Narbona lo proclama en un lema de difícil traducción, pero muy sugerente: en el corazón de lo posible o en el corazón de las posibilidades está esta ciudad. Sin límites y de corazón. ¿Será verdad?
Por de pronto, puede que estemos en el mejor de los mundos conocidos desde que habitamos esta planeta, al menos en lo tecnológico. Basta con subirse al AVE en España para asumir que todas las generaciones anteriores lo tuvieron más complicado a la hora de echarse al camino. Lo nuestro es puro placer, sobre raíles, hasta llegar a la estación de Narbona, en el centro de esta recoleta ciudad del sur de Francia.
Texto y fotos: Augusto González Pradillo y María Alonso
Antes de pasar a mayores, vamos a jugar a marearnos un poco con unas cuantas cifras: Cinco horas antes de llegar a destino, al pasar por encima de Alcalá de Henares a la alta velocidad de este tren, quién iba a imaginar que estaríamos dando un salto de más de 600 kilómetros y, sobre todo, de 1.719 años para llegar a unir a complutenses con narbonienses a través de Justo y Pastor. Sí, nos referimos a aquellos niños, martirizados en el año 304 de nuestra era por ser cristianos: son los patronos de Alcalá y, para pasmo de muchos españoles, en su honor se construyó la catedral de Narbona, mil años después de su muerte. Todo, claro está, gracias a unas reliquias tan viajeras como nosotros mismos.
¿Prueba superada?
A partir de aquí, comencemos con la Narbona más conocida y reconocida… entrando en primer lugar a su joya más reciente: el Museo Narbo Via. Palabras mayores.
Museo Narbo Via: piedras llenas de vida
Si hay una joya en la Narbona de 2023, esta es el Museo Narbo Via. Detrás de este nombre, lo que encontramos es un torrente de historia en piedra envuelto en un magnífico edificio que lleva la firma de Norman Foster, el genio británico.
Para llegar hasta allí, sugerimos hacer uso de las navettes gratuitas que el Ayuntamiento tiene en servicio, unos pequeños autobuses muy agradables por dos motivos: que son gratis… y que los usuarios, sin excepción, saludan con un Bon jour! al resto de pasajeros al entrar. Visto con ojos celtibéricos, esa urbanidad desconcierta y agrada a partes iguales.
El corazón del museo lo forma una descomunal pared de estanterías que hacen empequeñecer cualquier centro logístico al uso. Ha sido una forma muy inteligente de utilizar un recurso industrial ya existente para un nuevo fin: mostrar de forma permanente, simultánea y móvil, 760 bloques de piedra, restos romanos de la ciudad.
Este auténtico muro lapidario delimita por un lado la sala de exposición y por el otro, el taller de restauración. Es, además, un guiño al origen de toda esta apabullante riqueza: las innumerables lápidas de la Narbona imperial habían sido aprovechadas, por sus formas rectangulares, para levantar las murallas de la ciudad. Cuando fueron demolidas en el siglo XIX, los munícipes se encontraron con el problema de qué podían hacer con tanto resto romano que asomaba por allí. A nosotros, andando el tiempo, sólo nos queda disfrutarlo.
Al museo, dado que estamos en el siglo XXI, no le faltan las experiencias inmersivas en cuatro de sus salas, al igual que todo un derroche didáctico para hacernos comprender los detalles de las estelas en mármol o los restos de las viviendas, haciéndonos pasar de la vida terrena a las esperanzas del Más Allá de un modo de lo más ameno.
Una mención especial merece, y debería tenerlo en cuenta el visitante, la explicación de la Narbo Martius portuaria y comercial de hace dos milenios, razón de ser de esta pequeña Roma y de todas las generaciones que siguieron durante dos milenios, como veremos más tarde.
Dos santos de Alcalá de Henares, entre el cielo y el infierno por un camino de gárgolas
Ya lo avisábamos: al viajero desavisado le puede la perplejidad cuando confirma que la catedral de Narbona se levantó bajo la advocación de los Santos Niños, esos romanos Justo y Pastor que fueron martirizados en la antigua Complutum, la actual Alcalá de Henares, a tiro de piedra de Madrid.
Como tantos templos catedralicios, este resultó inacabado y no deja de ser milagroso que, entre guerras civiles y apuros financieros eclesiásticos, ninguno de sus altísimos muros se viniera abajo.
Gracias al buen tino de sus constructores, lo que fue quedando resulta impresionante, como buen ejemplo del gótico ojival de los siglos XII y XIV. Al templo se entra por la girola y dentro merece mención especial el imponente coro. En el adjetivo no hay exageración, puesto que tiene 48 metros de ancho, 55 de largo y más de 40 de alto. Está entre los más descomunales de toda Francia.
A los arriba firmantes, el mayor regalo se les ha aparecido en una de las capillas, en forma de unos frisos (re)encontrados hace pocos años, tras siglos ocultos tras un rasillón de yeso. Plantarse delante de esas imágenes (incluido un diablo cuyo rostro recuerda a un ex presidente del Gobierno español, quieras o no quieras) es como hacerlo delante de una superproducción en Cinemascope medieval. Sus miedos y sus esperanzas están ahí, ante ti, como lo estuvieron para tantos hace casi un milenio y con buena parte de la policromía original. Todo un espectáculo.
El paseo por la catedral se prolonga de sorpresa en sorpresa
Unos angelotes músicos acompañan a los Santos Niños y a la Virgen de la Asunción por encima del monumental órgano de la catedral. Es, quizá, lo más evidente, pero deambular por dentro y los contornos es asomarse a un reino de continua simbología, donde los querubines y las calaveras están juntos por los siglos de los siglos y donde la sala del tesoro te invita a comprobar sus inusitadas cualidades acústicas, gracias a su muy especial cúpula de ladrillo. Búscala, porque no te decepcionará. Y de paso, haz recuento de las innumerables gárgolas…
Dónde comer, qué comer
Les Halles te espera de la forma más visible, en pleno centro de Narbona. Este mercado cubierto es un derroche de oportunidades para descubrir los productos más típicos de por aquí, esos saveurs des terroirs… que están al lado de las tapas más españolas, que tanto gustan al público local. Son alrededor de 70 puestos, ideales para una visita mañanera (para comer a la una como muy tarde, ya lo sabes, ¡que estamos en Francia!).
Para mesa y mantel, quizá la mayor fama la tenga Les Grands Buffets, un establecimiento con menú único de 53 euros y un surtido de quesos, con 111 variedades, como no puedes imaginar.
Muy del gusto de los narbonienses, que lo llenan habitualmente, es Chez LuLu, ideal para una cena agradable y con especialidades de acierto seguro, bien aconsejados por su dicharachero chef.
Dónde dormir
Narbona tiene una buena oferta para dormir, reposar y recargar fuerzas, desde los 50 a los 200 euros por noche. Hay hoteles de todo tipo, sí, pero con gato, con este gato, solo hay uno. Se llama Galla Placidia y tiene atractivos muy especiales.
En primer lugar, su dueña. Julie es todo un personaje y mantener una conversación con ella, en un fluido español, es de lo más agradable. Además, el concepto del hotel es excepcional, aprovechando una casa completa para unas habitaciones con todas las comodidades (en la foto, uno de los salones) alrededor de un patio de lo más coqueto.
Y, además, está cerca de la estación. Un acierto completo.
Palacio Arzobispal
Este imponente edifico es muestra del poder eclesiástico a lo largo de la historia. De hecho, es el segundo conjunto arzobispal más grande de Francia, sólo superado por el de Aviñón (que el lector de LA CRÓNICA puede disfrutar en otro reportaje de esta misma sección).
Su enorme torreón Gilles Aycelin, merece una visita, ya que desde lo alto se podrá disfrutar de una de las mejores panorámicas de la ciudad.
Un canal muy presente
Por aquí entraba y salía la riqueza de Narbona. Es el canal de la Robine, que nos sale al paso cuando caminamos por el centro de Narbona. Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, atraviesa la ciudad y conecta con el Canal du Midi.
Deambularás por el Promenade des Barques, con mercado los jueves y los domingos, en Cours Mirabeau, que está en la orilla derecha. Y te embobarás, claro, con lo sugerente del Pont des Marchands, con sus viviendas encima del arco bajo el que fluye el agua. Dicen que es el único puente habitado de Francia. Y será verdad.
En caso de duda, callejea
Lo mejor de Narbona es su propia dimensión. Cuando hablas con sus habitantes, se les nota cómodos por la forma de vida que aquí se puede practicar. Para el viajero, el tiempo de estancia es un continuo pasar de imágenes que te gustaría dejar atrapadas en la memoria.
Contra el olvido, algunas están aquí, en la última galería gráfica de este reportaje:
Más información:
• Sobre Narbona:
Oficina de Turismo de Narbona-Côte du Midi
• Sobre Occitania:
Web oficial de Turismo de Occitania (en español)
• Sobre el departamento de Aude:
• Viajar en tren desde España:
Viajes interiores en tren
Uno de los atractivos de llegar a Occitania en tren es poder seguir recorriendo toda la región con este mismo sistema de transporte y a un precio insuperable. El Occitanie Rail Tour Pass te permite viajes ilimitados por sólo 10 euros al día, entre 2 y 6 días consecutivos. La trama ferroviaria te lleva prácticamente a cualquier lugar que elijas, como se puede comprobar en el mapa adjunto: