Ha sido una constante hasta ahora que nada en Guadalajara haya detenido la instalación creciente de paneles solares en distintas comarcas. Los proyectos han estado condicionados, esencialmente, por la cercanía de una línea eléctrica sobre la que descargar la energía producida, se ha contando siempre con la aquiescencia de los propietarios de las tierras (que firman contratos de alquiler a largo plazo, con mejor rendimiento económico que si fueran para uso agrícola) y sin más trabas administrativas que la aprobación de la Junta, que se ocupa de los proyectos de hasta 50 Mw.
La fluidez en este proceso se ha roto en la Campiña de Guadalajara y, sobre todo, en el BOE. El pasado miércoles, 8 de febrero, en su página 18.376 se publicaba una disposición del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que, a lo largo de las siguientes 17 páginas, puede marcar un antes y un después. Y todo, entre otras cuestiones, por la posible presencia de un trébol de cuatro hojas. Pero no un trébol cualquiera, sino peludo… y protegido.
Los lectores de LA CRÓNICA han tenido conocimiento a lo largo de los últimos meses de las reacciones en contra del proyecto, fundamentalmente las llegadas desde Cabanillas del Campo, con su alcalde, José García Salinas, a la cabeza. Estaban en juego más de 500.000 paneles solares entre ese término municipal y los de Fuentelahiguera de Albatages, Valdeaveruelo y la propia capital de la provincia.
La fauna y la flora, decisivas
Para luchar de forma eficiente contra las placas solares han resultado clave los reparos ambientales, más que los de cualquier otro tipo. Que se lo digan, por ejemplo, a los militares de la base de Torrejón de Ardoz, que alertaron de cómo una de las líneas de evacuación afectaba al sistema de aproximación de las aeronaves a la pista. Las molestias fueron recogidas para su estudio, pero no implicaron un veto frontal.
En esta ocasión, el celo de la Junta de Comunidades en defensa del medio ambiente parece haber sido mayor o mejor argumentado, puesto que desde el pasado mes de junio avisaron por escrito de que todo lo planteado por el promotor «se encuentra en terrenos con valores ambientales característicos de hábitats a proteger» bajo las directivas de la Unión Europea, «susceptibles de ser declarados como espacios Red Natura 2000».
Los técnicos han destacado la existencia de comunidades anfibias en Fuentelahiguera y de valiosas extensiones de encinas, además de la proximidad de colonias de aves esteparias. Junto con eso, se destaca «la posible presencia» de la Marsilea strigosa, más conocida como trébol de cuatro hojas peludo, que figura en el catálogo de especies vulnerables de Castilla-La Mancha.
En cuanto a los animales que por allí se encuentran, se relacionan chorlitos dorados, el águila imperial, milanos reales, cernícalos primilla, el buitre negro, sisones, avutardas, ganga ortega, aguilucho cenizo, aguilucho pálido, alcaravanes y sapos, tanto corredor como de espuelas.
Para subsanar todas las carencias del proyecto, desde la Junta se planteaba soterrar toda la línea de evacuación, un total de más de 12 kilómetros. O también «permeabilizar la totalidad del vallado», para no impedir el tránsito de los vertebrados e, incluso, implantar un kilómetro y medio de radio, libre de afectaciones alrededor de los nidos de águila imperial. Quizá la misma que en su día sirvió para vetar el mismo vertedero en Guadalajara que, en un principio, había sido recibido con todos los plácemes por parte de las autoridades.