Texto y fotos: Augusto González y María Alonso
Aviso para viajeros inteligentes: vete preparando las maletas para conocer las Azores, si aún no lo has hecho. Puedes organizarte con la tranquilidad debida, a juego con la calma que inoculan en vena estas nueve islas, pero ni se te ocurra pasar la ocasión de conocer un paraíso verde en medio del Atlántico a menos de tres horas de Madrid. En cuanto llegue la primavera, te están esperando.
Para abrir boca, en esta sección de IDEAS PARA VIAJAR hemos comprobado a pie de sendero y desde lo alto de sus miradores lo mucho que ofrece São Miguel, la mayor y más conocida de las islas, de la que en buena medida es su compendio.
Aprovecha las imágenes y los datos que se incluyen en este amplio reportaje para empezar a trazar sobre la imaginación un viaje único y acorde con tus gustos personales. En eso, Azores tiene ahora mismo muy pocos rivales y a unos precios más que competitivos.
Verde paraíso
Para muchos españoles, Azores trae apenas a la memoria un anticiclón y una fotografía. El primero, existe más allá de los telediarios, pero suele moverse a un centenar de kilómetros del archipiélago del que toma nombre; de la foto famosa de unos presidentes bendiciendo una guerra lejana, ya nada queda.
Por contra, el que llega al aeropuerto «Juan Pablo II», tan limpio y reluciente como la isla entera, puede empezar un viaje para disfrutar cada minuto a su medida.
No es habitual encontrar por ningún lugar del mundo un destino turístico que nos haga sentirnos tan viajeros como éste. Para conseguirlo se suma una inteligente inversión pública desde hace más de tres décadas junto al hecho singular de que el turismo no haya ido en detrimento de otros sectores, como el de la ganadería. Estamos en el «país de las vacas felices», que pastan a sus anchas y son ordeñadas «in situ» en el propio prado con lecheras portátiles.
La felicidad de las frisonas propicia también, al permitir un turismo muy lejos de la masificación de Canarias o Madeira, la felicidad de quienes visitan Azores, cuya economía sostenible ha recibido reconocimientos internacionales. De hecho, cerca de la mitad de la energía que se consume proviene de las discretas centrales geotérmicas, apenas distinguibles entre el verde del paisaje.
Azores es un paraíso «antiestrés», en el que conviven sin molestias los grupos de turistas alemanes y portugueses con la todavía no muy nutrida presencia de españoles.
Tracemos, por tanto, un esbozo para quien quiera preparar su aventura particular en Azores. Lo haremos empezando por el principio, que en el caso de estas islas suele ser São Miguel y su capital, Ponta Delgada. A partir de ahí, el lector interesado no tiene más que adentrarse por los enlaces que se acompañan.
De mirador en mirador
Por cualquier carretera de la isla de São Miguel, la mayor del archipiélago de las Azores, irás flanqueado por hortensias, cuya flor se ha hecho tan reconocida que es incluso el motivo de muchos souvenirs (en cerrada competencia con las vacas, justo es decirlo).
A los 140.000 habitantes de São Miguel les encantan sus miradores tanto como las áreas de picnic que hay junto a ellos en muchos casos. Santa Iría, Salto do Cabalo (desde donde se atisban a la vez Furnas y Povoaçao), Pico de Ferro, Salto da Farinha, el mirador de “Despete que súas” (desnúdate que sudas)… todas son hermosas referencias para detener la mirada y serenar el espíritu.
Pero si hay que elegir uno, ¿por qué no el de Ponta do Sossego? El nombre le hace justicia, pero no hay cámara fotográfica capaz de captar y atrapar los matices de lo que desde allí se divisa.
El cementerio de Água de Pau es pequeño y encantador, con las sepulturas separadas por setos, como abrazos verdes a los que se fueron. Por toda la isla, las bananeiras arraciman sus frutos al cobijo de vallados vegetales, altos como murallas para poner a salvo de los malos vientos a la fruta de oro. Si un pueblo sabe ser sensible con la vida y con la muerte no necesita de más pruebas para merecer nuestra confianza.
Las «lagoas» y los pueblos impresionan
Cuando te quedes extasiado ante la belleza de la Lagoa Azul y de su hermana la Lagoa Verde, no repares sólo en las leyendas que explican su diferente color. Puedes también preguntar por las razones que llevaron a dedicar varios años en el primer tercio del siglo XX a tallar en la roca un túnel desde la laguna al mar, imaginar los sacrificios necesarios para conseguirlo, suponer los daños que causaban hasta entonces las ocasionales inundaciones… y valorar lo mucho que la isla debe a sus habitantes. En ese momento, seguro que la belleza del caserío de Sete Cidades, te parece incluso más intensa.
Lo que no encontrará el viajero por más que lo busque es ninguna de esas urbanizaciones que en otros países repiten el mismo diseño por decenas, centenas o millares de chalés. Con mayor o menor densidad y dispersión, el caserío se adapta al entorno. Y cuando revienta de color lo hace con el desparpajo de las casas de Salga, por ejemplo, donde hasta el amarillo fluorescente demuestra en las fachadas poder convivir con el arco iris.
Escribíamos de naturaleza y vegetación y hemos terminado haciéndolo de casas y pueblos. Cuando te des una vuelta por las Azores comprenderás que eso es de lo más natural, ante la integración perfecta del hombre y la naturaleza en los últimos cinco siglos.
Furnas: baños, paseos y un insólito cocido
No son pocos los que inician su recorrido por la isla por Furnas, yendo sin mayores preámbulos al Parque Terra Nostra. Es propiedad privada, hay que pagar una entrada de varios euros… pero lo merece sobradamente.
Al madrugador, la providencia le recompensará con un baño en solitario o casi solo dentro de uno de los estanques de aguas salutíferas más grandes e increíbles que pueden imaginarse.
Flotar, cerrar los ojos y entreabrirlos cuando tienes al alcance de la vista la mansión que preside el lugar te lleva directamente a “La montaña mágica”… si Thomas Mann hubiera viajado más allá de los Alpes para escribirla.
Sin prisas, una vez que las aguas ferruginosas y sulfurosas se hayan adueñado de tu piel, puedes pasar sin solución de continuidad a un “jacuzzi” de limpias aguas, también caliente. Será el momento de aceptar que el bañador, sobre todo si es de tonos claros o blanco, nunca volverá a ser el que fue. Avisado quedas.
Recompuesto el visitante tras pasar por el vestuario, hay que andar con rumbo o sin él por el parque. Si eres previsor y puedes permitirte el dispendio, recomendamos encarecidamente comer el inevitable cocido de Furnas en el hotel del propio parque Terra Nostra. La duda está en qué valorar más, si el excelente resultado de la cocción de la carne y la verdura o el esmeradísimo servicio del comedor. Lo uno y lo otro, inenarrable.
Damos por hecho que no has perdido la ocasión de acercarte a la zona donde se prepara el cocido con el calor del subsuelo, pero tanto o más interesante es dedicar el tiempo necesario a conocer la veintena de “nascentes” del pueblo, sin quedarnos sólo con la Caldeira Grande, la más fotogénica y fotografiada. Cada manantial tiene sus virtudes y su atractivo.
Déjate llevar. El propio recorrido ya tiene virtudes contra la ansiedad y el estrés.
Aventura con toda seguridad
São Miguel es una isla para andarla. Al igual que ocurre con las otras ocho islas del archipiélago de las Azores, aquí la naturaleza es un espectáculo, tanto por tierra como por mar: los que no han visto ballenas en su medio natural, aquí tienen la ocasión de embarcarse y avistarlas.
Y por si necesitas argumentos de autoridad, recordarte que las Azores ganaron el premio al Mejor Destino de Aventura del Mundo en 2023, los World Travel Awards.
Tanto si has elegido alquilar un coche como si lo haces dentro de una excursión organizada, la variedad de caminos es tal que satisfará al caminante inexperto o al más avezado en largas travesías por montaña. Basta con elegir y combinar las alternativas disponibles.
Un consejo prudente: las circunstancias climatológicas son cambiantes, tanto según el punto concreto dentro de la isla como por la altura e incluso en razón del momento del día. Asesórate antes de echarte a la carretera si eres de los que nunca encuentra sitio en la mochila para un chubasquero o de los que no gusta de la niebla. Para el resto, la experiencia será casi siempre memorable.
La hierba brilla aquí como solo brilla en España alguna vez con las lluvias de mayo. Los azorianos lo tienen todos los días: no te extrañes si, de vez en cuando, llueve.
Entre lo mucho que es casi imprescindible, con o sin bastones de caminante, está el sendero que baja desde Vista do Rei a la Laguna Azul, que no defrauda a nadie. En esa misma zona, la ruta hacia la Lagoa das Empadadas permite que nos rodeemos de la laurisilva preglacial, los últimos vestigios de la vegetación más antigua de la isla. Un ruego: aprieta el musgo de las paredes si quieres comprobar cómo es capaz de absorber el agua, pero no lo arranques; además de estar prohibido, sería una estupidez.
También puedes encontrar el brezo azoriano, una humilde especie endémica que durante siglos fue usada para las escobas de estas relucientes Azores. En el otro extremo del aprecio tendrían que estar las conteiras -o roca da velha, como también se las conoce- pero la belleza de estas campánulas invasoras llegadas desde el Himalaya hacen difícil aborrecerlas.
Ponta Delgada, principio y final
Ponta Delgada es conocida como la puerta de las Azores, como capital que es de São Miguel, su isla principal. De hecho, la imagen más difundida de esta ciudad es la de sus antiguas puertas monumentales, que un oportuno traslado a su actual ubicación salvó de la piqueta.
De contenidas dimensiones, sus calles más antiguas discurren entre la fortaleza militar de São Bras y la iglesia de São Pedro. A medio camino entre Europa y América, su misma arquitectura está entre la portuguesa continental y la colonial, con palacios y casas compartiendo colorido en el enlucido de sus fachadas. El manuelino se desborda, eso sí, en las fachadas de su principal iglesia, la Igreja Matriz.
Un buen lugar para intentar asomarse a la psicología azoriana es el Campo de San Francisco, la bellísima explanada que limita con el mar, siempre el mar, en una isla cuyos habitantes han mirado hacia tierra adentro durante los últimos cinco siglos.
Muchos de los tesoros de Azores y de sus habitantes está en el interior, ya sea en el de sus paisajes o en el de la propia personalidad de las gentes. Visto con ojos continentales, se diría que el azoriano ríe para dentro. Puede ser cierto o una injusta simplificación, júzguelo cada cual.
En esta bella plaza la hierba se empeña en crecer entre los adoquines, no muy lejos del monumento al emigrante y del altar dedicado a la veneradísima imagen del Santo Cristo de los Milagros. Apunte para curiosos: en unas islas como estas, hechas a escala humana por generaciones de hombres y mujeres sobrados de entereza, la religiosidad se mantiene casi en cada detalle, casi detrás de cada esquina, en los «imperios» por los pueblos y, sobre todo, en la celebración anual en honor a su Patrón.
En lo puramente material, Ponta Delgada ofrece al visitante todo lo que puede necesitar y más.
Los hoteles disponibles reúnen los servicios que justifican las estrellas de su categoría, el personal está más que formado en atender nacionalidades diversas. Las distintas ubicaciones proponen cada una su alternativa diferente en una ciudad que se camina a pie en pocos minutos, vayas donde vayas.
Entre las elecciones posibles destacaríamos el Marina Atlântico y el Grand Hotel Açores Atlántico, frente al mar; el São Miguel Park, junto al mejor centro comercial de la capital y a 100 metros de su más romántico parque, sin por ello estar lejos de nada; el Hotel Talisman, para los que gusten de estar en el mismísimo centro, en calle peatonal y en un entorno a juego con la historia de las islas… Para los que busquen salirse de un entorno urbano sin dejar la civilización, les recomendamos una propuesta muy especial, que es la que ya apuntábamos al escribir sobre Furnas.
Paseos y copas
Al caer de la tarde, las calles del centro de Ponta Delgada cobran una vida especial. Si es verano, no faltará un espectáculo gratuito y distinto cada noche delante del Ayuntamiento.
Además de las terrazas de bares y restaurantes, zona de especial interés es Portas do Mar, donde el trasnoche se hace fácil y en nutrida compañía, a escasos metros del Atlántico. En cualquier caso, disfruta: si es fin de semana y el curso ha comenzado, no te extrañes si la tuna universitaria te retiene con ellos y su música a las puertas de cualquier bar.
Portas do Mar aporta, además, un gran potencial para el desarrollo turístico de la ciudad y de la isla toda: allí tienen su sede las mayores empresas de actividades para el turista; es el punto de atraque y atención para los cruceros que cada vez en mayor número llegan a Ponta Delgada y permite el amarre de veleros y barcos de recreo que también llegan desde los más inesperados países, según dejan constancia con sus pinturas conmemorativas en la escollera.
Quien vaya con tiempo suficiente, hará bien en dejarse caer por Caloura. En esta parte del sur se respira bonanza económica, arracimada cerca de alguna de las mejores playas que por aquí pueden encontrarse.
Gastronomía
Más allá del alojamiento y de alimentar el espíritu, el viajero que llega a las Azores no debe ni puede dejar a un lado la buena mesa, a unos precios equilibrados, similares en unos y otros restaurantes y dominados siempre por la excelsa calidad del pescado.
Si de comer carne se trata, lo mejor es acudir a Ribeira Grande y darse un adecuado homenaje en la Associação Agricola de S. Miguel en Campo do Santana, sin olvidar el celebérrimo cocido de Furnas, que es cuestión aparte.
En Ponta Delgada, dentro de una oferta amplia y de garantía, es fácil acertar, incluso recurriendo a las web más conocidas en esto de orientar sobre la hostelería local. Al arriba firmante aún le asoma la melancolía al recordar el añorado «Delicias do Mar», escondido y humilde, que mientras estuvo abierto tenía una oferta arrebatadora: su propietario, desde su inconfundible mostacho, ofrecía a tus ojos y a tu consideración el pescado (fresquísimo) disponible, ni más ni menos; lo preparaba delante de ti y se aseguraba de que era de tu agrado porque, como el no olvidaba en insistir «Se não gusta, não paga». El precio era similar al de otros locales con más enjundia, pero la experiencia era irrepetible para quienes se aventuraron por Azores hace una década. Ahora, lo que toca es buscar las alternativas, que son muchas y apetecibles.
Por lo demás, el turista español haría bien en vencer su conocida aversión a consumir los entrantes no pedidos, que suelen ir más allá de la simple mantequilla salada. Si le ofrecen queso blanco con molho, no lo descarte… pero tenga cuidado si no soporta bien el picante; la combinación puede ser tan agradable como explosiva.
Sobre la carta, elegir lapas (en cualquier de sus dos variedades y en los tamaños que corresponda, según el proveedor y la época) es casi obligado, pero también dejar hueco para los postres. Una sugerencia: en A Tasca, otro clásico, pruebe las barquinhas de améndoas; salvo que no seas nada goloso, seguro que comes más de una. Mejor que muchas tartas de Santiago.
Sea como fuere, prepárate con un buen desayuno (en el que no faltará el queso de São Jorge, la piña, los plátanos ni otras frutas locales) para unas jornadas apasionantes. Las tuyas, como tú decidas que sean. Solo o en la mejor compañía.
Lo que no te puedes perder
Sube y baja, baja y sube por toda la isla para asomarte a los muchos miradores dispuestos para contemplar la tierra y el mar. Te darán una idea precisa de dónde estás y serán un continuo regalo para la vista.
Qué hacer
Si eres de los que no acostumbran a hacer turismo activo, aprovecha para descubrir lo excitante (y, luego, relajante) que puede ser moverse al ritmo de las actividades que te ofrece la isla, incluso si sólo te animas a un sosegado paseo a la orilla de una de sus «lagoas». Para espíritus más intrépidos, barranquismo y buceo son dos grandes opciones.
Dónde comer
Pescado «grelhado» lo vas a encontrar en cualquier restaurante, con garantía de frescura. Si estás en Ponta Delgada, la oferta es amplia.
Dónde dormir
Cualquiera de los hoteles de 4 e incluso 5 estrellas de Ponta Delgada te ofrecen servicios sobrados para hacer placentera tu estancia. Si quieres más lujo, date un capricho en Furnas, en el hotel «Terra Nostra», dentro del parque del mismo nombre.
De interés
SATA, la línea aérea regional, tiene vuelos directos desde Madrid buena parte del año; cuando no es así, opera en combinación con TAP. En todo caso, para ampliar datos útiles, resulta muy práctica la web turística oficial.