PP, Vox, PSOE y Aike coinciden en algo cuando hablan en el Ayuntamiento de Guadalajara: en la calle, nadie les hace caso.
Este viernes, el Consistorio ha escenificado esa cosa tan pretenciosa llamada «Debate del estado de la Ciudad» que, en realidad, es un cruce agotador de reproches, tan conocido que cansa con solo mencionarlo.
Pregunte el lector de LA CRÓNICA a sus más cercanos –porque tampoco es correcto importunar a desconocidos con estas disquisiciones– si han seguido por Internet el debate y las escaramuzas de los cuatro partidos con representación municipal y saquen sus propias conclusiones.
Por estas y otras razones, alguna bastante obvia, entenderán que lo más relevante de las intervenciones haya sido, al menos para este que les escribe, el sentido lamento de Alfonso Esteban por sus canas.
¿A qué viene tal preocupación capilar?
Al concejal más importante en la Plaza Mayor hasta 2027 le sorprende verse con una capa blanca coronando la cabeza, aunque sea pelazo. Si él tuviera un Almodóvar que le cantara, quizá no llegara a lo de llamarle Mr. Handsome, pero tampoco le dirían Mr. Awful.
Ha comenzado este 4 de octubre de 2024 su intervención estelar Alfonso Esteban asegurando que han sido los sufrimientos de estos 16 meses en la cosa municipal los que le han poblado de canas la cabeza, hasta no dejar hueco para ningún pelo negro.
Exagerado que nos ha salido el hombre. O no. Mejor juzguen ustedes a la luz de las fotografías del archivo de LA CRÓNICA:
Convengamos que las canas tienen más que ver con la genética que con los sustos, aunque haya una larga tradición literaria que los vincule. Pero hablamos de una literatura barata, de novelas populares, de cuando los pobres leían tanto como los ricos, aunque diferente. Ahora todo se iguala a otro nivel, porque casi nadie lee. Si acaso, oír sin escuchar o regurgitar lo ojeado en las redes. Y se nota.
Las canas no dan ni quitan inteligencia, ni respeto, ni siquiera caspa pero tampoco anulan la posibilidad de sentirse bien con un mismo. Todo consiste en llevarlas bien y sin tentaciones de plañidera. Puede que otros bien conocidos, e incluso más quejumbrosos, cambiarían su alopecia por una melena al viento, aunque sea del color del armiño en los meses del invierno.
Ha estado inopinadamente humano Alfonso Esteban este primer viernes de mes, día penitencial para 25 concejales y algunos más, en ese su lamentarse por los negros cabellos perdidos. Pues como para ir a buscarlos, querido convecino.
¿Llegará el día en que quejarse, sobre todo los unos contra los otros, esté mal visto en la política? No.
¿Cabría penalizar en el reglamento las falsedades que otros llaman inexactitudes y que se usan en lugar de los argumentos? Tampoco.
Por eso, mejor echar una cana al aire (púdica cana, aclaremos) saliendo a la calle, respirando a pleno pulmón esta mañana de octubre que parece primavera. En una ciudad viva o moribunda, qué más da.
Daremos tiempo al tiempo para ver si los que han querido mandarnos van haciendo, por fin y de una vez, una ciudad mejor que la que tenemos. Con canas, con calvas o con tirabuzones, según corresponda. Pero que lo hagan.
Porque unos y otros están ahí voluntariamente aunque, por sus lamentos, casi hasta parezca lo contrario.