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5 noviembre 2024
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¿Por qué se enterró en Zorita a una mujer entre 25 monjes calatravos?

Creen que la mujer murió junto a sus compañeros en una batalla, en la Edad Media. Estaba peor alimentada que los hombres con los que fue enterrada en Zorita.

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Una investigación impulsada por la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona y el Instituto Max Planck ha descubierto el cuerpo de una mujer entre los restos de 25 monjes guerreros de la Orden de Calatrava, enterrados entre los siglos XII y XV en Zorita de los Canes.

¿Por qué aquí? La fortaleza de Zorita de los Canes y todo su alfoz fueron concedidas a los calatravos por Alfonso VIII en 1174, para proteger, tras dos años de incursiones de los almohades, toda la frontera este del Tajo. En abril de 1180 el mismo rey concedió fuero a Zorita.

Los resultados, publicados en la revista ‘Scientific Reports’, han determinado que 23 de los individuos murieron en batalla y que los caballeros de la orden seguían una dieta propia de la alta sociedad medieval, con una ingesta considerable de proteína animal y pescado marino, en una zona alejada de la costa.

De los 25 esqueletos estudiados, 23 presentaban «marcas compatibles con muertes violentas», con lesiones punzantes penetrantes y contusas en las partes del cuerpo que quedaban más vulnerables y desprotegidas por las armaduras del momento.

«Hemos observado muchas lesiones en la parte superior del cráneo, en las piernas y en la parte interior de la pelvis (del hueso coxal), lo que concuerda con la hipótesis de que se trata de guerreros», explica la investigadora de la URV, Carme Rissech.

Al estudiar las proporciones óseas de estos cadáveres fue cuando Rissech se dio cuenta de que, entre aquellos guerreros, había una mujer.

HIPÓTESIS DEL EQUIPO

El equipo determinó que las lesiones en la mujer indican que estuvo en la batalla y que murió, ya que no había remodelación ósea en las lesiones: «Posiblemente murió de una forma muy similar a la de los caballeros masculinos, y es probable que vistiera algún tipo de armadura o cota de malla», apunta Rissech.

Por otro lado, no presentaba los mismos indicadores de alimentación que algunos de los individuos analizados, ya que la mujer tenía un nivel más bajo de consumo proteico, «lo que podría indicar un menor estatus dentro del grupo social».

Algunos investigadores han defendido la hipótesis de que podría tratarse de un miembro del servicio que hubiera tenido que presentarse en la batalla en un caso de necesidad, pero la investigadora de la URV no lo cree así: «El trabajo del servicio habría dejado señales en los huesos de esta mujer, indicadores de actividad física que hoy podríamos comprobar».


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