Ver y vivir Praga es un placer. No sólo para la vista, sino para todos los sentidos. Aquí no vas a pasar hambre, tenlo por seguro.
Estás en Praga, con mucho que andar por delante y, en consecuencia, antes o después tendrás que hacer un alto en el camino de tu visita. Para atender a tu estómago encontrarás italianos y asiáticos pero, a diferencia de lo que ocurre en Londres (donde es preceptivo escapar de la comida inglesa) o en París (por salvarte de según qué precios), en Praga se come bien y a un precio más que razonable.
Una alternativa práctica y segura es recurrir a los menús del día. ¿En serio? Sí. Te aseguramos que existen y que los comen los propios praguenses, con platos tradicionales. Es cuestión de buscar y encontrar… que tampoco te lo vamos a dar todo hecho ¿no?
Al menos para algún mediodía te sugerimos el acierto seguro que supone el codillo de cerdo (koleno) por unas 400 coronas (17 euros) o el Schnitzel, que viene a ser el escalope que conocemos, pero menos grueso. Un sitio casi de precepto es Porks, en Malá Strana: pese a su terrible nombre, que a algunos le pueden recordar aquellas rijosas películas de adolescentes salidos de los años ochenta, cumple con las expectativas… y a cualquier hora. Desde las 12 empiezan a servir a los más impacientes, que esperan en la puerta, y ya no paran en todo el día. Recomendable reservar (porque, realmente, te reservan la mesa para la hora acordada).
Una posibilidad para los carnívoros que quieran comer algo menos habitual es recurrir a la inenarrable variedad de calderetas, como bien puede ser el zauzená hovèzí licka, una carrillera de ternera que, bien cocinada con vino, es para quitarse el sombrero sin vaciarse el bolsillo (335 coronas, 14 euros al cambio, en Protefená Husa)
En cuanto al gulash, esa célebre sopa espesa de carne y verduras servida con pan de centeno, los locales no dejan de torcer la nariz cuando ven en los restaurantes turísticos el empeño de los hosteleros por servirlo dentro de un pan. En plato hondo está perfecto, sin heterodoxias. Y a 100 coronas sobre loza o por 160 en el dichoso panecillo. Tú eliges.
Si no estás con mucha hambre y te gusta el queso, incluso frito, una opción es el smažené sýrové (150 coronas). Lo mismo se puede decir de las sopas, cuya variedad y calidad son bien conocidas.
El secreto de una buena cerveza
En Praga se come y se bebe, claro. No te andes con florituras y ve a lo seguro: si pides una cerveza darán por entendido que quieres una jarra de medio litro. No te asustes, porque la espuma ocupa una cuarta parte y el precio ronda los 2,50 euros, menos de la mitad que una pinta en Irlanda. Y merece la pena, pues no tiene mucho que ver una rubia bien tirada que abrir una triste botella. El sabor es incomparable.
La cerveza más conocida, más habitual y de mayor fama internacional es Pilsner Urquell. Hay vida más allá de esta marca, como puedes comprobar a poco que frecuentes la hostelería local. A prueba de exigentes.
Dulces delicias de Praga
Nadie va a Praga por sus pastelerías, pero haberlas, haylas. Además, como reflejamos en nuestra galería gráfica, algunas son históricas y tan hermosas por fuera como deliciosas si entras.
Lo más curioso en este aspecto de la repostería más turística ha terminado por ser el trdelník. Te lo encuentras por todas partes, solo o con relleno. Y no es de origen checo, sino rumano, desde donde llegó en el siglo XVIII a Eslovaquia. Por las 80 coronas que cuesta un trdelník clásico y recién hecho justo al lado de la Plaza de la Ciudad Vieja, bien te puedes dar un homenaje. Para el resto de especialidades, depende del valor de cada cual.
Los cafés, pura esencia de Praga
La ciudad de Praga es conocida por su impresionante arquitectura, su castillo y sus pintorescos callejones, pero también por el culto a los cafés. Pasamos revista a algunos de los más destacados y visitables.
• A Vaclav Havel lo recuerda un busto en el Café Slavia (Smetanovo nábř. 1012 /2). Es de generosas proporciones este local, que por la tarde se llena de notas de un piano. Es un buen lugar para descansar los huesos después una intensa jornada, mirando hacia el río o a tu pareja, que nunca está de más. El «Slavia» abrió en 1884 y está situado en la margen derecha del río Moldava, por lo que es casi imposible pasar por Praga y no cruzarte por delante.
• El Café Louvre (Národní 22) suele estar concurridísimo por los praguenses de toda edad y condición, a los cuales no les sorprende tener que subir hasta una segunda planta; ni ellos, ni los desavisados turistas, hacen los honores, justo antes de entrar, al gigantesco plano con los cafés históricos de la ciudad, cuya ubicación se enciende según lo pulsas y cuyas explicaciones te deberían llegar a través de los dos teléfonos de baquelita que allí sobreviven. Como te recuerdan desde el mismo portal, el «Louvre» abrió sus puertas en 1902 y lo frecuentaron Franz Kafka y Albert Einstein, omnipresentes hoy en día en la ciudad.
• El de la Casa Municipal (5 Obecní dům, Náměstí Republiky) entra de lleno en la categoría del café esplendoroso, al estilo de Viena o Budapest. Un lugar exquisito, con personal amable… y un robot muy original, que es mejor ver en acción.
• El Café Savoy (Vítězná 124/5), abierto en 1893, es una buena opción para desayuno o para un brunch, al cobijo de su decoración art nouveau.
El Imperial (Na Poříčí 1072/15) es otro café prestigioso desde 1914, también bajo los influjos del art nouveau en su desbordante azulejería que cubre paredes y techos. Aquí, el strudel de manzana es casi de precepto como colofón a una buena comida con platos tradicionales. Admiten reservas.
Y junto a todos los cafés, los innumerables bares y pubs, donde alargar la jornada. Por alguna razón difícil de entender, en Praga el vino es vino (se dice así en checo) y la absenta se sirve incluso en absenterías. Cuidado con esto último: alto voltaje con color de colonia. Avisado quedas.
Y las copas, con o sin jazz
Si te gusta el jazz, Praga puede ser para ti un lugar de peregrinación, aunque sólo sea por el «Reduta», un club de jazz al ladito del Café Louvre, en la siempre animada la calle Norodni. Tiene actuaciones diarias, a diferentes horas. Por allí han pasado grandes nombres de la música… e incluso de la política internacional, como Bill Clinton. Es un local pequeño pero con tanta historia que actualmente es el jazz club en activo más veterano de Europa.
Si quieres algo más original y más ajustado a los usos de los praguenses, en la ribera del río han habilitado locales en lo que antes fueron almacenes, con entrada circular. No tienen pérdida: por la orilla de la Ciudad Vieja, te encaminas hacia la Casa Danzante, la sobrepasas y bajas a la orilla. ¿A partir de ahí? Relájate y disfruta. Las vistas del río Moldava y los buenos precios que se pueden encontrar (2 euros una Coca-Cola, por ejemplo, en terraza) te facilitan grandes momentos de relajación total. Disfrútalos.
¿Cómo pagar en Praga?
Praga es, para el turista español, el reino de la tarjeta de crédito, con la que ir pagando todo. Son muchos los que no entienden que el euro no sea aquí la moneda oficial. Cosas de Chequia. Pero no hay ningún problema, sinceramente. Te van a cobrar con dinero de plástico en coronas para todo lo que puedas necesitar. Si quieres hacerlo en euros, el cambio te lo anuncian con carteles en los restaurantes de los lugares más habituales, y el cambio no es abusivo. Lo mismo con las casas de cambio, rápidas y sin timo a la vista.
Como norma de prudencia, es bueno llevar coronas suficientes para el transfer al aeropuerto. El viaje se cobra en metálico y, aunque pagues en euros, si el billete es grande te puedes encontrar con una buena cantidad de monedas locales hasta que las gastes en la terminal.
(Todos los precios que se citan son de marzo de 2023, verificados por los autores del reportaje)