Tradicionalmente, quien vestía de riguroso blanco era porque su oficio lo exigía, ya se tratase del panadero en sus madrugadas o los médicos y enfermeras en sus turnos, antes de la llegada del verde casi universal a las dependencias sanitarias.
También de blanco se hacía la primera comunión y de blanco virginal se casaban ellas, como de blanco lucen cada año algunos peñistas en La Alcarria además de lo preceptivo en los sanfermines.
Desde hace años, en Guadalajara, para el mes de julio, los que se visten de blanco muy probablemente es por que van (ya sea pagando o «por la patilla») al Festival de la Lavanda.
La cosa empezó el viernes con el concierto de Maldita Nerea y tendrá su continuación este sábado, con Rozalén. Las entradas están agotadas, por lo que aquellos que gustan de ver y dejarse ver y no han estado rápidos no podrán estar entre las hileras de la lavanda esta vez.
Desde Brihuega insisten en que se podría dar cabida a hasta 5.000 personas, pero con afán sostenible el aforo de los conciertos se limita a 2.000 espectadores, que es el doble del aforo de, por ejemplo, el Teatro Buero Vallejo, incluido el gallinero.
Guadalajara cuenta con más de 3.000 hectáreas del cultivo de aromáticas, de espliego, de lavanda y de lavandín, de las algo más de 5.000 que hay en toda la región.
Actualmente, la provincia tiene 125 productores de plantas aromáticas repartidos en 68 municipios, con especial relevancia en Brihuega, sede del Festival de la Lavanda.