Este sábado, 8 de mayo, se conmemora el Día Mundial del Comercio Justo, una fecha más que apropiada para reflexionar sobre la necesidad de apostar por un modelo de producción, distribución y consumo más respetuoso y justo con las personas y con la naturaleza. Y no sólo por una cuestión de justicia que, por supuesto, sino también por pura supervivencia. Y es que el actual modelo es absolutamente insostenible y es sinónimo de explotación, deforestación, explotación, hambre, precariedad laboral y desaparición paulatina del tejido económico local, del medio rural, de la agricultura y de la cultura alimentaria.
Cada uno de nuestros actos de consumo tiene repercusiones tanto en el Sur como en el Norte, y el rol de persona consumidora es uno de los que más veces vamos a desarrollar a lo largo de nuestra vida. De ahí la importancia de aplicar criterios de sostenibilidad y justicia a nuestros actos de consumo.
Por ejemplo, la elección de comprar alimentos ecológicos, de temporada y de proximidad en lugar de alimentos producidos a miles de kilómetros de distancia con pesticidas y en condiciones de explotación, contribuye a cuestiones como mantener vivos nuestros pueblos, sostener a los productores y productoras que optan por la agroecología, preservar los ciclos de la naturaleza y la cultura alimentaria o frenar la deforestación del planeta. Otro ejemplo: si realizamos nuestras compras en el pequeño comercio en lugar de en grandes cadenas de distribución, estaremos colaborando para mantener la actividad económica de nuestros barrios y los centros urbanos de nuestros pueblos y ciudades, por unas relaciones de cordialidad, afecto y transparencia entre quienes venden y quienes compran, por un modelo en el que se puede ir a comprar a pie o en bicicleta en lugar de en vehículo privado.
Así pues, ejercer una actitud crítica, respetuosa y responsable en materia de consumo y compaginarla con el ejercicio de una ciudadanía comprometida y coherente en otros ámbitos como el social, el económico o el ambiental resulta, pues, imprescindible para construir ese Otro Mundo Posible que cada día es más imprescindible.
El Comercio Justo cobra todo su sentido en este modo de entender la vida, en esta necesidad de avanzar hacia un mundo con más igualdad y justicia. Es una alternativa real y viable, que está al alcance de la mano y que, con no pocas dificultades, trata de abrirse camino en nuestros pueblos y ciudades. Los espacios de Comercio Justo son mucho más que tiendas: son centros de actividad social, que realizan una labor de sensibilización y concienciación y de apoyo a la movilización social. Son lugares que activan la conciencia crítica y la práctica de un consumo responsable, que facilitan el acercamiento entre las personas que producen alimentos y las que los consumen, que canalizan inquietudes y alianzas con otros movimientos sociales porque el Comercio Justo no es un hecho aislado, sino que se enmarca dentro de una lucha de transformación social.
Desde DiDeSUR llevamos más de 20 años trabajando en Comercio Justo, Consumo Responsable, Soberanía Alimentaria, Educación y Cooperación al Desarrollo. Son ámbitos de actuación que sentimos íntimamente relacionados porque nos permiten actuar en el Norte y en el Sur del mundo, tejer alianzas, concienciar, activar la movilización social y participar en un movimiento global que aspira a cambiar los actuales modelos de relaciones económicas y a participar en la construcción de alternativas.
Estos objetivos tan complejos los tenemos de manera permanente en el frontispicio y guían nuestras acciones diarias que, en lo concreto, son tan cotidianas como abrir una tienda de martes a viernes, participar en ferias, organizar actividades en centros educativos (fuera de pandemia), gestionar un grupo de consumo de productos ecológicos, contactar con artistas para ofrecerles exponer sus productos en nuestro pequeño escaparate, pedir miel ecológica de Puebla de Beleña, espárragos de Yunquera, café de Nicaragua, Cacao de Ecuador o quesos a Sigüenza.
Cada una de estas acciones, que pueden parecer rutinarias, las abordamos con la esperanza de contribuir a que el mundo sea un lugar mejor; a construir relaciones humanas basadas en la cordialidad, el cuidado y el afecto; a dar soporte a las mujeres y hombres de la provincia que apuestan por la agroecología, la artesanía y los proyectos respetuosos; a que la igualdad entre mujeres y hombres sea una realidad de manera urgente; a que las personas que nacen y viven en el Sur del mundo dejen de sufrir, porque en el planeta hay recursos suficientes para garantizar las necesidades básicas de todas y todos. Nuestro objetivo no es vender, faltaría más. Vender es el medio para seguir existiendo, para dar soporte a proyectos maravillosos, para demostrar que se puede hacer, que no es imposible, que está al alcance de nuestra mano y que es más fácil cuando nos unimos.
El Día Mundial del Comercio Justo nos parece un momento ideal para agradecer a todas las personas que apuestan por proyectos como DiDeSUR, que los sostienen, que los hacen viables y visibles. Y también para decir que nos sentimos fuertes para seguir siendo ese pequeño espacio de resistencia desde el que empezar a construir Otro Mundo Posible.