Los milagros laicos existen. Más de lo que creemos, incluso. A falta de curaciones atribuibles a la divinidad o de levitaciones místicas que ya sólo se producen si las gestiona Elon Musk, a la gente del común todavía nos queda la posibilidad de toparnos con fenómenos insólitos, sobre todo por inesperados.
De otro modo no cabe definir la posibilidad de viajar a Florencia, Pisa, Siena y a la Toscana toda por apenas 15 euros.
No hay trampa en ello y sí un rato largo de placer detrás de esta propuesta. Basta acudir a ese zoco llamado Amazon y dirigirse derecho al tenderete adecuado para encontrarse con una pequeña joya que lleva por nombre «Recóndita armonía». Como hay varios libros homónimos, aclaremos de entrada que este toma su nombre de un aria de «Tosca» y que nos estamos refiriendo al escrito por Carlos Pascual para la editorial La Línea del Horizonte en su colección de textos viajeros, que supera la treintena.
Con Youtube, Instagram e incluso el etéreo TikTok haciendo pasar por un arcaísmo la literatura de viajes –especialmente para los más iletrados de entre los muy empachados de tanta información como facilita Internet– reconciliarse con la palabra, el conocimiento y la imaginación es un regalo. Más aún cuando hablamos de una de las regiones con más densidad de genialidades humanas de todo el orbe. Por si algo se nos pega.
Un viaje tan intenso como ameno
El libro es breve y su formato no mucho mayor que el de los más recientes smartphones. Una edición muy cuidada desde la portada hasta el colofón. Más pequeño, en cualquier caso, que una tablet. Y con mayor capacidad para el espectáculo.
Carlos Pascual, con una larga trayectoria tanto en «El País» como en «Viajes National Geographic», tiene la osadía de condensar toda la Toscana en apenas un centenar de páginas, envolverla en frecuentes referencias operísticas, trazar un mapa mental por los numerosísimos vínculos de ciudades y paisajes con el cine… y no dejar de ofrecernos una meticulosa guía que se lee de un tirón y que se disfrutará plenamente cuando los subrayados a lápiz, hoja tras hoja, se conviertan en los hitos de un futuro viaje. O de muchos viajes, pues revivir como se merece lo vivido y reseñado por el autor no es para andar acelerados.
Habrá que agradecer a Carlos Pascual, además, el equilibrio aplicado en una prosa que recuerda a los clásicos del género, trufada con ocasionales dosis de ironía e incluso humor, pero sin rastro de las coñas, chascarrillos chuscos, obviedades y petulancias que asolan mucho de lo que se sufre por la Red.
Si la Toscana, recordando a Pascal, «es el país más civilizado del mundo», hay que tener mucho pulso para que te sea inevitable zambullirte en este viaje, con la amenidad y el rigor siempre por bandera.
Lo que nos regalan por algo más de 14 euros Carlos Pascual y su editor es una guía puesto que es fácil seguirla, espiritualmente en primera instancia y después todo lo físicamente que uno quiera o pueda, según aguanten los pies y la cartera. La relación de lo que hay que ver es completa y tampoco nos hurta, así cómo de pasada, consejos de buen samaritano para indicarnos dónde comer bien e incluso prevenirnos de azarosos problemas al intentar dejar el coche al pie de un agreste y amurallado pueblo. Y todo, sin perder el hilo ni un solo momento.
El recuerdo de Pucinni, los Medici y la legión artística de varios siglos nos hace más soportable a ese Savonarola que nos sale al paso y en el que aún se fijan los savonarolas del presente. Todos comparten escenario con esa Florencia donde «las palomas tienen cada vez más difícil entre pinchos y mallas, cubrir de canas los cabellos del Perseo y Medusa de Cellini y otras estatuas honorables». Otros, llegado el caso, es probable que hubiéramos llamado mierda a la mierda. Pero no seríamos Carlos Pascual, que se apiada de todos nosotros y nos insta también a no ascender al campanile y cambiar la temeraria idea por una más llevadera visita al Museo d’ell Opera en busca de Della Robbia y Donatello. O a llegarnos a Fiésole para tomar asiento y distancia desde la que admirar en su plenitud la cuidad del Arno.
Lucca, «donde la buena vida es proverbial»; Barga, la guarida de la Befana, esa bruja buena; Pisa y sus muchas historias; Pistoia y sus evocaciones incluso compostelanas; Siena y su Palio sentido hasta los tuétanos dentro de la catedral; San Gimignano y el exceso de visitantes, aunque de sus torres sólo se suba a una; Volterra y los azares de «Crepúsculo»; Arezzo y los etruscos sin desdeñar La giostra del Saracino… hasta echar más que buenos ratos en pueblos como Certaldo, Pienza, Montelpuciano, Montefioralle o Monteriggioni para terminar desembocando en el mar con nuevos descubrimientos que harían llorar de añoranza al siempre contenido Felipe II, por las huellas que de su reinado aún permanecen en la costa.
Ya avisábamos que el tiempo y el espacio se dilataban hasta lo milagroso en las páginas de este libro.
Alude Pascual a los santos cefalóforos, como ese San Miniato florentino, que cuando los romanos le cortaron la cabeza la recogió y se fue con ella tranquilamente hasta el lugar donde quería que los cristianos levantaran una iglesia para recordar su martirio.
Cefalóforos los sigue habiendo, aunque muy lejos del santoral, capaces de apabullarnos con su sola y multitudinaria presencia de pollos descabezados con propósitos turísticos. Para evitarlos a ellos y no tener que odiarlos, leer esta «Recóndita armonía» de Carlos Pascual puede ser un bálsamo y, sobre todo, una brújula certera.