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21 noviembre 2024
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EL PASEANTE / Todo está en un sorbo de cerveza

En el Cámbrico aparecen los primeros vertebrados y el dolor de espalda. Era una estación intermedia entre el Big Bang y una jarra de cerveza. Mucho antes de que se inventaran las vacaciones.

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Sentado en la terraza del bar, cualquier puede sentirse agotado, porque el viaje ha sido largo.

Hace aproximadamente 13.800 millones de años, todo (TODO) estaba contenido en un punto extremadamente denso y caliente. Explotó. Comenzó a expandirse.

Apenas un rato cósmico después, cuando habían pasado sólo 380.000 años, la temperatura bajó lo suficiente como para que los electrones se combinaran con los núcleos atómicos, formando átomos de hidrógeno y helio, principalmente.

Una fuerza ridícula pero que está por todas partes, a la que puedes vencer fácilmente para levantar la mano o caminar, que necesita toda la masa de la Tierra para hacerte caer si te tropiezas, empezó a hacer su papel: las áreas con mayor densidad de materia comenzaron a atraerse gravitacionalmente y formaron estructuras más grandes, como galaxias y cúmulos de galaxias. Luego, en el interior de estas estructuras, se formaron estrellas cuando, de nuevo, la atracción gravitacional entre el gas y el polvo fue la adecuada.

Estrellas masivas estallando en supernovas liberaron, una y otra vez, inmensas cantidades de energía hasta, por azar, sintetizar elementos como el carbono, el oxígeno o el hierro.

Hace 4.500 millones de años, la Tierra se formó con basura (y se nota) a partir de la acumulación de material que giraba al rededor de una estrella, el Sol, que por entonces era una jovenzuela de unos 500 millones de años.

Con este planeta a medio hacer, otro del tamaño de Marte chocó con ese embrión de la Tierra y con la morralla sobrante se formó la Luna, que tan bien nos vino mucho después para que las mareas mojaran inadvertidamente las toallas a los bañistas más despistados de la playa de Benidorm.

Para lo anterior, claro, hubo que esperar a que el agua llegara, presumiblemente, del espacio exterior hasta la Tierra.

En 1.000 millones de años, el planeta se vio capaz de albergar vida.

La cosa, a partir de ahí no fue un ejemplo ni de rapidez ni de eficacia, aunque el resultado final a veces nos emocione.

3.500 millones de años atrás ya había grandes concentraciones de bacterias, que llegaron a fosilizar como estromatolitos.

Hace 2.600 millones de años aparecen los primeros organismos multicelulares.

Algunos que no estuvieron allí sostienen que hace 541 millones de años y hasta hace 518 millones de años, más o menos exactamente, se produce la mayor producción de vida en la Tierra. Bestias a lo bestia. Le llaman la «explosión cámbrica». Y con razón.

En el Cámbrico aparecen los primeros vertebrados y el dolor de espalda.

Reptiles y anfibios asoman hace 300 millones de años, 100 millones de años antes que los primeros dinosaurios, esos que se extinguieron hace 66 millones de años.

Si nos pudiéramos remontar 6 millones de años desde hoy veríamos a los primeros homínidos que comenzaban a dejar huella en el este de África, diez veces más jóvenes (evolutivamente hablando) que los caballos y los primeros primates.

Hace algo más de 1000.000 años, anteayer como quien dice, apareció el Homo sapiens, la línea actual de los humanos modernos. Hace unos 40.000 años ya estaban en Australia, al tiempo que compartían Europa e incluso cama con los neandertales. O muchas veces muchas camas, según se intuye todavía ahora en el comportamiento de algunos bípedos, dizque humanos, en Mallorca.

A lo largo de todo este recorrido, pudimos desaparecer muchas veces incluso antes de ser humanos, pero no lo hicimos.

Hoy, intentado escapar del mismo sol que entonces era joven y ahora es una estrella de mediana edad, tomarse a tragos una cerveza bien fría es algo bien merecido. Casi un milagro.

Como para no disfrutarlo.

Incluso en vacaciones.


Nota al margen: Si se ha deslizado algún error en la cronología, no se lo achaquen a este paseante sino a las diversas herramientas de supuesta inteligencia artificial que por ahí circulan y a las que, por lo que parece, siquiera por curiosidad no nos podemos resistir. Se ha hecho expurgo de las muchas barbaridades que saltaban en la pantalla, pero alguna ha podido colarse.

No se fíen de los periodistas, pero menos aún de esos inventos recientes y aún en pañales que mienten casi a cada frase. Los periodistas, además, aún son más receptivos a los insultos que Chat GPT o Bard. Ni el uno ni el otro son, por ahora, humanos. Ni beben cerveza.


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