Días pasados, en el iglesia de Almadrones se presentaba el libro Los hombres feos. El apostolado de Almadrones; El Greco y su taller. En el acto intervinieron su autor, el hijo de Almadrones Antonio Redondo y el historiador Ángel Mejía, redactor del prólogo, a quienes presentó el alcalde Antonio Rebollo.
De este modo se trazaba sobre el papel tanto la historia de Almadrones como la de sus hombres feos, el apostolado del Greco que acogió el templo en unas circunstancias propias de una novela, al igual que su marcha hacia Madrid.
Las 378 páginas del volumen regalan la mejor parte de la investigación minuciosa y muy documentada que Antonio Redondo ha realizado a lo largo de varias décadas. La primera parte, El apostolado de Almadrones; el Greco y su taller, estudia las virtudes y las desventuras de los cuadros perdidos, con análisis de cada uno de los óleos desde la mirada pictórica del autor. La segunda se dedica a poner en relieve la vida y la obra del hijo más insigne de la villa, el obispo Miguel del Olmo y de la Riva (1654-1721). Y la tercera expone, a lo largo de casi doscientas páginas, la Historia de la villa de Almadrones. Un álbum fotográfico costumbrista, esquemas, dibujos e ilustraciones completan la obra.
¿Qué pasó con los «hombres feos» de Almadrones?
Miguel del Olmo y Rivera fue quien legó a su pueblo uno de los seis Apostolados de El Greco. Andando el tiempo, en las alturas de la iglesia y ennegrecidos, eran popularmente conocidos por los parroquianos como «los hombres feos». Al llegar la guerra civil, de los 13 óleos originales ya sólo quedaban colgados nueve.
Para protegerlos durante la contienda, fueron trasladados al Fuerte de San Francisco, en Guadalajara. De allí pasarían, terminada la guerra, al Museo del Prado, con el ánimo de restaurarlos. A partir de ahí se inició un proceso de venta por parte del obispado, del que sólo se libraron cuatro de los cuadros, adquiridos por la pinacoteca por 200.000 pesetas. El resto están en colecciones privadas de Estados Unidos.