La muy ilustre y centenaria ciudad de Sigüenza lleva diéresis, como las cigüeñas y como la vergüenza, para no leerse mal. Hasta ahí, todos de acuerdo y conformes.
En plena batalla de Arturo Pérez Reverte con las tildes y con alguno de sus colegas de la RAE, olvidar que río se acentúa sería como tomar partido por los abolicionistas de las normas ortográficas. O ser, tal vez, víctima de un poco disculpable descuido cuando lo que se anuncia sobre el escenario es un premio de poesía. Con tilde, siempre.
La cosa va un poco más allá, justo hasta el final de la línea (con tilde, también) cuando se equivoca el nombre del propio premio, que es el de un río de la provincia, que se llama Ungría, sin h que lo constriña. Y que, además, lleva tilde. O debiera llevarla para evitarnos a otros tener que escribir estas líneas. Con tilde, claro.
Todo lo que antecede, anécdota curiosa en un acto de relumbrón como es la entrega de los Premios «Provincia de Guadalajara», ocurrió este fin de semana. En Sigüenza. La de la diéresis, ya saben.
Qué solo (sin tilde) está Pérez Reverte en esto, aun estando tan rodeado de tantos seguidores…
Nos puede la indolencia y la ignorancia.