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23 noviembre 2024
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POR LOS CAMINOS DEL BUEN VIVIR (3) Agua de vida, trago a trago, en la Destilería Adam

Las series, en el periodismo, son una aventura incierta. En estos "caminos del buen vivir" queremos dejar constancia de esos lugares que nos ayudan a beber celestialmente, a comer como en un inesperado paraíso terrenal o que, incluso, nos sacian el espíritu del modo más sorprendente. Se trata, pues, de marcar esos hitos de mesa, copa y mantel, de paso a pie o de mera contemplación que nos ayudan a vivir mejor y que el lector puede probar y comprobar. Por eso, compartirlos es una muy sensata obligación para los periodistas de LA CRÓNICA.

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En España, hasta no hace muchos años, la costumbre entre los trabajadores que madrugaban para hacer de un trabajo físico su salario era echarse al coleto un copazo de «Fundador» o cualquier otro licor vivificante. En Galicia, tan brumosa tantos meses, ese hábito tenía nombre propio: se le llamaba a parva (la tonta) y era el modo de intentar empezar la jornada con buen pie y, sobre todo, con el estómago y la garganta ardiendo, para espantar el frío.

En el siglo XXI, todavía sin fronteras en Europa y a la espera de lo que nos depare el destino, es posible disfrutar de licores bien elaborados y, de paso, aprender mucho de nuestra historia, recorriendo de la mano de Ferdy Adam la destilería familiar.

Estamos en Kehlen, una pequeña población de Luxemburgo, tan cerca de Bélgica que es con aquel país con el que se contrabandeaba el alcohol cuando los impuestos y otros condicionantes así lo favorecían.

Aquí, donde se habla el francés como el luxemburgués (o como el inglés) ya van por la cuarta generación de productores, con la diferencia de que ahora Ferdy y su padre son lo bastante generosos como para mostrar lo que se encierra en esta antigua granja del siglo XVIII, a pie de carretera.

Como destilería comenzaron el negocio en 1907 y así lo atestigua el libro donde el Adam de la época llevaba las cuentas, que aún se conserva. Del mismo modo que se expone una cantidad ingente de herramientas, maquinaria, cartelería, vajillas y los objetos más insospechados que nos ayudan a recrear el último siglo, como si el tiempo no fuera lineal sino moldeable a nuestro antojo.

El primer Adam, Jean, asoma en espíritu entre las espirituosas bebidas. Suya fue la idea de producir aguardientes a partir de los cereales de que disponían.

La destilería, como el museo, es un empeño familiar, didáctico y gratificante para quien lo visita. Como lo es también animarse a la degustación final y poder comprobar que el aguardiente blanco que destilan es un alarde de suavidad a pesar de sus 43 grados. Aunque donde más destacan, recordemos, es en el aguardiente de frutas, dentro de una enorme variedad. La prueba del aguardiente blanco también la superan con nota Lo hemos comprobado.

Hay que concertar día y hora, por lo que este recorrido que puede durar más de una hora de amenaza charla y de sorpresas continuas entre alambiques y recuerdos, es algo reservado para los elegidos Intente el lector de LA CRÓNICA ser uno de ellos, con una simple llamada de teléfono:

Distillerie Adam

13, Rue d’Olm8281 Kehlen (Kielen)Luxembourg

(+352) 621768452

(+352) 621768452

Y si el viajero tiene ganas de viajar, que es lo que corresponde, le sugerimos que se acerque hasta el castillo de Ansembourg, con sus jardines, de los que se ha escrito en este periódico con amplitud y recientemente, como puede ver en los enlaces al pie de este reportaje.




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