Los procesos brujeriles acaecidos en Pareja vuelven a estar de actualidad. El Ayuntamiento de la localidad y la Diputación de Guadalajara han elaborado un impactante audiovisual que enriquecerá la visita al museo que –en torno a esta temática– existe en la localidad. “La nueva propuesta permitirá a los asistentes sumergirse de manera más profunda en la historia de la brujería en la comarca, complementando la exposición ya existente en el enclave”, confirman fuentes consistoriales. “El producto transportará al espectador a través de una narrativa visual y sonora a un mundo de misterios, creencias ancestrales y tradiciones supersticiosas que caracterizan el rico pasado de Pareja”.
El filme forma parte de una iniciativa más amplia para reforzar la oferta cultural parejana. “Con tecnología de última generación, la producción ha sido realizada con un equipo de expertos en narrativa histórica y efectos visuales, que han trabajado junto a historiadores para garantizar la fidelidad en los detalles”, subrayan desde el Ayuntamiento. La realización se debe a la empresa especializada Revives, y a Javier Fernández Ortea, autor de «Alcarria bruja». En dicha obra, que se puede adquirir en este enlace, se analizan los procesos brujeriles acaecidos en el municipio. El compendio inspiró la muestra existente en la población, donde se contemplará el audiovisual.
“El vídeo tiene como hilo conductor al promotor de los procesos brujeriles investigados en la villa. Nos referimos a Miguel Carrillo, quien en 1527 llegó a la localidad para comenzar las pesquisas. El letrado recogió sus impresiones, basándose en los interrogatorios y pruebas del sumario, tomando sus propias conclusiones”, relata Fernández Ortea. A continuación, “se pretende Informar a los visitantes tanto de la historia particular de las brujas locales como del fenómeno general de la hechicería y de la superstición”. A partir de la recreación de escenas con actores profesionales, “las imágenes logran hacernos empatizar con las emociones y dramatismo de los sucesos acaecidos en el siglo XVI”.
El objetivo principal de la recreación es hacer más cercana la historia local, “poniendo rostros y voz a los protagonistas de aquellos hechos dramáticos”, explica el autor de «Alcarria Bruja». Asimismo, se pretende lograr un mayor acercamiento a la maquinaria judicial de la Inquisición y las víctimas de esta cacería brujeril. “Las imágenes inciden en el mundo de las creencias populares, pero también en la sociedad y economía del Antiguo Régimen, ya que son hechos inseparables”, añade Javier Fernández. “La miseria condujo a la coerción de la población y las vanas supersticiones en la persecución de los heterodoxos”.
La exposición permanente
El museo de la brujería de Pareja recupera la memoria de los procesos brujeriles acaecidos en el pueblo. El lugar seleccionado para ello es la antigua torre del palacio episcopal de la población, uno de los complejos más antiguos del lugar. Además, éste es el punto donde estuvo presa Juana de Morillas –una de las procesadas por supuestas prácticas esotéricas–, y desde donde se precipitó al vacío –o la precipitaron–, dando comienzo a la «caza de brujas» que hubo en el municipio durante el siglo XVI.
“Nos encontramos ante una propuesta museística en la que se explican los detalles de los sumarios sobre brujería que se abrieron en el pueblo a inicios de la Edad Moderna”, explica Javier Fernández Ortea, curador de la iniciativa. “Hemos querido hacer un repaso de esta parte de la historia del emplazamiento”. A los paneles explicativos se unen diversas ilustraciones sobre los referidos acontecimientos, realizadas por el diseñador e investigador Miguel Zorita. Estos materiales proceden de la obra «Alcarria bruja», escrita por Fernández Orta, ilustrada por Zorita y coeditada por Océano Atlántico Editores.
Asimismo, en el mencionado museo se han incluido objetos relacionados con los procesos inquisitoriales. Entre ellos, un potro de tortura y dos sambenitos. El primero se empleaba a lo largo de los “interrogatorios con tormento”. El mecanismo servía para apretar y estirar los tobillos y muñecas de la acusada, con el fin de conseguir una confesión. Los sambenitos, en cambio, consistían en un “atuendo” de arpillera que se imponía a las sentenciadas, para que la población las pudiera identificar a simple vista.