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21 noviembre 2024
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¿Qué fue de la mujer cuyo cadáver se buscaba en la R-2?

Agentes del FBI se desplazaron en mayo para colaborar en las pesquisas. Creían que el marido de Ana María Knezevich Henao la mató y luego se deshizo del cuerpo en la R-2. Ahora están en Italia. En los últimos días se han buscado los restos en un bosque cercano a Vicenza. Ni los drones con cámaras térmicas ni los georradares empleados han servido para dar con algo.

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Agentes del FBI se plantaron hace meses en España para colaborar en la búsqueda de Ana María Knezevich Henao, la mujer colombo-estadounidense desaparecida el pasado 2 de febrero en Madrid.

Siete agentes, siete, directamente implicados dentro del en la investigación del caso, junto a agentes de la Policía Nacional, buscaron el cadáver de la empresaria tanto en Guadalajara como en Soria e incluso más al norte, ya que barajaban como principal hipótesis que su marido recorrió varios miles de kilómetros en coche para matarla y luego se deshizo de su cuerpo en el entorno de la R-2. Ninguna prueba de que eso fuera así, ni en aquellos días finales de mayo ni ahora.

Los agentes estadounidenses utilizaron su propio equipo técnico «para la localización de torres de datos y cobertura móvil», según detallaba ‘El Periódico de España’.

¿Qué ha pasado, tres meses después? Pese a que las batidas se prolongaron un tiempo en territorio español –con guías caninos e incluso los GEO por el cauce del río Jalón–, la búsqueda de nuevas pistas ha llevado a los investigadores hasta Italia. Más concretamente, en los últimos días se han buscado los restos en un bosque cercano a Vicenza. Ni los drones con cámaras térmicas ni los georradares empleados han servido para dar con algo.

LA DESAPARICIÓN
El marido de la desaparecida, David Knezevich, de nacionalidad serbia, fue detenido el pasado 4 de mayo en el aeropuerto internacional de Miami (EEUU) por su presunta relación con el caso, gracias a la investigación llevada a cabo durante dos meses por la Policía Nacional, en colaboración con la Agregaduría de Interior de Belgrado, el FBI de Florida, y la Policía de Colombia.

Durante esas pesquisas, la investigación siempre se centró en el marido, del que Ana María se estaba separando. El proceso de divorció comenzó en enero y se tornó «muy duro y complicado», hasta el punto de «pedir ayuda médica por depresión», explicó entonces a Europa Press el presidente de SOS Desaparecidos y portavoz de la familia, Joaquín Amills.

Para poner tierra de por medio, Ana María llegó en diciembre a Madrid, donde vive una amiga de la infancia, y se instaló en un piso cuyo alquiler caducaba en marzo. Por ello, el día antes de la desaparición ambas estuvieron mirando una nueva vivienda. La última comunicación fehaciente de la desaparecida fue el 2 de febrero a las 11.30 horas comunicando a su amiga que no le había gustado.

Su amiga le escribió ese mismo día, sin obtener respuesta, y el siguiente. Preocupada, le llamó por teléfono sin éxito. Era muy extraño que no le contestara porque el 5 de febrero viajaban juntas a Barcelona para asistir a un evento y Ana María «estaba muy ilusionada con ello». De hecho, llegó a ir en vano a la estación de Atocha ese por si acaso hubiera perdido el móvil.

UN MENSAJE DE WHATSAPP MUY EXTRAÑO
Así las cosas, a las 13.00 horas del 3 de febrero tanto esta amiga como otra que vive en Europa y que iba a visitar en breve a Ana María a su casa de Madrid recibieron un mensaje idéntico en WhatsApp –la primera en español y la segunda en inglés– provenientes del móvil de la desaparecida en los que les dice que «había conocido una persona maravillosa y que se había ido con ella a una casa de campo situada a dos horas de Madrid, pero que allí hay mala señal, por lo que ya contactarán con ellas cuando regresara».

Nunca más desde entonces han recibido mensaje alguno de ella. Además, tanto las destinatarias como la familia de Ana María no creen que lo escribiera ella, ya que no es su forma de hablar ni de escribir. «Parece como si le hubieran pasado un corrector», apunta Amills.

Alarmadas, la amiga española acudió al domicilio de la desaparecida. Al no responder nadie a la puerta, llamó a los servicios de emergencias. Tras contarles lo ocurrido, los Bomberos entraron al piso por una ventana y comprobaron que no había signos de violencia ni desorden, sino lo normal en estas estancias.

Eso sí, una vecina afirmó que había visto luz en la vivienda la madrugada del sábado 3 de febrero. Y que en ese fin de semana intentaron taparon con un espray negro la cámara del teléfono de la entrada y la de seguridad junto al ascensor.

DENUNCIA EN COMISARÍA
Ante todo ello, interpusieron una denuncia por su desaparición ‘inquietante’ en la comisaría de la Policía Nacional. Pidieron a la Policía que geolocalizasen el móvil de Ana María, que ahora dejó de dar señal, para comprobar dónde fue la última vez que se conectó el terminal. Y accedieron a su vivienda, como así hicieron, encontraron restos de ADN.

También solicitaron que comprobaran las cámaras de seguridad del edificio en el que vivía y los alrededores. Este trabajo dio sus frutos, y averiguaron que un hombre extranjero compró espray y cinta adhesiva en una tienda cercana a la casa de la desaparecida y que en su mismo edificio, pese a intentar cegarlas, las cámaras de seguridad captaron los ojos de un hombre con gran altura con un casco entrando ese día en el edificio y saliendo por la noche del mismo con una maleta de grandes dimensiones, donde podría ir el cuerpo de la Ana María.

Los investigadores creen que esa persona es su marido, el ahora detenido, que habría viajado en coche desde su ciudad, Belgrado, hasta Madrid. De hecho, la misma noche del secuestro una cámara de seguridad de un peaje de la R-2 captó la matrícula de su vehículo alquilado saliendo de Madrid dirección Guadalajara. Por eso, en mayo los agentes centraban la búsqueda del cadáver en las inmediaciones de esa carretera radial.

Las pesquisas también apuntan a que el móvil del presunto crimen, aunque podría tener algún componente pasional, está directamente relacionado con la repartición de bienes derivado del secuestro. Su matrimonio y negocios atesorarían una gran fortuna y el marido quería una parte mayor del pastel, mientras que Ana María insistía en una división equitativa.


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