar un solo verano a los rituales sociales propios de la Alameda. Donde hoy se aloja el Museo Diocesano, a escasos metros de la Catedral y de la Plaza Mayor, estuvo la sede social de la Banca Barrena, negocio familiar antes de que sus miembros paulatinamente fueran buscando otros rumbos.
Sigüenza siempre estuvo aquí. Ancelotti, a veces. Si quiere tranquilidad y comer bien, ya sabe dónde buscarlo. En eso nada ha cambiado, con alcalde o alcaldesa, en esta ciudad que aún espera saber qué hacer con su Seminario, vacío y arruinado. Dios proveerá… si está de dios que lo haga.
Bendecidos están los seguntinos por la belleza de la ciudad aunque el obispo, este también, duerma en la capital.
Lo del Real Madrid parece que necesitará muchas más oraciones y alguna que otra ofrenda, en forma de fichajes.