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19 noviembre 2024
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MIGUEL REDONDO / Una muerte por coronavirus con nombre y apellidos

Francisco Montero tenía mujer, mi hermana Elena, y dos hijos pequeños, Álvaro y Nayara. ¿Qué hubiera pasado si el primer día de fiebre el médico ordena su traslado al Hospital? Tal vez ustedes no estarían leyendo esto.

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Escribo estas líneas para contar un caso que he vivido en mis carnes. Se trata de un familiar directo de 43 años, que falleció el pasado jueves. Francisco Montero tenía mujer, mi hermana Elena, y dos hijos pequeños, Álvaro y Nayara. Era trabajador de una empresa de distribución de cervezas en Guadalajara, Hermanos Bravo de Lucas.

Hace algo más de 20 días, llegó del trabajo y se encontraba cansado, con fiebre, fatigado. Estaba ante la sospecha manifiesta de haberse contagiado de la terrible pandemia que nos asola, el Covid-19. Atendiendo al protocolo dictado por Sanidad, su mujer llamó a su médico de cabecera, explicando la situación que tenía su marido en casa: fiebre continua que no remitía y así durante siete interminables días de incertidumbre. A medida que pasaba el tiempo, el maldito virus se apoderaba de un hombre fuerte.

El médico del ambulatorio azudense tan solo le dijo que siguiera tomando paracetamol y Nolotil, sin que en ningún momento hiciera más por un paciente que continuó, repito, durante 7 días con fiebres altas, sudoración y sin apenas poderse levantar de la cama.

El séptimo día, ante la desesperación de su mujer, volvió a llamar al médico y dudaron entre llevarlo al ambulatorio o trasladarlo a Guadalajara, planteándole que si el enfermo podía coger su coche y acudir por sí mismo. Volvieron a llamar, en esta ocasión al 112 y finalmente acudió una ambulancia para ser trasladado al Hospital de Guadalajara.

Allí llegó con un pulmón destrozado y el otro, afectado. Tras las correspondientes pruebas de Rayos X y distintas analíticas y habiendo dado positivo en Covid-19, decidieron meterlo en la UCI. Tras 11 días interminables, de sufrimiento de familiares y amigos, los profesionales hicieron todo lo que pudieron por salvar su vida. Pero el coronavirus lo tenía extendido por sus pulmones y la lucha duró, como digo, 11 días.

La madrugada del jueves 9 de abril, a las 4 de la madrugada, su corazón se paró para siempre. Más de 1.000 mensajes de ánimo tenía su WhatsApp. Francisco Montero fue una gran persona, querida por todos, un hombre al que le gustaba hacer favores, siempre dispuesto y entregado a las personas.

Espero que este relato pueda servir para poder ayudar a quienes tengan el infortunio de toparse con la enfermedad producida por el virus.

Las dudas que nos quedan y las incertidumbres son muchas:

¿Por qué el médico de cabecera no dio la orden de traslado urgente al Hospital para ser atendido ante la manifiesta sospecha de la enfermedad?

¿Por qué no le suministró un tratamiento invasivo antibiótico para haber paliado la virulencia y agresividad del Covid-19?

Pregunten a cualquier experto en pulmón qué ocurre cuando un enfermo de Covid-19 se le deja en casa con fiebre 7 días…

Y la última: ¿el médico hubiera obrado de igual forma si hubiera sido alguien cercano de su entorno familiar o de su círculo más íntimo?

Mi pregunta es qué responsabilidades puede tener un señor que deja siete días con fiebre a un paciente de coronavirus. A mi entender es mala praxis y negligencia médica.

¿Qué hubiera pasado si el primer día de fiebre el médico ordena su traslado al Hospital? Tal vez ustedes no estarían leyendo esto.

Miguel Redondo Ruiz