Antes de dedicarse al oficio de periodista pensó en ser misionero o astronauta. Como periodista, Ramón Lobo recogía el pasado otoño en Brihuega el premio que lleva el nombre de Manu Leguineche. Era la décima edición del galardón, un acto que tuvo que ser pospuesto por la enfermedad, que ya marcaba la agenda y el destino. Este miércoles ha muerto.
Al recibir el premio fue contundente el galardonado. Para Lobo, el trabajo del periodismo consiste en «tocar las pelotas, ser incómodos y molestar» en una carrera «muy larga, de varios maratones». La suya ya sabía él que tenía un final cercano, no por un cáncer, sino por dos.
En efecto, fue el propio periodista quien anunció el pasado octubre en un programa radiofónico de la Cadena Ser, donde también era colaborador, que padecía dos cánceres simultáneos, no relacionados entre sí.
Tenía Ramón Lobo 68 años. A lo largo de su carrera profesional, Lobo cubrió diversos conflictos por todo el mundo como Croacia, Serbia, Bosnia-Herzegovina, Albania, Chechenia, Irak, Argentina, Haití, Ruanda, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Sierra Leona, Uganda, Congo, Zimbabue, Namibia y Filipinas. Pasó por varios medios de comunicación como la agencia Pyresa, Radio Intercontinental, Heraldo de Aragón, Radio 80, Actual, La Voz de América, Expansión, Cinco Días, La Gaceta de los Negocios y El Sol. En el año 1992 llegó a El País. Además, colaboró en elDiario.es entre 2014 y 2019, así como conJot Down, InfoLibre y El Periódico.
Lobo nació en Venezuela en 1955, hijo de español e inglesa. En 1960 llegó a España. Pasó por varios medios de comunicación como la agencia Pyresa, Radio Intercontinental, Heraldo de Aragón, Radio 80, Actual, La Voz de América, Expansión, Cinco Días, La Gaceta de los Negocios y El Sol.
Además del «Manu Leguineche», tenía el premio de periodismo Cirilo Rodríguez (2001); Intercultura a la Convivencia en Melilla (2005); José Manuel Porquet (2010) y el Premio del Club Internacional de Prensa (2013).
Además de su trabajo como corresponsal de guerra, Lobo también publicó cuatro libros: ‘El héroe inexistente’ (Aguilar, 1999), ‘Isla África’ (Seix Barral, 2001), ‘Cuadernos de Kabul’ (RBA, 2010) y ‘El autoestopista de Grozni y otras historias de fútbol’ (Libros del KO, 2012).
Una tarde en Brihuega
Aquella tarde de 2022 en Brihuega, Ramón Lobo no olvidó resaltar, cerca de por donde anduvo Hemingway en 1937, que el humor es una «parte esencial» de la inteligencia y el periodismo. Reconocía que el problema al que se enfrenta hoy la profesión es que «ha desaparecido la verdad» no solo del periodismo, sino de una sociedad, a la que le da igual lo que es cierto o es mentira.
Para Lobo, esto es lo que está pasando en Estados Unidos, en Italia, y en otros muchos sitios, lugares en los que los profesionales del periodismo «han renunciado a comprobar los hechos, están borrachos del tráfico» y donde «lo importante es el trending topic y no la exclusiva razonada».
Aunque él se declaraba muy activo en Twitter, y realmente lo era, asumía que eso «no es la realidad, sino que esta viaja en la calle, en el metro…», de ahí que puntualizara que el trabajo del periodista no es sentarse tampoco en el mismo coche ni al lado del político sino estar fuera, porque «la calle se pisa en Ucrania, en Lepe…y en el Congreso, que me parece muy peligroso».
Tras reconocer públicamente la figura y el talento de Manu Leguineche al cobijo de las piedras del castillo de la Piedra Bermeja, Lobo glosó a todos los reporteros como «cazadores solitarios forzados a trabajar en equipo», convencido de que sin una buena relación no habría un buen marco para colgar las perchas. Aun así, haberse podido dedicar a esta profesión lo tenía por «un privilegio» y así lo resaltó en Brihuega.
Para Lobo, «trabajar es lo que está haciendo la gente que está sobre los andamios o en las zanjas». Se consideraba un privilegiado por «dedicarse al oficio de tirar piedras para que nadie pueda decir que no las ha tirado».
Quizá el homenaje más emotivo a Ramón Lobo ha llegado no en forma de necrológica, sino en un artículo publicado cuatro días antes del óbito en el «Heraldo de Aragón». Se titula «Antes que anochezca, querido Ramón Lobo». Lo firmaba su amigo y compañero Gervasio Sánchez y puede leerse desde aquí. Lo encabeza, como una coincidencia inevitable, una fotografía en la que aparecen tres periodistas: el autor del artículo, el homenajeado y, ambos, con Manu Leguineche. Como si un círculo se cerrara.