Disculpará el lector que le hable en primera persona, pero en este 11 de noviembre de 2019 no está el tiempo para elevarse a ningún púlpito. Hace ya mucho que los periodistas no somos oráculo de nada, apeados de la peana por nuestros lectores desde las redes sociales. Por eso, en esta mañana de resaca electoral sólo quiero compartir con quienes tengan a bien leerme alguna de las sensaciones que como ciudadano me rondan en la cabeza desde la víspera y otras que se han confirmado con el primer café.
Nada más salir el lunes a la calle, una amable mujer de no demasiada edad se me alegraba en la cara de que Vox hubiera conseguido un diputado por Guadalajara. Al preguntarle el nombre del candidato, me ha respondido convencida: "Sí, hombre, Antonio de Miguel". Me ha costado esfuerzo convencerla de que su diputado en las filas de Abascal se llama en realidad Ángel López Maraver, más conocido en Madrid como cazador que como político y que apenas ha pisado Guadalajara ni siquiera en campaña electoral. Algo menos paracaidistas que él son Echániz o Valerio, aunque no siempre ni según se mire.
La anécdota ilustra parte de lo que tenemos delante, pero no todo. Vale para certificar que en Guadalajara se ha votado en clave nacional, con los arrebatos propios de quien ve los telediarios cada día o del que sufre las comidas familiares del fin de semana, dos escenarios propicios para que el razonamiento naufrague bajo las sensaciones.
Aquí no hay programa que valga ni promesa que se incumpla porque seguimos primando el hiperliderazgo dentro de los partidos en vez de presentar propuestas para mejorar una realidad que se nos deshace entre los dedos de la mano. Esa misma mano que luego va y vota sin saber a quién aunque quizá sí a qué.
Por lo demás, el racarraca de la España Vaciada ya tiene su hito con la presencia de "Teruel Existe" en el Congreso y el Senado. A ver quién tiene los argumentos bien puestos para inventarse algo similar en esta provincia para las próximas citas electorales, habida cuenta de que a victimistas no nos gana nadie y ya tuvimos el PRGU. Aunque, todo sea dicho, como reacios a comprometernos y a campeones en lo de quejarnos como no corresponde tampoco encontramos rival.
¿Realmente debemos alegrarnos de que la cámara de representación NACIONAL se llene de diputados que sólo se miran su ombligo local antes de dar o quitar el apoyo al que mande, tanto si este es Dios como si es el diablo? De las anchoas de Cantabria hemos pasado al jamón ibérico turolense, al tiempo que los del Bloque vuelven para reivindicar una Galicia independiente de España. Manda carallo.
Así las cosas, con el bloqueo institucional por delante y la radicalización de las calles por detrás, a uno le entra un momento de debilidad y le da por soñar una España con más filósofos y menos politólogos. La hubo hace un siglo, cuando Ortega y Unamuno, ya saben. De inmediato, la melancolía te invade cuando caes en la cuenta de que aquellas dos mentes privilegiadas acompañaron a sus compatriotas hasta una guerra civil.
Como para confiar que los actuales, que no son Ortega ni Unamuno ni por el forro de sus indigencias, vayan a arreglar nuestros problemas y dejen de ser, de una puñetera vez, nuestra condena.