Comenzaba el mes de junio y LA CRÓNICA alertó, con un amplio reportaje que tuvo muy amplia difusión, del estado de abandono en el que languidecía el pasadizo peatonal entre Ibarra Landete y el Teatro Auditorio Buero Vallejo.
Lo más recomendable es recordar cómo se encontraba para, acto seguido, felicitarnos de que la crítica no sólo fuera recibida con deportividad en el Ayuntamiento sino que, en un plazo muy corto para lo que viene siendo habitual, todo se revisara, pintara y arreglara.
Eche un vistazo y luego seguimos…
Como se puede comprobar en la imagen que sigue a estas líneas, es lo mismo pero parece otro, radicalmente.
El óxido ha quedado tratado y tapado bajo una gruesa capa de producto, los pasamanos parecen nuevos y todo lo metálico se ha devuelto a la verticalidad y ya no entraña un peligro para la integridad física de nadie.
¿Cuál es el problema, entonces? Que los gamberros, en forma de grafiteros, no han tardado en tomar posesión de este espacio público, para afearlo. Así lo recoge el fotógrafo de LA CRÓNICA en la imagen que encabeza esta información. Apenas unos días han pasado y alguno ha dejado su firma, como si estuviera orgulloso de su obra y nos considerase obligados a reconocerle el mérito.
Es un buen ejemplo de lo que no debería ser. Sobre todo cuando con el dinero de todos se ha recuperado algo que no es de quien quiere destrozarlo. Aunque lo destrocen.
Así estamos, para nuestro pesar.