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11 septiembre 2024
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EL PASEANTE / Un Ayuntamiento ortopédico

Si el ejemplo último cundiera y la ciudad de los andamios se dedicara a cubrir con lonas todas sus carencias no daríamos abasto.

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Dado que el dinero sale desde hace décadas de las arcas municipales a voluntad, por criterios ignotos y a merced de los caprichosos designios de los que van llegando, habrá que sugerirle al Ayuntamiento de Guadalajara que invite a Pierre Lemaitre a darse una vuelta por la ciudad para que escriba sobre las penúltimas prótesis aplicadas a esta nuestra capital.

Para quien lo desconozca, el francés es un afamado novelista, que empezó tarde en eso de escribir y, sobre todo, en lo de publicar con éxito sus novelas. La más conocida e interesante quizá sea «Nos vemos allá arriba», no por cómo ilustra el saqueo de las arcas públicas sino por cómo se recrea en su protagonista, que perdió la cara en el frente de batalla y el empeño de este para ocultarse tras máscaras, a cual más ocurrente.

Algo así es lo que ha ocurrido con la fachada del Ayuntamiento, cubierto ahora por una lona que nos recuerda lo que era y va a dejar de ser, para seguir ausente mientras se repara la torre del reloj. Un trampantojo, un embeleco.

Este bienintencionado e inesperado recurso visual, ordenado por un equipo de gobierno que suele aplicar la cirugía sin anestesia y sin esperar al qué dirán, es un oasis de diseño en un desierto jalonado por los solares privados y los edificios públicos en trance de derribo de los que con detalle escribió días pasados el director de esta casa en un artículo que ha resultado ser uno de los más leídos del año.

Uno, con oficio de paseante, ve sonreír al concejal Santiago López Pomeda mientras se echa sobre las espaldas esa obra junto a la inacabada (pese a las promesas) de la calle Cervantes, la reparación pendiente del Barranco del Alamín, la reforma absurda de San Esteban y Prim, el interruptus sin fecha del puente de Aguas Vivas, el deterioro creciente del minigolf de Miguel de Fluiters, la ensoñación del encierro por la Calle Mayor, el parking del «Brianda» sin abrir con el del Ferial a medio vender más el recinto ferial menguante con problemas crecientes y se sorprende de que la sonrisa la mantenga un año después de estar en el cargo de coordinador del Área de Gobierno de Infraestructuras, Obras, Servicios Municipales y Festejos. Si todos los de Romancos son así, los headhunters de las multinacionales pronto asomarán el careto por ese pequeño pueblo de la Alcarria para descubrir el secreto de la resiliencia contra el desespero, un tesoro del que este paisano anda sobrado. Solo ante el peligro y más sonriente que Gary Cooper. Ahí está.

Es muy probable que Guadalajara nunca haya sido una ciudad lozana y hermosa ni con los Mendoza, que la enriquecían mientras la saqueaban.

Ha pasado un siglo ya desde que los ingenieros militares se empezaron a ir, después de arder la Academia, y desde entonces a uno le parece que la decrepitud y las gangrenas se han disimulado sólo con prótesis, más evidentes incluso que en la novela de Lemaitre.

Si el ejemplo último cundiera y la ciudad de los andamios se dedicara a cubrir con lonas todas sus carencias no daríamos abasto.

Los problemas seguirían ahí, eso sí, pero todo sería más divertido. Que falta nos hace.


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