Media hora antes de la inauguración de la reforma de las plazas de San Esteban y de Prim, estaba sin rematar. No porque los arbolillos que sustituyen a los que fueron talados no estuvieran en sus ceñidos alcorques, sino porque había vallas sin quitar y, sobre todo, superficie sin limpiar.
El espectáculo lo ofrecían a esa primera hora de la mañana los operarios de limpieza que, soplador en ristre, se esforzaban por quitarle el polvo, la tierra y las prisas a la plaza dedicada en Guadalajara al general Prim.
Con la superficie bien baldeada con agua, más el frescor que este lunes regalaba el cambio climático a los viandantes en el inicio de la semana, tanto Ana Guarinos (alcaldesa) como Milagros Tolón (representante de Pedro Sánchez en esta tierra) estaban a escasos minutos de poder decir que esta obra –una más de las casi infinitas pagadas con fondos europeos– es importante y que ya puede ser disfrutada por los vecinos de Guadalajara.
Del proyecto inicial defendido por Alberto Rojo y Sara Simón se cayó, quizá afortunadamente, el enlosado de colores que quería evocar a «El Mago de Oz» en este rincón de la «Ciudad de los Cuentos», pero no así la ejecución de un proyecto innecesario, inconveniente y perpetrado entre infinitas molestias para eso que llaman, pomposamente, «ciudadanía».
Cuentos, sí.
Sueños, también.
Pesadillas, a menudo.
Porque los solares, como el dinosaurio en el cuento de Augusto Monterroso, todavía estaban allí.
En Guadalajara seguimos para bingo.