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19 noviembre 2024
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Unos pechos inesperados (y mucho más) en la catedral de Miranda do Douro

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Habrá quien eche en falta oros y dorados en el interior de la Sé de Miranda do Douro.

La traza es diáfana y las tres naves transitan por los siglos despojadas de oropeles. Esto no es el San Francisco portuense, con su brillo deslumbrador defendido por las gaviotas de ese mismo Duero que por aquí cerca baja encajonado y habitado por cormoranes.

Aquí lo que encienden las pupilas son los detalles y, a veces, los juegos de la luz y de las sombras. Basta fijarse para comprobar que lo que parece un simple altar es en realidad un monumental relicario. O que entre los adornos de la capa de un obispo del altar mayor lo que se nos presenta es una oronda mujer, de pechos exuberantes. Convengamos que más que de la lujuria es representación de una salvaje, como muchas otras en la época, pero ahí están sus formas… y sus mamas, para quien las quiera mirar y admirar, bien bendecidas.

Pocas catedrales, ni siquiera concatedrales, encontrará el viajero en que la austeridad conviva de una forma tan equilibrada con las grandes dimensiones del templo. Se diría que en la lucha entre la soberbia y la humildad ha ganado la virtud, pero sin arrumbar ni una sola piedra. Que cada cual lo reflexione como considere y llegue a las conclusiones que le plazcan.

Pero es el caso que la religión está omnipresente por todo Miranda.

Al salir de la Sé, te toparás con iglesias a cada paso. Sus fachadas son contenidas, dentro del barroco que casi todo lo preside. Su interior, es casi por norma de una estética popular, parecida a la que te encontrarás en las ermitas cuando andes los montes y peñascos del Duero, en los alrededores.

De nuevo, parecería que una mano sabia equilibró continentes y contenidos para no herir las almas de los antiguos y dejarnos a los contemporáneos un espectáculo de religiosidad a nuestro alcance, tan humana como divina.

Y si levantas la vista, verás cruces por los tejados, entre los tejados, por encima de los tejados, acompañando los tejados.

Tras muchos siglos de rencillas y querellas episcopales, sospechas que hasta Dios se ha avenido a dejar las cosas en calma, como casi todo cuanto ocurre en Miranda, donde el tiempo pasa tranquilo, como las aguas del Duero.
 

Para saber más de Miranda do Douro…

La Sé de Miranda do Douro, el hogar del Meninho Jesús da Cartolinha

• Hay máscaras que unen la Guadalajara de Castilla con la Miranda de Portugal (y aquí puedes verlo)

• La “alheira”: Tras-os-Montes en el plato