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22 noviembre 2024
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Retrato de don Javier Sánchez Vara, ausente en Guadalajara y respetado en Madrid

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El domingo hubo toros en Madrid, lo cual no es ninguna novedad cuando estamos en temporada, incluso en sus postrimerías.

Decir que hubo toros en Las Ventas no es ninguna figura retórica, sino el fiel reflejo de la realidad: tres de Saltillo y tres de Arauz de Robles saltaron al ruedo.

El director de lidia fue un alcarreño con dos décadas de alternativa a sus espaldas (desde aquel lejano agosto del 2000 en Sacedón) y un poso de torero serio que merece este reconocimiento.

A Sánchez Vara cabría darle ya siempre trato de «Don Javier» desde este 22 de septiembre de 2019, en atención al respeto que se ganó en los tendidos. Fui testigo.

Lo bueno que tiene no haber tratado nunca a una persona es que las galanuras que se le dediquen no son prestadas ni compradas, sino sinceras. Eso es lo que le ocurre al que esto escribe con el diestro cuando habla, y bien, del Sánchez Vara de estos tiempos.

Ha ganado este don Javier en aplomo y en sapiencia, sin que eso le reste valor para enfrentarse a lo más marrajo de las dehesas de España, si fuera menester. A veces se le ven las pillerías, que son oficio también. Y sobrelleva con entereza lo de tener que aguantar a quienes esperan dibuje los muletazos como si hubiera nacido en Triana y no en La Alcarria, la tierra de las más duras capeas, como ya certificó va para un siglo el siempre intransigente Díaz-Cañabate. Para torear en andaluz ya tenemos a Juan Ortega, que aun no siendo molinés sino sevillano, es como si fuera de nuestra tierra, que es la de sus padres. Y ambos, además, torean igual de poco en el coso de Las Cruces: o sea, nada. Miserias de ser paisano.

Sánchez Vara sacó naturales de bello trazo y buen ritmo al saltillo y no se descompuso ante el arauz. Y, sobre todo, evitó el caos en el ruedo en más de una ocasión, como director de lidia que era, cumpliendo con su obligación.

Cumplir con tu obligación, ahí es nada. Eso es lo que siempre ha hecho este hombre y ahora mejor que nunca.

Para que luego digan que en las corridas de toros no se aprenden lecciones de utilidad en la vida para los que por aquí todavía andamos…