Al periodista no le queda mucho más atajo para ser leído que disfrazarse de Matías Martín, al menos de vez en cuando. Espera así, ejerciendo como el personaje de "La Colmena", inventor de palabras, que los que entran a esta columna sean más que de costumbre. Si, además, el neologismo improvisado se empareja con un nombre ilustre, su propósito quizá tenga éxito y todos nos quedemos tan contentos: el que escribe, los que leen y el homenajeado.
Vino Ramón Tamames por Guadalajara este viernes, de la mano de Siglo Futuro y con asiento en el Centro Cultural de Ibercaja. Asiento, ciertamente, no quedaba ni uno libre desde minutos antes de la hora fijada para la conferencia, en la que hablaría de Dios, de los hombres y de sí mismo. Más o menos, lo que todos hacemos cada día, pero él con mayor capacidad de magisterio.
Magistreaba, pues, el profesor Tamames y la cabeza de quien se lo narra se iba por otros vericuetos.
Disculpará el lector la digresión, pero a uno le parece que el mayor mérito de Ramón Tamames a sus 85 años no es lo que dice sino ser él mismo. En su trashumancia de español impenitente y de intelectual penitente por la reciente Historia de España encontramos todos un ejemplo. ¿Ejemplo de qué? Pues de una cabal supervivencia, la misma de la que a veces dudamos los que queremos huir de los sectarios y quienes aún nos entregamos al vicio nefando del pensamiento en libertad o en sus aledaños.
Al profesor Tamames no le bastó con que le nacieran en el Madrid republicano, cuando el invento aquel era de derechas y Largo Caballero todavía no había intentado la revolución. En su amplitud de miras como adulto algo debió influir el pasar la infancia entre los pupitres del Liceo Francés. Andando los años, cuando en París levantaban los adoquines buscando la playa, el hijo del doctor Tamames conseguía una cátedra de Estructura Económica en Málaga. En aquel mismo 1968 de tantos revolucionarios a la violeta (Larra nos disculpe) ya llevaba nuestro hombre 13 años como miembro del clandestino Partido Comunista de España. En otro año decisivo para el país, el 1975 de la muerte de Franco, es cuando comienza a ejercer en la Universidad Complutense. Meses después, será diputado comunista en las Cortes de Fraga, Blas Piñar, Alberti y "La Pasionaria"; un tiempo más tarde, concejal de Tierno Galván; un poco más allá, diputado en Cortes por Izquierda Unida… hasta arribar en 1989, fugazmente, en el efímero CDS, para el que llegó a pasarse alguna vez por la sede guadalajareña, un piso encima de lo que fue el Coliseo Luengo, junto a nombres como Fernando González Gálvez, Rufino Sanz Peinado, Moratilla…
Y después de todo esto, Ramón Tamames magistrea porque quiere y porque puede.
Visto desde Guadalajara, que es donde el arriba firmante ha podido volver a estrechar su mano en el día de la fecha, al profesor Tamames algunos le agradeceremos siempre que con su "Introducción a la economía española" nos ayudara a escapar indemnes de otras lecturas más farragosas como aquel malhadado "Samuelson", ladrillo infumable que recetaban en la Facultad de Ciencias de la Información con el ánimo de aligerar las aulas de aspirantes a periodistas. También le recordaremos en el comedor del "Amparito Roca" originario, puesto que a Tamames se le ha ganado siempre más fácilmente por el estómago que por la adulación.
Magistreó don Ramón en la capital de La Alcarria ante un público tirando a provecto, que se encontraba feliz de contemplar de cerca a un famoso que, a diferencia de otros muchos, cuando habla no insulta a la inteligencia.
Y aun con todo y con eso, convengamos que lo mejor de ese hombre de pelo y peinado indefinibles está en lo que fue y en lo que va siendo tanto más que en lo que nos cuenta. Hay que tener mucho valor y, sobre todo, muy bien criterio, para hacer de la propia vida la biografía que a uno le peta y no la que otros, tantos otros, procuran imponerte.
El acto se cerró con aplausos. La RAE no sabe lo que es magistrear. Tamames lo ejerce.
Postdata gráfica
Fue Cela, otro ilustre transeúnte por las alcarrias, el que dio vida en la versión cinematográfica de "La Colmena" al inventor de palabras, en el viejo café. Este vídeo lo recuerda: