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27 octubre 2024
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EL PASEANTE / ¡Qué cachondo este Neptuno!

Este artículo tiene tan poco fundamento como aquellos que ya han empezado a cebarse con Neptuno en la Plaza del Jardinillo. El Paseante lo explica, hasta con un vídeo.

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Aceptemos que Guadalajara es una ciudad donde sólo hay viejos. Y no porque lo diga este paseante sino porque lo proclamó ante Broncano, con éxito singular, una deportista realquilada en la ciudad. Viejos seremos, pero cachondos. Y no sólo en el sentido sexual del término, algo que sería indeseablemente embarazoso, sino en sus más diferentes expresiones.

Si en Guadalajara sólo hay viejos, viejo habrá sido el que ha convertido al Neptuno, con su vejez a cuestas de más de 500 años también él, en el Lucero del Alba y en el Rey de las Discotecas en época estival, blasonado con la incansable luminaria que lo adorna en estos momentos.

(Vídeo: La Crónic@)

Uno se imagina al anciano responsable de la ocurrencia, dado que aquí sólo viven viejos, acertando a colocarle en la boca la intermitencia al delfín fiel servidor del que un día fue Dios de las Aguas y ahora es uno más de la pandilla. ¡Qué diver!

Un poco más arriba falta un dedo del pie de Su Hídrica Divinidad, apéndice que se llevó junto con el tridente un energúmeno hace años. Para que no se repita, el hierro ya no toca el mármol y, además, está agarrado con una cadena de cuestionable fortaleza. A ver lo que dura.

Pero sigamos.

Puestos a ser originales, en la Alcarria también se rompe el estereotipo del anciano más agarrado que un chotis, incapaz de soltar diez céntimos en el cepillo de la iglesia: más que eso es lo que alguien (alguno) ha dejado en el recoveco del pie de la estatua, bien alojado, para que no se caiga. Ahí esta la moneda, como prueba de lo que decimos.

Ya verá el lector como dentro de poco crecen y se reproducen los euros arrojados a la sombra de lo que en su día fue Banco de España y ahora es la atalaya desde la que se reparten catastrazos, de los que tanto nos quejamos tantos. Si un tonto hace ciento, aquí hay más, porque se nos reproducen por esporas. ¡Tiembla, Fontana de Trevi, con las próximas cosechas de monedas en la Plaza del Jardinillo!

Los viejos de Guadalajara, esos que en efecto se resisten a morir como si esta fuera una ciudad digna de ser vivida, ocasionalmente se deben transmutar en cuerpos adolescentes, porque daba gusto contemplar la euforia que en miles de ellos levantó, en la Concordia, el triunfo de la selección:

Sólo los viejos de hoy recuerdan, en ese mismo lugar, al «Chapa», que los perseguía por el parque cuando se reían de él, haciéndoles correr casi hasta el ventanuco de Pepito, en Santo Domingo, para allí continuar con la pagana ceremonia y burlarse también de él con el hiriente tetitotititollas que los imberbes le espetaban, sin asomo de respeto.

Burla burlando, vamos llegando al final de este artículo, que tiene tan poco fundamento como aquellos que ya han empezado a cebarse con Neptuno, cagado como va estando de palomas después de los 10.000 euros de su limpieza. Todo en una fuente sin apenas agua pero que nos refleja como somos. Jóvenes viejos camino de la nada, entre bromas y veras.

O sea, humanos.

Con urbanidad o sin ella.

Un puro salpicón de paisanos bajo el tórrido calor de este verano.


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