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11 septiembre 2024
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AUGUSTO GONZÁLEZ PRADILLO / Por qué Guadalajara tiene un futuro complicado

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El año 2024, Guadalajara lo comenzaba con 91.955 vecinos empadronados. Dentro de unos meses conoceremos en cuánto ha aumentado la población que vive aquí. Del perfil de estos habitantes da una radiografía bastante fiel el paseo matinal por la Calle Mayor –mayoría de jubilados entre numerosos inmigrantes mientras el resto está en sus puestos de trabajo– aunque es incluso más ilustrativo el paseo vespertino… por la pavorosa ausencia de viandantes que pisen esa u otras calles céntricas.

La casa de todas las casas que es la propia capital sufre de muchas goteras… y no nos referimos sólo a las de las últimas tormentas. El gran problema es que se nos ha hecho prácticamente imposible resolverlas, entre la desidia de unos, la conveniencia de otros y unos plazos administrativos que desalientan al más optimista.

Es decir, la ciudad oferta trabajo a quienes apenas encuentran alojamiento (recordemos que los precios de la vivienda en Guadalajara se encarecen ya al 15 ó 20 por ciento anual) para ganarse el salario en una industria del just in time que difícilmente puede crecer o formar hubs porque no hay suelo industrial para conseguirlo.

Más de 20 años para no tener un nuevo Plan de Ordenación Municipal

Este año la capital alcarreña tampoco ha visto el inicio de un nuevo Plan de Ordenación Municipal que sustituya al aprobado el 2 de febrero del 2000, cuando esta era una ciudad con apenas 66.000 habitantes. Los técnicos coinciden en que ese nuevo documento requeriría, aquí o en cualquier capital española, al menos tres lustros de trabajos intensos y de total bloqueo urbanístico, por ley. Sin PGOU posible, al enfermo sólo se le pueden recetar aspirinas y supositorios, que es lo que vienen siendo los parches y remiendos que de vez en cuando se aplican.

El intento de revisión del plan en 2009 se estampó contra la crisis y no pasó nunca de un simple documento de avance. Ahora se ha optado por contratar a técnicos externos, a cambio del correspondiente dinero de todos, para que analicen el territorio y propongan sus soluciones. Como Sísifo, a lo urbanístico y cobrando.

Para que nadie diga que conocer al enfermo y su enfermedad es tan complicado, tracemos unas líneas generales, si es que algún lector es capaz de someterse incólume a este mal trago.

Suelo desarrollado salvo en el «más allá»

Se quiso en el 2000, hace un cuarto de siglo, que la ciudad creciera por donde lo ha hecho y con los límites conocidos: la Ronda Norte, A-2, las vías del tren por Francisco Aritio… La consecuencia es que desde hace años no hay suelo residencial sin desarrollar en la ciudad y sí, en cambio, queda todo por construir en las pedanías o en las alturas de Villaflores. Pero lo que más pronto veremos es el salto hacia Taracena, en el que tanto suelo y expectativa de beneficio dejó pendiente algún conocido empresario local. Aunque todavía restan unos cuantos años para que empiece el espectáculo.

Mientras, el centro es un queso gruyère con sus más de un centenar de solares. A ello contribuyó no sólo el afán especulador de los propietarios, como quieren creer los biempensantes, sino también la aplicación de la Inspección Técnica de Edificios en 2012… exigencias que ni siquiera superó en primera instancia la Casa Palacio de la Diputación. La ITE se llama ahora de distinta forma pero ha vuelto a las andadas, para apretar las tuercas de quienes mantienen en pie, como pueden, casas en el centro. Héroes o villanos, según el prisma político de cada cual.

Donde no hay solares quedan muchas viviendas que podrían reformarse, aunque para eso sería de precepto disponer de ayudas que no sean testimoniales y expectativas que no sean entelequias.

Lo reiterado en el centro de Guadalajara ha sido que los inquilinos originarios y sus vástagos hayan emigrado a los nuevos desarrollos (cuando no a Madrid o al extranjero para cobrar dignamente por los estudios realizados), dejando el tejido social de la almendra central sin comercios –afectados por la competencia al otro lado de la A-2–, vaciándolo temerariamente de notables edificios de la Administración (Juzgados, Correos…)– y con una nueva población, foránea y emergente, que los sustituye.

La ventaja diferencial para los nuevos guadalajareños es la cercanía a Madrid (aunque fallen los Cercanías) a un menor precio de alquiler o hipoteca que en otras localidades del Corredor, junto con una gran oferta de trabajo poco cualificado en la logística. ¿Es este un planteamiento sostenible en el tiempo?

Mientras, la alcaldesa Ana Guarinos lo apuesta casi todo a la llegada de estudiantes al nuevo campus universitario y a que alguna empresa con sus iniciativas le resuelva las carencias. Razones no le faltan para ese reduccionismo en la gestión, vistos los datos antes expuestos, pero la consecuencia parece tan inevitable como poco esperanzadora. ¿Cuántos estudiantes van a cambiar su residencia madrileña por el pago mensual de un catre con mesita en Guadalajara? Si Alsa y Óscar Puente lo permiten, irán y vendrán a casa de sus padres cada día, como ya hacen tantos ahora, desde Alcalá, Torrejón o la periferia madrileña.

Y aquí se acaban las expectativas y el artículo, porque el resto son contadas promociones particulares sobre suelo privado, algunas promociones particulares sobre suelo público para alquilar durante 75 años y ni recuerdo de las promociones públicas a precios capaces de condicionar el mercado a la baja, habituales en tiempos muy lejanos.

¿Las soluciones? Ya se apuntaba desde el mismo titular que Guadalajara tiene ante sí un reto de muy difícil solución. El corsé de la normativa urbanística es tan rígido y los plazos de los políticos tan a corto plazo (mayo de 2027, nunca más allá) que se nos ha hipotecado la propia ciudad por falta, precisamente, de un lugar bajo el sol y entre ladrillos en el que podernos hipotecar como cualquier españolito de décadas pasadas.

Así vamos. Y no sabemos, o no queremos ver, hacia dónde.


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