Sr. Castells,
Según los medios, el 31 de agosto pensaba reunirse con los responsables autonómicos del ramo a los que no ve desde el 5 de mayo, aunque en el último minuto, según comunicado del Ministerio, a causa de su convalecencia por una operación leve, si bien anuncia comparecencia pública el próximo jueves. Confío en que no sea nada y en su pronta recuperación.
Septiembre llama a nuestra puerta y los universitarios, que vivieron desde el 14 de marzo el curso más anómalo que se recuerda en la Universidad española en decenios, siguen inmersos en la incertidumbre y miran hacia arriba, a la autoridad responsable de política universitaria, y no encuentran a nadie. Los gestores y profesores, en cambio, emprendieron una carrera frenética, primero reaccionando y dando respuesta a las nuevas necesidades del curso 19/20, después analizando como habían tenido que resolver el curso cambiando radicalmente sobre la marcha el modelo de enseñanza y de evaluación y debatiendo, al tiempo, sobre la planificación del próximo curso 20/21, no menos incierto, con las fuerzas debilitadas, los recursos tocados y la ausencia de directrices generales claras y homogéneas.
Los estudiantes abandonaron de estampida los centros universitarios sin información realista y tuvieron que adaptarse después a una enseñanza online, gestada con esfuerzo y buena voluntad, desde las particulares situaciones personales para abordarla. Hoy siguen escuchando hablar, casi en exclusiva, de mascarillas, geles, PCR y distanciamiento social en cuanto a las medidas de seguridad sanitaria, pero del “sálvese quien pueda” en cuanto a las medidas académicas.
Como ya le he dicho en varias ocasiones, desde su toma de posesión se ha ocultado tras una mal entendida autonomía universitaria y tras las competencias de las Comunidades, renunciando a sus muchas o pocas competencias. En todo caso, con dejación, a mi juicio, de las importantísimas competencias de coordinar y garantizar el principio constitucional de igualdad en el sistema universitario español. No se coordina con recomendaciones de mínimos, ni se garantiza la igualdad publicando en web o en twitter los protocolos de las Universidades.
No sé si su dejadez o apatía se debe a su conocida incredulidad sobre la necesidad de un ministerio de universidades (porque sobre la conveniencia es obvia su aquiescencia al haber tomado posesión del mismo); si obedece a pura comodidad, algunas veces trasladada en sus palabras (que respondan las universidades y paguen las CCAA); a su desapego a la defensa de un sistema universitario español en línea con su desapego a la nación Española o a conformar el adecuado maquillaje de unas funciones asumidas con un encargo que el Ministro quiere ejecutar en relación con las universidades, si o si, sean cuales sean las circunstancias concurrentes.
Más de un millón y medio de universitarios (estudiantes, profesores y personal de administración y servicios) y sus familias, han sido ignorados por el Gobierno de España. Como ellos mismos dicen, “les han dejado solos”.
No bastan las recomendaciones de junio. Es una pena quedarse en recomendaciones, pero mucho más con el contenido de las mismas. El Ministerio de universidades tiene a su disposición a miles de expertos dentro de las universidades que pueden contribuir, a su llamada, a proporcionar el asesoramiento para adoptar medidas de seguridad sanitaria, de tecnología, de métodos docentes, que configuren un “vademécum” de primer nivel. Ni siquiera el Ministerio ha querido o sabido liderar algo así. Aduce el Ministro, una y otra vez, ciertos grupos de trabajo constituidos en el Ministerio. Extraña que el resultado sea tan pobre. Porque todos demandan lo mismo, el mayor nivel de certidumbre posible en cuanto a los distintos escenarios académicos según la evolución de la pandemia.
Como le propusimos Ministro a través de iniciativas parlamentarias, al menos, había que:
Realizar una rápida evaluación del curso 19/20 y un estudio riguroso para obtener datos concretos sobre las consecuencias de las medidas adoptadas a nivel formativo, social y económico de esta pandemia así como las consecuencias futuras (formación y salarios) sobre las promociones de estudiantes universitarios.
- Diseñar, junto a Universidades y CCAA, un plan de refuerzo a disposición de los estudiantes, especialmente para los que concluían grado el curso 19/20.
- Crear un programa de ayudas a las Universidades para el acopio de materiales necesarios y realización de instalaciones acomodadas a las medidas de prevención sanitaria para las actividades universitarias.
- Elaborar un programa transitorio para afrontar las necesidades de las universidades, en un escenario de prevención a la pandemia y de recuperación post pandemia, de contratación de profesorado y de prórroga de sus contratos.
- Realizar una convocatoria extraordinaria de ayudas para reforzar las herramientas tecnológicas que permitan a las universidades mejorar su respuesta en formación virtual.
- Crear una línea de ayudas para estudiantes con dificultades para adquirir hardware óptimo para el seguimiento de la docencia virtual o para sostener los gastos derivados de las conexiones con las operadoras.
- Promover acciones inmediatas que agilicen la superación de la brecha digital vinculada al territorio, permitiendo mejorar las condiciones de conectividad de aquellas zonas del país con dificultades en la actualidad para contar con conexiones rápidas a internet.
Son muchas las preocupaciones derivadas de los cambios impuestos por la pandemia. Sin embargo, Ministro, usted cree que todo eso es cosa de otros, y sólo le gusta mantener su hoja de ruta. Así, durante el estado de alarma y suspendidos todos los plazos por el mando único del Gobierno, puso en trámite de audiencia un nuevo Real Decreto de ordenación de las enseñanzas universitarias, difundió un borrador de reforma de la Ley Orgánica de universidades en materia de profesorado y un Real Decreto sobre el estatuto del profesorado universitario y modificó por RDL la LO de universidades sobre el modelo de aprobación de precios públicos universitarios.
Como le hemos dicho, muchos de estos cambios deben abordarse, pero no en situación de pandemia. El Ministro ha demostrado que su departamento no tiene capacidad para abordar debidamente y con eficacia la coordinación de la política universitaria en situación de pandemia contribuyendo a generar confianza, con el apoyo inestimable y leal de las universidades, y con la ejecución por parte de las Comunidades Autónomas, con las que no parece mantener interlocución fluida porque desde el principio ha impuesto sus propuestas, no las ha negociado y menos consensuado, a pesar de ser éstas las que resultaban afectadas por sus cambios normativos.
¿Pocas competencias? Puede ser, si lo comparamos con otros ministerios, pero relevantes competencias para mantener un sólido sistema universitario que no quieren ejercerse, salvo en aquellos aspectos que forman parte de la hoja de ruta marcada por la fuerza política que le propuso para el cargo (y que ahora está dispuesto a sacrificarlo) imponiéndola con esa actitud de “ordeno y mando” que dice rechazar.
Los estudiantes universitarios necesitan que su formación no se devalúe. Todos, pero en particular, los que terminaron su grado; los que inician estudios universitarios o aquellos que van a terminar en este curso.
Los planes de refuerzo son imprescindibles, en especial para esos tres grupos, si no queremos que su nivel formativo disminuya. Estoy convencida de que han desarrollado en estos meses muchas capacidades que no hubieran desarrollado tan rápido en condiciones normales. Hay que sentirse orgullosos de cómo han respondido nuestros estudiantes universitarios, pero no se puede seguir improvisando o dejando a la responsabilidad individual de profesores y estudiantes los resultados de dos cursos anómalos. Le recuerdo Ministro que la mayor parte de nuestros grados tienen una duración de cuatro cursos (muchos ya son de tres) y que, por tanto, dos cursos anómalos en esa trayectoria pueden suponer un impacto muy negativo en su formación y en su futuro.
Esto no se resuelve con un documento de generalidades sobre medidas de seguridad sanitaria o sobre un modelo de universidad bimodal. Necesita prever las nuevas necesidades que deben afrontar las universidades y que no pueden costear. Exigen un marco estable no sometido a sobresaltos sobre cambios de modelo en las enseñanzas o en el sistema universitario. Obliga a los máximos responsables de política universitaria a diseñar medidas, planes, programas extraordinarios que permitan afrontar los distintos escenarios a los que nos lleve la situación de pandemia, mientras dure, con la diversidad que exigen las titulaciones, territorios y universidades y a dictar criterios comunes. Y usted, Sr. Ministro, es el máximo responsable.
Tenemos que hablar también de los profesores, muchos tuvieron que dejar los proyectos de investigación, porque la prioridad era salvar el curso de los estudiantes y porque cerraron sus laboratorios. La investigación no puede estar paralizada eternamente. Ahora más que nunca sentimos de forma muy directa la importancia de la investigación, de la innovación y su transferencia. Afrontar un nuevo curso con la previsión del trabajo bimodal y una cierta amenaza de enseñanza on line en exclusiva, rompe cualquier planificación y ordenación del trabajo académico si además recae sobre los mismos profesionales, porque un profesor o un investigador no se improvisa. ¿Qué se ha previsto para ellos?
Y algo de lo que se habla muy poco, pero que también hay que tener presente: el impacto de las universidades presenciales en los diferentes territorios. Muchas de nuestras provincias tienen en sus universidades uno de sus principales motores económicos. La ausencia de estudiantes universitarios nacionales y extranjeros en estos meses (y se puede prolongar en gran medida) ha sido un factor muy negativo para la economía de nuestras ciudades (alquiler de pisos, residencias, hostelería, academias, librerías); la incertidumbre ha condicionado una menor movilidad en las nuevas matrículas y también limita la movilidad de erasmus en doble dirección, así como el resto de movilidades de docentes e investigadores en formación, máxime cuando los escenarios académicos (además de los sanitarios) no están claros.
¿No cree, Ministro, que el problema universitario en esta pandemia que todos sufrimos es más extenso y profundo? ¿No cree que requiere más atención y dedicación? Nosotros estamos convencidos de que la Universidad española y los universitarios no merecen este trato y de que no pueden ser abandonados por el Gobierno de España.