El apicultor Enric Simó y representantes del sector del sindicato COAG, han entregado este viernes cerca de 110.000 firmas al Ministerio de Cultura al que solicitan que promueva que la UNESCO declare la apicultura como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en una jornada en la que advierten de la situación crítica que atraviesa el sector de la previsión de que este 2022 sea un mal año por las condiciones meteorológicas adversas.
Simó ha augurado que los meses de marzo, más fríos y lluviosos de lo normal, seguidos por un mayo muy caluroso han eliminado prácticamente las posibilidades de floraciones óptimas para las abejas.
Además, ha recordado que solo en España el beneficio que genera la polinización solo al sector agrario se calcula en unos 4.000 millones de euros anuales, un beneficio que supera los 153.000 millones de euros anuales a nivel mundial.
Durante este viernes, los representantes del sector se han concentrado a las puertas del Ministerio de Cultura donde han desplegado una pancarta en la que reclaman el reconocimiento de la UNESCO a esta actividad milenaria.
De forma simultánea, distintos grupos de apicultores han registrado la petición en las consejerías de Cultura de las administraciones autonómicas de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Cantabria, Canarias, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, La Rioja y Región de Murcia.
La propuesta defiende que la apicultura es un oficio milenario imprescindible para los ecosistemas naturales y agrarios pero que en los últimos años «arrastra una situación límite».
Por ello, reclaman apoyo institucional urgente para evitar el abandono masivo de la actividad, tal y como han trasladado a la jefa del área de Convenciones de UNESCO del Ministerio de Cultura, Carmen Cabrera.
Las firmas, recogidas a través de la plataforma change.org, han sido entregadas coincidiendo con el Día Mundial de las Abejas con informe adjunto en el que se argumentan todas las razones que justificarían la declaración de este oficio como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Simó ha defendido que el manejo de las abejas en colmenas construidas por el hombre para poder recoger periódicamente sus productos se conoce desde, al menos, el año 8.000 antes de Cristo. Entonces ya se hacían con cerámica, mimbre, arcilla o caña las primeras colmenas y los primeros apicultores ‘cazaban’ los enjambres para introducirlos en estos recipientes para que las abejas construyeran dentro sus panales a su libre albedrío.
El informe destaca asimismo el interés de los humanos por conseguir los productos de las abejas así como su uso en las costumbres culinarias y medicinales antiguas.
La miel es un producto sin fecha de caducidad y otros productos como la cera o el propóleo también son compuestos relevantes no solo para fabricar velas sino como preparados curativos así como en ceremonias y cultos.
MALOS AUGURIOS
Simó ha asegurado que los últimos años están siendo críticos para la apicultura y si los últimos tres ejercicios fueron «un desastre», este 2022 «ha superado todo», después de un marzo y abril más fríos y lluviosos de los últimos cincuenta años seguidos por un mes de mayo con una «ola de calor salvaje» que está terminando de destruir las posibles entradas de flores.
En concreto, afirma que en lo que va de año no se ha hecho miel de romero ni de azahar en toda España, y advierte de que de seguir este calor salvaje tampoco se va a poder hacer miel de tomillo y del resto de floraciones.
«El sector apícola en estos momentos, esté en una situación de alerta y de alarma. Aparte de la alarma del cambio climático, que nos está afectando de lleno, otros problemas están asfixiando al sector y hacen inviable el sector, un oficio milenario imprescindible para los ecosistemas agrarios y naturales», ha manifestado.
En ese sentido, ha destacado el valor de la polinización en los ecosistemas agrarios, que en España supera los 4.000 millones de euros y en todo el mundo unos 153.000 millones de euros».
En definitiva, Simó alerta de que todo ese beneficio de polinización es lo que está en riesgo de perderse y cada vez que un apicultor deja la actividad se pierden «miles de millones de euros» y un ecosistema.
En concreto, según sus datos, una colmena viva genera a su entorno más de 1.000 euros en producción agraria, lo cual califica de «importancia económica considerable».
Por último, respecto al valor de la apicultura para los ecosistemas naturales, estima que será entre 30 y 40 veces mayor por lo que de no protegerse al sector, alerta de que se perderán algunas de las especies declaradas en peligro de extinción.
En definitiva, confía en que con un plan que tendría que poner en marcha la UNESCO tras su reconocimiento como patrimonio inmaterial de la humanidad, dentro de diez años las administraciones podrían lograr que la apicultura fuera viable dentro de diez años. A su juicio, si el declive se mantiene y nadie ayuda al sector, al final quedarán la mitad de apicultores que existen en la actualidad.