La República Checa no es precisamente un país que se caracterice por la práctica religiosa. De hecho, apenas una quinta parte de su población se reconoce como cristiana. Las décadas bajo la orbita soviética y el actual devenir del siglo XXI tienen mucho que ver con esa realidad sociológica. Y, sin embargo, la Semana Santa se vive con intensidad en muchos puntos de esta nación centroeuropea, con algunas costumbres que pueden sorprender gratamente al viajero. Mientras preparas la maleta para volar hacia Praga, toma nota de cuanto te contamos en este reportaje… para ir más allá.
Fuera de toda duda, el destino predilecto de los españoles para llegar a la República Checa es Praga, una ciudad con una generosa actividad cultural y de ocio durante todo el año. En este periodo, además, los mercadillos de primavera ocupan algunas de sus principales plazas (como la de la Ciudad Vieja, donde se reúnen más de 90 puestos) tentando a los visitantes con recuerdos artesanales además de bonitos huevos decorados de mil maneras.
Praga te da mucho pero te sugerimos que no te resistas a la tentación de hacer alguna excursión de uno o dos días a otros lugares, donde la Semana Santa se vive de una forma diferente.
Pueblos de madera
Nuestra primera propuesta es el Museo al aire libre de Valaquia, en Rožnov pod Radhoštěm, un auténtico pueblo de madera que cobra vida en Moravia durante la Semana Santa. A este sitio acuden grupos folklóricos ataviados con los trajes tradicionales, que comparten alegremente sus músicas y danzas con los visitantes.
Durante el fin de semana (8 y 9 de abril) y el Lunes de Pascua, los mercadillos ocuparán las calles con varas, flautines, huevos, cerámica y ricas viandas propias de estas fechas. Son días de bullicio y alegría que merece la pena conocer in situ.
Esta es una escapada desde Praga muy aconsejable pero debido a la distancia (casi 4 horas en coche), hay que plantearse quedarse a dormir en ciudades más cercanas como Olomouc (a 75 kilómetros), Ostrava o Zlín (a unos 50 kilómetros).
Una propuesta parecida en Bohemia del Este sería el Museo al aire libre de Veselý Kopec, un conjunto de casitas de madera del siglo XIX que entusiastas voluntarios mantienen en perfectas condiciones. Es un lugar que cobra vida durante los días de Semana Santa y donde los vecinos visten trajes tradicionales, realizan recreaciones y narran las costumbres de antaño.
Religión y turismo
Por más prisa que nos demos, este año no vamos a llegar ya para coincidir en el Miércoles de Ceniza en Chequia. Tradicionalmente, esa jornada se dedicaba a quitar el hollín de las chimeneas. En los días propios de la Semana Santa, entre el Jueves Santo y el Lunes de Pascua, que este año van del 6 al 10 de abril, además de las celebraciones litúrgicas no escasean los mercadillos de primavera.
La folclórica diversión en pueblos y plazas del país se transforma en recogimiento en algunos santuarios checos a los que acuden creyentes y curiosos durante los días de Semana Santa. Las iglesias que suelen acoger a más peregrinos en esos días son las de Svatá Hora (Montaña Santa) que está situada en la población de Příbram, a 60 kilómetros de Praga, y la basílica de Nuestra Señora de la Asunción y de San Cirilo y Metodio, la iglesia de peregrinación más importante del país, ubicada en Velehrad, donde se realizan liturgias durante toda la semana. Tampoco podemos olvidar la iglesia de San Juan Nepomuceno, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, que se encuentra cerca de Žďár nad Sázavou, a unos 150 kilómetros de Praga.
Un Jueves Santo muy vegano
El primer día festivo, el Jueves Santo, es conocido como Jueves Verde debido a la costumbre de comer verduras y hortalizas de ese color -como las ortigas, espinacas o coles- para atraer la buena salud durante los siguientes doce meses. Ese hábito también incluye la cerveza verde (Zelené pivo), una especialidad que algunas cervecerías, como Starobrno, hacen para la ocasión con una receta secreta, a la que añaden una infusión de hierbas. El resto del año no la elaboran.
Ese jueves (recuerda, el 6 deabril en 2023) también es el último día que sonarán las campanas en las misas, porque el dicho local recuerda que “parten hacia Roma”. El sonido será sustituido por el de las carracas y matracas que los niños harán sonar insistentemente por las calles, en señal de duelo por la pasión y muerte de Cristo.
También en señal de tristeza por la muerte de Jesucristo, el Viernes Santo se reserva para el ayuno y se desaconseja trabajar en el campo para incumplir el duelo, al igual que sucedía de forma generalizada en el campo español. Si alguien obviase la recomendación, su cosecha se arruinaría, creían en Chequia.
El Sábado Santo o Sábado Blanco, una jornada de reflexión, se vivía de puertas para adentro: se terminaban las labores domésticas, de pintar y limpiar, y se preparaban algunos platos, como el mazanec (pan dulce), para el Domingo de Resurrección.
El domingo, festín
Este es un día alegre en el que se acude a la iglesia y después las familias se reúnen para gozar de un festín. La carne vuelve a ser bienvenida y es tradición comer conejo o cordero al horno, también el beránek, que es un bizcocho con forma de corderito, que se presenta bañado de chocolate o con azúcar glas.
Como se comprueba, la República Checa es más que Praga, durante todo el año. Y en Semana Santa, también.