Decía Martin Luther King que “la injusticia, en cualquier parte, es una amenaza a la justicia en todas partes”. Del mismo modo, la desigualdad, en cualquiera de sus manifestaciones, es una amenaza a la igualdad como valor supremo entre los derechos del ser humano, se manifieste donde se manifieste.
El 8 de Marzo seguimos conmemorando en todo el mundo el Día de las Mujeres porque las desigualdades entre hombres y mujeres se mantienen en todo el planeta, y las brechas de género siguen evidenciando que los avances que se han producido están siendo insuficientes o, al menos, se abren camino con una exasperante lentitud.
En nuestro entorno, las medidas impulsadas por el Gobierno de España en los últimos años, sobre todo en materia económica y social como la subida del salario mínimo interprofesional, la reforma laboral o el ingreso mínimo vital, han beneficiado principalmente a las mujeres.
Esto nos confirma que la brecha todavía es grande y queda mucho por hacer para alcanzar la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres en materia de empleo, de cuidados, de techos de cristal, de acceso al mercado laboral, de emprendimiento, de paridad en la toma de decisiones, en los salarios o de visibilidad en el mundo de la cultura y de la ciencia.
En nuestra tierra, en Castilla-La Mancha, muchas mujeres sufren, además, una doble discriminación por su condición de mujer y por los retos a los que se enfrentan en el mundo rural, fuertemente masculinizado, con la despoblación como una de las principales amenazas.
A todos estos desafíos está haciendo frente el Gobierno de España, pero hay quienes pretenden volver al pasado y revertir las conquistas de la lucha feminista. Hay quienes incluso niegan la violencia de género -la manifestación más abyecta de la desigualdad- y tratan de romper los consensos que tanto nos ha costado conseguir. Son agentes políticos de ultraderecha que han llegado a las instituciones por pactos electorales y que tienen capacidad de gestión y de decisión, poniendo en peligro los progresos logrados en los últimos años y removiendo con ello los cimientos mismos de nuestra democracia. Ante ellos siempre vamos a estar los que tenemos un firme convencimiento democrático basado en la igualdad, la libertad y la justicia social.
“La extensión de los derechos de la mujer es el principio básico de todo progreso social”, escribe Charles Fourier. En esto consiste el feminismo y la lucha del 8M que hoy conmemoramos, en un movimiento integrador, inclusivo, dinámico, progresista y trasformador. Y por eso me considero feminista, porque en su agenda está la consecución de una sociedad donde los hombres y las mujeres tengamos las mismas oportunidades para desarrollar nuestro proyecto de vida, nuestras metas profesionales, nuestros anhelos personales y nuestras capacidades y aptitudes en un contexto de libertad y tolerancia, sin tutelas, sin discriminaciones.
¡Viva el 8 de Marzo!
¡Viva la lucha por la igualdad!