El obispo de la diócesis de Cuenca, José María Yanguas, cree estos días puedes ser «útiles» para renunciar «a lo superfluo y accesorio» y «centrarnos en lo esencial» pues eso «tal vez conduzca a superarnos a nosotros mismos y a la libertad de tantas sutiles pero reales dependencias que lastran nuestra libertad interior».
Así se ha pronunciado monseñor Yanguas a través de una misiva hecha pública en la web de la diócesis, en la que señala que «estamos a punto de entrar en la tercera semana de confinamiento, sin que se sepa a ciencia cierta cuándo podremos volver a gozar de, al menos, una cierta normalidad en nuestras vidas».
Para el obispo, la paciencia, «la capacidad de resistir a la adversidad, de sufrir el dolor, de soportar la adversidad», es virtud «de almas fuertes, de gente de temple, animosa e inasequible al desaliento». «Ante el dolor y el sufrimiento, físico o espiritual que sea, cabe si no la posibilidad de hacerlo desaparecer, sí la de mitigarlo con nuestro afecto», añade.
En este punto, Yanguas se pregunta que quién no ha tenido la experiencia «de la presencia callada, atenta, amorosa, de una madre, junto al lecho donde se encuentra enfermo», respondiendo que «su sola presencia consuela y conforta; es medicina que ahuyenta el dolor».
Por este motivo, a juicio de monseñor, «se entiende bien las palabras de quienes dicen que, junto a la medicina que alivia el dolor, lo que más desean los enfermos terminales es la presencia y el cariño de las personas amadas».
LIBERTAD INTERIOR
«Quizás en este tiempo de prueba debemos aprender de nuevo una lección decisiva para la vida: que la capacidad de aceptar y superar el sufrimiento es condición fundamental para una vida verdaderamente humana», prosigue.
Con todo, Yanguas reflexiona asegurado que quizás estos sean «días útiles para recordar algo esencial para el recto vivir: el ejercicio en el difícil arte de la renuncia a lo superfluo y accesorio, para centrarnos en lo esencial».
Según el obispo, «tal vez descubramos» que «es esa renuncia» la que de verdad conduce a «superarnos» a nosotros mismos, «a la libertad de tantas sutiles pero reales dependencias que lastran nuestra libertad interior». «Quizás entonces, sin que nadie nos lo explique con palabras, llegaremos a entender ?porque lo vivimos?, el misterio de la Cruz del Señor: hay realidades, en efecto, que solo cuando se viven se comienzan lentamente a entender».
Además, recuerda que «la Cruz es el triunfo del amor de Dios, victoria formidable en la forma misteriosa de la derrota; sabemos que nos reconcilia con Dios y que devuelve su dignidad al hombre que sabe mirarla y ver en ella lo que ojos más sabios que los suyos no aciertan a descubrir».