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20 noviembre 2024
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Sin indulgencia política, un año después

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El oficio de periodista es mucho más sencillo de lo que algunos quieren ver y, sobre todo, muy diferente a lo que se enseña en las aulas. Consiste, con todas sus variantes posibles, en ver lo que ocurre y contarlo, con la esperanza de que te crean y de que a alguien le sea de utilidad aquello que le dices.

A los periodistas nos suelen exigir, incluso los compañeros que organizan tertulias, temerarios ejercicios de anticipación, como si tuviéramos capacidades paranormales y extrasensoriales para vaticinar el futuro. Los resultados de ese empeño vienen a ser tan fiables como cuando los romanos acudían a los augures y estos hacían como que sabían lo que estaba por venir con solo ver el vuelo de la lechuza o después de interpretar el graznido del cuervo. ¿Qué augurarán para el futuro de Guadalajara las cagadas de las palomas, esas que por decenas o cientos han arrasado de forma indeleble el nuevo pavimento del Parque de San Roque? Para ellas, la Alcaldía sigue igual, la ocupe quien la ocupe.

Y sin embargo, el tiempo pasa y nos deja entre estupefactos y contritos a la vista de sus efectos. No hay que remontarse al Pleistoceno de nuestra vidas para comprobarlo: basta con recordar lo que hicimos hace un año, lo que fuimos, donde anduvimos y por dónde andamos ahora. A veces el resultado del experimento es espeluznante.

Miren la fotografía que encabeza este artículo.

En esa imagen, de junio de 2018, las autoridades políticas se unían a las autoridades religiosas, en curiosa y tradicional interpretación del laicismo oficial, para iniciar jubilosos y con cara de atentos monaguillos el Jubileo de la catedral de Sigüenza, la que nació como templo a la par que fortaleza militar para ayudar, en el siglo XII, a que la morisma cambiara de aires, más hacia al sur, a fuerza de mandobles.

En la primera fila se encontraba el entonces alcalde de Sigüenza, y presidente de la Diputación, José Manuel Latre; estaba el también por entonces delegado de la Junta de Comunidades en Guadalajara, Alberto Rojo; ahí se ve a quien tampoco es ya subdelegado del Gobierno en Guadalajara, Juan Pablo Sánchez, que no está en trance tampoco de dejar de senador, porque no lo es. Si aguzamos la vista, hacia el fondo localizaremos al que todavía era alcalde de Guadalajara, Antonio Román, que ahora sí es senador; fuera de foco, otras personalidades civiles y militares locales, provinciales, regionales y nacionales que obviamos enumerar. Todos, en busca de la indulgencia plenaria y de la foto. O, en caso de pecados imperdonables, al menos de la foto.

Ha pasado solo un año desde entonces y ya nada es igual. Imaginen dentro de otros cuatro años más, sin urnas y con tantos presupuestos por administrar, lo que la historia provincial nos puede deparar. Usted ya lo ventea, por sí solo y sin necesidad de demasiada imaginación. No le pida a este periodista que haga de adivino. No hace falta.

Será que siempre todo cambia para que todo siga igual, amigo Lampedusa

Al final, como al principio, todos bendecidos. Ni Dios ni el poder cambian realmente de manos.