Por segunda vez en muy poco tiempo, los concejales del Ayuntamiento de Guadalajara han tenido que levantarse de sus asientos, ordenadamente, y salir del salón de plenos. Así han podido comprobar, por cierto, la buena mañana que hacía en el mundo real, en la Plaza Mayor.
No se trataba de ninguna emergencia de ningún simulacro, sino una evacuación por causa de fuerza mayor. Para dos personas y su acompañamiento era, en efecto, la causa mayor más importante posible: los novios del enlace que se iba a celebrar poco después en ese mismo recinto.
Debe ser muy complicado organizar los plenos municipales y, al mismo tiempo, comprobar si el centenario salón está libre de obligaciones casamenteras. El ser humano ha llegado a la Luna, algo de gran complejidad, pero hay previsiones que parecen estar incluso más lejos de nuestro alcance.
Si en la anterior oportunidad se aceleró el desarrollo de la sesión para casar a los contrayentes a su hora y sin interferencias, en este caso la coincidencia ha provocado un prolongado receso. La boda tenía fecha asignada hace más de un año, aclaremos.
Para asegurarse el feliz acontecimiento con el decoro necesario, la alcaldesa de Guadalajara, Ana Guarinos, ha instado con su conocida severidad para que todos los concejales recogieran meticulosamente las botellas de agua, los papeles y cualquier otro resto de actividad concejil antes de ceder el salón de plenos a la pareja y a sus invitados.
Y por cierto, que ¡vivan los novios!