Para entender en su justa dimensión lo presenciado este sábado en la plaza de Guadalajara hay que recordar lo ocurrido en Sacedón, días atrás. Como informó puntual LA CRÓNICA, Víctor Hernández sufrió aquel día una fortísima cogida cuando intentaba iniciar la faena de capa a su primer oponente. La recuperación ha sido muy dolorosa y complicada, todo supeditado a llegar a tiempo para su cita de este 14 de septiembre. Pero lo ha conseguido. Y con recompensa.
Entre el paseíllo, circunspecto, y la salida a hombros por la puerta grande en compañía de El Fandi y Miguel Ángel Perera, el joven espada y los miles de espectadores que lo acompañaron y jalearon vivieron toneladas de emociones, que apenas podemos esbozar aquí.
Valga, como referencia, ese momento en el que este chaval que es todo un hombre notó en la taleguilla el pitón, otra vez un pitón rondando la tragedia. Ni se inmutó.
Lo vivido en casi tres horas de espectáculo lo resumimos con imágenes y palabras, como las que siguen:
Víctor Hernández, entre valor y valores
Lo de Víctor Hernández es, y ha vuelto a ser, una cuestión, de valor y de valores. Tras el cornadón aún caliente de Sacedón, la cara de intensa seriedad en el paseíllo y en el callejón así como en el transcurso de toda la primera faena ilustraba bien lo que ocurría por dentro. Sin concesiones a la galería.
El público entró pronto en la faena porque lo que allí había era verdad, desde las primeras verónicas. Mucho ha evolucionado, para bien, el joven diestro en el toreo de capa.
Del mismo modo, sobre una carrera novilleril cimentada entre naturales, sorprendió y agradó el exquisito temple con la diestra, sobre la que labró una faena redonda y con mucho eco en los tendidos en el que hacía tercero del festejo. Después de una gran estocada, cayeron las dos orejas. Y aún le pidieron el rabo.
Con el que cerró plaza sumó otra oreja para el esportón, aunque la obra ya estaba hecha desde su primero. Sin nada que anotar de capa y frente a un rival lastrado por un puyazo exageradamente trasero, Hernández dejó para el recuerdo del sexto un ceñido quite por gaoneras en una feria donde, precisamente, ni ha habido quites y han sobrado puyazos horrendos en lidias a veces caóticas.
El Fandi, entre el ser y el querer ser
A Fandila el granaíno se le conoce en esta plaza casi tanto como al arenero que pinta el ruedo a la velocidad del rayo. En esa confianza, fueron muchos los que no entendieron que en su primero se limitara a enjaretar unas chicuelinas de precepto y que, ¡sacrilegio!, el primer par de banderillas acabara con los dos rehiletes en el suelo. Con apenas cuatro se cambió el tercio y en poco más, pasaportó a ese toro desabrido, con un bajonazo y el auxilio del puntillero.
Sabedor de lo que podía y tenía que hacer para no quedarse atrás en lo de salir a hombros, El Fandi salió arrollador con el cuarto. El despliegue tuvo de todo, en vertical o de rodillas. Caleserinas, una media genuflexo… Y con las banderillas, donde antes hubo dos pares aquí repartió cuatro, con el inevitable al violín como cierre, cuando el tercio ya lo había cambiado el presidente, anunciado con el pañuelo y ratificado por un sonoro clarinazo. Cosas de Guadalajara.
Con la muleta, fueron tantos los pases que hasta buenos naturales hubo. El espadazo certificó lo que ya se barruntaba desde el inicio de la faena que habría de pasar: cayeron las dos orejas.
Perera o la virtud de la solvencia
Miguel Ángel Perera lleva muchos años asentado en el escalafón por la capacidad que tiene de ser lo que han dado en definir como «torero poderoso». El adjetivo lleva su carga de elogio y, también, de mohínes entre aquellos que sólo buscan el pellizco saleroso. Lo de este extremeño ya cuarentón es otra cosa, pero también muy apreciable.
Perera sabe de toros, algo que muchos gacetilleros e incluso algunos que se visten de luces no pueden decir. Le ponen un cornúpeta delante y lo tiene diagnosticado a la primera, para darle el tratamiento justo y exprimirlo todo lo posible. Lo malo es que la cabaña brava a veces sólo ofrece limones secos y amargos.
En Guadalajara, ninguno de sus enemigos obligaban a sacar la recortada para enfrentarse a ellos, pero sí merecían que se les aplicara la correspondiente dosis de sabiduría. De ahí los muchos pasos perdidos en su primero (del que cobró una oreja) y, sobre todo y para pasmo de la concurrencia, el despliegue de recursos y mando en el que hacía quinto.
Aquello fue una sucesión de tandas muy templadas, con mucha ligazón, al son de la música de una banda que se ha ganado sobradamente el sueldo en esta feria desde los altos del 6.
Si en los naturales de esta gran faena faltó a veces asiento, el dominio de Perera es tal que con un solo pase de pecho fue capaz de provocar una ovación del público alcarreño. Enceló al toro de tal manera según avanzaba la faena que los tres circulares invertidos que le propinó en la parte final, rematados con otro soberbio pase de pecho, parecían algo normal. Porque uno de los problemas de Perera, de siempre, es hacer pasar por fácil lo que es, en puridad, muy difícil.
Después de tanto y tan intenso, le costo fijar al toro para entrar a matar. Pinchó en la suerte contraria para, acto seguido, dejar un estoconazo en la suerte natural. Las dos orejas, que son un premio generoso en cualquier plaza, aquí no parecieron excesivas.
Con todo lo cual, el breve ciclo septembrino de Guadalajara terminaba sin viento ni lluvia, aunque con diluvio de orejas (8) y el ir y venir del acarreador de gallos para los toreros triunfadores. Hasta cuatro volaron desde la barrera al ruedo como justa recompensa de una tarde feliz, en la que el público disfrutó y los diestros salieron por la puerta grande hasta las vertiginosas escaleras, arropados por una multitud.
No estuvo mal. Estuvo muy bien.
Más de media entrada, con las cámaras de CMM en los tendidos para un festejo retransmitido en directo por la televisión pública regional.
Toros de El Pilar completados con dos de Hermanos García Jiménez (4º y 6º).
• DAVID FANDILA ‘EL FANDI’, silencio y dos orejas
• MIGUEL ÁNGEL PERERA, oreja y dos orejas.
• VÍCTOR HERNÁNDEZ, dos orejas y oreja.