Faltan algo más de tres meses para llegar al 26 de mayo y ponernos ante las urnas o ante la abstención, que en democracia cada cuál sabe mejor que nadie lo que quiere o le apetece hacer con su voto.
Y según se acorten los plazos, aumentará la confusión entre las expectativas y las conveniencias de unos partidos y otros. El interés de los ciudadanos en su conjunto siempre es secundario, un añadido que si hay ocasión se satisface para asegurarse el favor de los electores y, si no, se ignora con desdén y con cinismo.
En las últimas horas, se han recrudecido los mensajes desde el Partido Popular, redoblando su confianza de reeditar en Castilla-La Mancha el acuerdo andaluz de Gobierno, con Ciudadanos de socio interno y con Vox como facilitador externo. La insistencia y el entusiasmo que le pone el PP a esa posibilidad indica claramente lo improblable que resulta.
Lleva meses Albert Rivera avisando de que hay regiones, como la que preside Page, donde el partido naranja está por la labor de facilitar a los socialistas mantenerse en el poder, como ya hizo tanto tiempo con Susana Díaz. En lo que se refiere a Castilla-La Mancha no es que lo diga Rivera, es que se ha venido trabajando en ese escenario desde hace al menos dos años.
Aún es posible recordar el buen rollo que se respiró en la reunión entre PSOE y Ciudadanos en Toledo. Aquel día, se justificó el encuentro y las sonrisas en la facilidad con que se habían puesto de acuerdo para una futura reforma del Estatuto de Autonomía. De aquella excusa nunca más se supo, pero la imagen permanece. Y las posibles consecuencias para un pacto futuro, también. Los excesos pirotécnicos de Orlena de Miguel cuando le preguntan, en su zaherir por igual a izquierda y derecha, no esconde por dónde van realmente los tiros y la estrategia.
El reto cívico, intelectual e íntimo que deberá superar el votante en Castilla-La Mancha será llegar a tener muy claro qué es lo que vota si vota a Ciudadanos, porque el sentido de la papeleta en cuestión variará desde un voto implícito al PSOE a un eventual ménage à trois con el PP y Vox, dependiendo de que la institución en litigio sea un ayuntamiento capitalino o no, las Cortes regionales o esta o aquella Diputación. A conveniencia y criterio de don Albert.
Lo más sencillo sería que Ciudadanos, que tanto se juega y tanto quiere decidir, dejase claro por anticipado con quién se va a juntar, a quién apoyará. No lo hará. Pero debería hacerlo.