Fue hace muchos, muchos años, cuando todo el entorno del Hospital Universitario de Guadalajara se declaró libre de humos. Tan lejano en el tiempo está ese momento como lustros han pasado desde que María Antonia Pérez León, la inquieta política socialista, andaba por allí, encargada de la gerencia del complejo hospitalario antes de llegar a presidenta de la Diputación y mucho más.
Dicen que el tiempo es el olvido y será por eso que el humo del tabaco persiste, aunque sea sólo en el exterior y a hurtadillas. Tanto, que ni los que fuman ni quienes lo permiten se toman la molestia de recoger las colillas, como se comprueba en las fotografías de LA CRÓNICA.
Si los encargados de la cosa necesitan que les indiquemos donde están esas montañas de cigarrillos en estado de cadáver in aeternum, llaman a esta Redacción y se lo contamos… aunque están tan a la vista que parece increíble que incluso ellos no lo hayan visto.
Fumar está prohibido «en todo el recinto del hospital»
Desde el día después de los Santos Inocentes de 2016, un 29 de diciembre, en la web del propio hospital se recuerda con minuciosa precisión la prohibición de fumar allí.
«Desde el 1 de enero de 2006, el Artículo 7 de la Ley 28/2005 establece la prohibición de fumar en “Centros, servicios o establecimientos sanitarios, así como en los espacios al aire libre o cubiertos, comprendidos en sus recintos” y determina las infracciones y sanciones económicas para quienes no respeten esta normativa, tanto de forma aislada como reiterada».
Tras una larga reconvención sobre los males que trae lo de inhalar humo de tabaco, la página remata con una coda final:
«Dada su toxicidad para uno mismo y el entorno, es preciso recordar a los trabajadores y usuarios de los Centros Sanitarios del Área de Guadalajara la prohibición de fumar en “Centros, servicios o establecimientos sanitarios, así como en los espacios al aire libre o cubiertos comprendidos en sus recintos”. La negrita es suya, pero podía haber sido nuestra.
Obviamente, la nicotina en los pulmones es, además de una decisión individual y un hábito difícil de quitar, algo menos relevante que las listas de espera, los atascos en Urgencias, la profusión de médicos residentes en estado de aprendizaje (que trabajan más y cobran menos que algunos veteranos) o incluso la inacabable tardanza en abrir el edificio de la ampliación. Pero las colillas, anecdóticas ellas, están ahí y nos lo recuerdan.
Los jardines del Hospital de Guadalajara son inexistentes como, según parece, los encargados de la limpieza y el mantenimiento de los lugares de paso para profesionales y pacientes.
Porque pacientes somos todos, antes o después. Y a la espera de eficacia en la gestión, pacientes sin remisión.