Cristina Moreno es mujer y madre, algo que comparte con muchísimas mujeres y madres, empezando por la suya propia. Ambas se han cruzado miradas fugaces esta mañana de lunes en Guadalajara, mientras la más joven de las dos hablaba desde un atril, ante un ministro.
No hay misterio en todo esto: la teniente coronel Moreno tomaba posesión de su nuevo cargo, al frente de la Comandancia de la Guardia Civil. Pero había mucho más detrás de ese acto, tan marcial como protocolario.
Más de media hora antes de que Fernando Grande-Marlaska hiciera su entrada, con apenas dos minutos de retraso sobre las anunciadas 11 de la mañana, aquello era un hervidero de uniformes, guardaespaldas, asesores y políticos en traje de relativa gala. Ya nada es lo que era y, por si hacía falta rebajar solemnidades, llegó el Covid para relativizarlo todo un poco más. Aún así, la Guardia Civil sigue siendo la Benemérita y organiza sus cosas con la sabiduría y respeto que merecen 177 años de historia.
Unas instalaciones necesitadas de reforma
Entre los desconchones de un patio tan ajado como el de estas instalaciones, el brillo lo ponían algunas personas, como la propia protagonista, sus padres y sus hijos. Ha sido lo más relevante de todo. Ver a ese anciano sargento, con el uniforme impecable y el acharolado tricornio, firme y emocionado hasta las lágrimas. Hay toda una historia de vivencias que sólo ellos conocen. A su derecha, junto a la abuela, los nietos… esos «hijos del Cuerpo» como acertadamente los ha definido en su alocución la teniente coronel Moreno, su madre.
Ha jurado el cargo y lo ha hecho ante un crucifijo, sin dudas con el protocolo. Como sin dudarlo ha citado a la Virgen del Pilar, Patrona de estas decenas de miles de hombres y mujeres que visten el mismo uniforme y cumplen, a diario, con el mismo trabajo.
Un tricornio soñado desde la infancia
«Desde que nací soñé con el tricornio», ha confesado la teniente coronel Moreno. Aunque aquellos tiempos infantiles no fueran propicios para que una mujer entrase siquiera en la Guardia Civil. Cambiaron las tornas y llegó el momento de ingresar en la academia, como inicio de una carrera que la ha situado en lo más alto del escalafón femenino, si lo hubiera.
En su discurso, ha marcado un objetivo a corto plazo (el nuevo puesto de Cabanillas del Campo) y ha planteado el gran reto de la mal llamada «España vaciada». Para esta provincia, su deseo ha tenido carácter de exclamación: «Ay, ministro si a alguien se le ocurre decir de cerrar un cuartel» en los pueblos que aún los tienen. El ministro asentía, desde detrás de la mascarilla.
Más pronto que tarde quizá haya ocasión de comprobar si los deseos se cumplen y los cuarteles no se cierran.