Aquello iba a ser lugar de paso obligado para cientos o miles de estudiantes, a diario. En los tiempos en que el polígono del Ruiseñor estaba destinado a ser el campus universitario de Guadalajara, la pasarela que muy pocos usan y que casi todos los vecinos de la ciudad ignoran iba a tener un protagonismo especial para que el Cercanías trajese a los alumnos de la Universidad de Alcalá hasta la capital alcarreña. No fue así, como cualquiera sabe.
Ahora, en 2023, el Consistorio asume que tiene una obligación con esos terrenos privados, que se han desarrollado por la empresa propietaria con exasperante lentitud y necesitados en lo que va de siglo de sucesivas prórrogas. En efecto, se hace esta inversión esencialmente para «conectar el nuevo Polígono Industrial “El Ruiseñor” en su desarrollo norte con el resto de la ciudad», tal cual se refleja literalmente en los documentos oficiales.
Olvidados aquellos lejanos sueños académicos que iban a llegar a golpe de talonario regional, las casas más cercanas al frustrado proyecto han seguido habitadas por vecinos muy alejados de lo que se cuece en la Plaza Mayor y en sus aledaños. La ropa tendida indica que, en efecto, allí hay familias, en el bloque de viviendas o en las casas bajas anejas. Es el Camino Viejo de Cabanillas, una de las calles más desconocidas y olvidadas de Guadalajara.
Frente a ella, cruzando las vías, está la Antigua Carretera de Marchamalo, que pese a su nombre es apenas un centenar de metros de charcos y asfalto en pésimo estado, donde se aparcan turismos, aprovechando hasta el último centímetro, desde la esquina de «La Perla» hasta el fondo de saco, al pie de la pasarela. Si en Francisco Aritio se ha comprobado que no es improbable que te revienten una ventanilla para robarte en el interior del coche, en esta destartalada calle ese tipo de hurtos fue siempre una tradición, sobrellevada por sus usuarios. El problema se va a acabar porque la intención es suprimir esas plazas de aparcamiento.
Adiós al aparcamiento junto a «La Perla»
Ahora, a cinco meses de las próximas elecciones municipales, el Ayuntamiento de Guadalajara ha iniciado los trámites para adecentar esas inmediaciones del polígono del Ruiseñor y, de paso, también la improvisada zona de aparcamiento junto a la Estación, que es donde desemboca la pasarela peatonal que sobrevuela las vías del tren. Esta estructura metálica, absolutamente deteriorada, será objeto de otro proyecto, cuando toque.
El resultado del que hoy nos ocupa se verá después de que los vecinos pasen por las urnas, puesto que se conceden seis meses para la ejecución de las obras y aún se está a la espera de encontrar la empresa que las lleve a cabo. Hasta la medianoche del 23 al 24 de enero se esperan ofertas para unos trabajos cuantificados por los técnicos en 482.220 euros. Como lo que más se valora, con un 65% de los puntos, es el precio, la adjudicación es casi seguro que se hará por menos.
A cambio de ese dinero, sea cual sea, se abordará una reforma de calles que, una vez más, vuelve a ampararse como parte de «las actuaciones que se están llevando a cabo para dar cumplimiento a la obligación de implementar una Zona de Bajas Emisiones (ZBE) antes de finalizar 2023», según se sostiene en la memoria, a la que ha tenido acceso LA CRÓNICA.
«Con esta actuación se pretende que la conexión entre el Polígono Industrial “El Ruiseñor” y la estación de tren sea accesible
y más segura para los peatones de lo que es en la actualidad. De esta forma, se potenciará el uso del transporte público, consiguiendo objetivos de desarrollo sostenibles», insiste el autor del documento.
Realmente, trabajo hay. Como puede comprobarse en las fotografías que acompañan a estas líneas, en la Antigua Carretera de Marchamalo queda algo parecido a una acera en uno de los lados; en el Camino Viejo de Cabanillas, hay dos aceras, estrechas y deterioradas. «Estas circunstancias hacen que los peatones que transitan por estas calles no puedan hacerlo por las aceras y caminen por la calzada, con el consiguiente riesgo que esto implica», se indica.
«Para conseguir calles más accesibles y atractivas para el peatón y tratar de conseguir el fomento del transporte público, se
plantea un modelo de calle de coexistencia, donde la calzada y las aceras están al mismo nivel y se crean Itinerarios
Peatonales Accesibles (IPA) entre la pasarela peatonal y los principales puntos de parada de transporte de la ciudad», se plantea, aunque sin puntualizar que en la parada de autobuses se mantiene un gran bache con ambiciones de socavón y aspecto de piscina olímpica a poco que llueve. Pero eso es responsabilidad de otro organismo.
La consecuencia inmediata va a ser la «eliminación de las plazas de aparcamiento de ambas calles, de forma que se incentive el uso de transporte público». Se respeta la plaza de para conductores con movilidad reducida que actualmente existe junto a la Estación y se habilitará espacio para patinetes y bicicletas que, esos sí, son medios de transporte que se toleran con más facilidad en el nuevo modo de enteder los desplazamientos urbanos. Los taxistas también ganarán alguna plaza más.
Se desconoce cómo recibirán las novedades los vecinos que aparcan sus furgonetas sobre la acera, debajo de su casa, una vez concluye la reforma de su calle. Concretamente, en el Camino Viejo de Cabanillas, «debido a las limitaciones de espacio de la propia calle, se ejecutará una acera de 50 centímetros de ancho; para evitar que los vehículos aparquen sobre la misma, se instalarán piezas triangulares de hormigón», como las hay despedigadas por toda la ciudad, desde el Liceo Caracense a los aledaños de Las Cruces, pasando por la plaza de Dávalos.
Quizá antes de final de año lo sepamos.