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19 noviembre 2024
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Un posible delegado de la Junta de muy buenas maneras

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A ningún partido político le sobran los fantasmas ni las navajas. Basta ver lo que acaba de ocurrir en el PP del Ayuntamiento de Guadalajara para asumir que el dinero suele ser el mejor termómetro del amor… sobre todo cuando no lo hay.

En las Casas Consistoriales se demostraba el pasado viernes que lo prioritario para muchos es asegurarse el sustento de cuatro años (ya sean los 54.658,93 euros anuales de los dos concejales rasos que han sido liberados o incluso los 58.241,62 euros por temporada del recién fichado portavoz del PP) aunque todo eso sea en contra del colega, del compañero, del convecino, del militante conmilitón que se sienta a tu lado o incluso del amigo. Si es que en eso de la cosa pública alguien algun vez llegó a cultivar algo parecido a lo que los idealistas aún llamamos amistad. Presentado, además, sin respeto al sexo ni a las primogenituras, ni al orden de las candidaturas ni a las órdenes de nadie.

A escasos metros del Salón de Plenos y apenas tres horas más tarde, algunos políticos locales se arracimaron alrededor de los más señalados activistas LGTBI de la provincia. Allí estaba el alcalde, que para eso lo es, pero también Eladio Freijo, concejal del Partido Popular ajeno al reparto de sueldos y a otras muchas humanas miserias, como ha venido demostrando en sus años de servicio a la cosa pública. Y entre los que andan sin cargo que lucir  pero estaban ahí, a la sombra de la bandera arcoíris, había un hombre que puede desempeñar un importante papel en Guadalajara de aquí a 2023.

Por no mantener el misterio hasta la extenuación del lector, aclarar ya que el político en tránsito de despacho era, y es, José Luis Escudero. El azudense, que en la pasada legislatura ha sido un hiperactivo diputado regional, no es en estos tiempo caniculares ni siquiera concejal. Pero puede volver a ser. Y serlo con relevancia.

Este que les escribe ha andando indagando por aquí y por allá (sin llegar a acullá, tampoco exageremos) y ha sacado en conclusión que este hombre amable, de pocos aspavientos y predispuesto a la mesura pero que no escapa de ser cumplidor con el guion y los objetivos marcados por sus superiores, puede ser el próximo delegado de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en Guadalajara.

Con un cuatrienio por delante rebosante de poder absoluto, confiemos que en Toledo se eviten la frivolidad de atender los requiebros de fantasmas del pasado, peligrosos por eso mismo: por fantasmas y por pasados de caducidad. Ojalá el despacho de la calle Topete vaya a parar a alguien que no incendie y que, como sin querer, pueda alertar a los consejeros y a su presidente de la realidad de Guadalajara. Escudero podría hacerlo bien. La designación de Alberto Rojo en 2015 ya es indicio de lo que se busca para ese cargo, aunque algunos dentro de las filas socialistas prefieran no darse por enterados.

Si nos equivocamos en la previsión, todos los sabremos antes de que medie este mes de julio. Si el error de esta columna estuviera en la descripción del sujeto y de sus previsibles virtudes para el cargo y acertáramos en la designación, también asumiríamos nuestra culpa y ya haríamos por reprochárselo al interfecto. Pero, ¿por qué todo ha de salir mal?

Guadalajara se merece que mirar hacia Toledo no sea sufrir o desesperar. No sólo por lo visto y padecido en el pasado, sino por lo que nos sigue costando alcanzar ese futuro, que parece que nunca llega, en el que dejar de sentirnos eternos agraviados, como viejos abertzales del Norte, heridos siempre por los desdenes de los más meridionales, tan en La Mancha.

Escudero, que parece más de sutil escalpelo que de agresiva navaja albaceteña, podría ser el nombre y el hombre.