Después de concitar la atención de la mayoría de los vecinos de Guadalajara cuando se llevó a cabo el derribo del edificio, la atención siguió fija para muchos en los primeros días por la aparición de restos arqueológicos en el subsuelo de la Plaza de Santo Domingo. La idea de recuperar algún resto de la muralla medieval de la ciudad sigue presente, ahora que se cumple el primer mes desde que se empezó la demolición.
Según van pasando los días, la curiosidad permanece, aunque la euforia disminuye. Y, como confirman los responsables de la excavación, habrá que esperar pacientemente para concluir el trabajo y sacar las conclusiones definitivas.
«Son trabajos delicados». Quien resume así la situación es el responsable de la empresa que ha asumido las labores sobre sobre el terreno. Se trata de un gabinete técnico creado hace años en Guadalajara, aunque buena parte de sus técnicos sean foráneos, dada la gran especialización de su trabajo. El gerente, Ildefonso Ramírez, conoce bien la ciudad, como alcarreño «de Salesianos» que es. No le ha sorprendido el alto interés despertado por esta excavación, al igual que confirma que tanto la promotora como el Ayuntamiento eran sabedores de lo que podría aparecer una vez se demoliera el llamado «edificio de los Solano».
Mayor ritmo de trabajo desde esta semana
Ramírez, eso sí, no ceja en su empeño de atemperar las expectativas y en no poner fechas concretas. «Hay ser cautelosos», insiste, en vísperas de que el personal implicado aumente. Será esta semana cuando lleguen haya más manos para afrontar lo que tienen por delante: una gruesa pared de tierra y, quizá, en ella restos de lo que fue uno de los torreones de la Puerta del Mercado. Si está, estará en ese grueso acúmulo que quedaba entre el sótano de la casa y la línea de fachada, que en el proyecto del siglo XIX quedó intacto… o quizá no. Puede que todos esos muchos metros cúbicos pendientes de extraer sean sólo un conjunto de escombros, si los que derribaron la muralla en 1845 se empeñaron en que así fuera.
La previsión es trabajar a mano en toda esa zona, la más próxima a Santo Domingo y que aún sigue oculta. Luego, según se vaya viendo, podría introducirse maquinaria para acelerarlo. Eso será criterio no sólo de los arqueólogos contratados sino también de los de la Junta de Comunidades, que legalmente son los responsables máximo de la supervisión. A la empresa le corresponde «la interpretación y valoración de los restos»; el mantenimiento de los mismos lo propone su cliente, el promotor… y la decisión última, la tiene la Administración regional.
En los últimos días, además del muro aparecido en el lado de Condesa de la Vega del Pozo, sólo ha llamado la atención un resto que podría ser de un horno. Nada parecido a lo que puede terminar aflorando… o quizá no. Pero todo, sin impaciencia.