Cabanillas del Campo, el municipio con la renta per capita más alta de toda Castilla-La Mancha, ha saltado a la actualidad no por su atractivo como zona residencial, sino por otro motivo menos deseable. La Policía Nacional ha desarticulado a una banda que utilizaba dos chalés de lujo en la Comunidad de Madrid para cultivar, a resguardo de las miradas ajenas, marihuana.
El operativo se ha saldado con la detención, el pasado lunes, de 2 hombres y 3 mujeres además de la intervención de 1.100 plantas de marihuana. No es una cantidad especialmente elevada para las cifras que se alcanzan desde hace tiempo en esta actividad delictiva, que parece seguir en plena expansión. Hay otras 2 personas más, imputadas.
Además, los agentes incautaron un total de 21 kilos de marihuana lista para la venta, así como distintos efectos y útiles para el cultivo junto con balanzas de precisión, sistema de envasado al vacío y teléfonos móviles.
En las plantas primera, baja y sótano tenían dispuesto un complejo sistema eléctrico, de ventilación y de riego, perfectamente diferenciado en zona de cultivo y zona de secado.
Asimismo, en uno de los chalés habían elaborado un acceso oculto al subsuelo de las vivienda donde se ocultaba gran parte de la plantación, unas 500 plantas.
Desde octubre, bajo vigilancia
Según ha confirmado este lunes la Policía, la investigación se inició a principios del pasado mes de octubre. Fue entonces cuando los agentes conocieron que un individuo podría estar realizando «labores de cultivo y venta de grandes cantidades de marihuana». Le vigilaron varios días hasta confirmar que el sujeto vivía en Cabanillas del Campo, junto con su mujer, que le ayuda también para la buena marcha del negocio familiar.
Los chalés reconvertidos en plantaciones de marihuana se encontraban en Torres de la Alameda y en Perales del Río, cada uno con sus correspondientes encargados de velar por el crecimiento de las plantas. En ambas casas se habían practicado enganches ilegales a la red eléctrica, con un celo muy especial: uno de ellos estaba hecho a más de dos metros de profundidad. Lo que no pudo ocultar es que el consumo eléctrico en una sola de las viviendas multiplicaba por 20 lo ordinario de una vivienda de las mismas características.
Los chalés, situados en zonas residenciales de nivel medio-alto de las localizaciones, eran alquilados por dichas personas, pagando el alquiler de unos 1.000 euros al mes sin retrasos.