En el arte clásico de la política siempre se ha tenido en mucha consideración no dar por perdidas unas elecciones, incluso habiendo sido claramente derrotado. Esta vez eso será imposible para uno de los que las han perdido.
Los partidos, desde el principio de los tiempos, han sido hábiles maestros en lo de componer la figura, como los toreros de salón, dirigirse a su público y recibir a cambio algún aplauso. Majeza taurina se llama eso.
En la noche del 28 de abril, la ovación más atronadora ha sido para el PSOE de Pedro Sánchez, indiscutible ganador. Tan indiscutible que ya nadie lo discute en el seno de esas siglas, hasta hace poco tan disputadas por dos facciones irreconciliables. Pues ahí los tienen, reconciliados en la hora de la victoria, que es el mejor bálsamo para el mal de la desafección.
El entusiasmo de Pablo Bellido, echando pelillos a la mar desde hace meses, tendrá nuevos episodios cuando su compañero (que no amigo) José Luis Blanco, renueve la Alcaldía de Azuqueca de Henares en la noche del 26 de mayo. Es lo más probable a pesar de todas las luchas internas, intestinas y a navajazos que entre ellos se han vivido en los últimos tiempos.
Guadalajara se tiñe de rojo y eso tendrán que celebrarlo todos los que pagan la cuota del carnet más los últimamente arrejuntados, que no faltan. Sin acritú, que decía Felipe González. Así, Valerio podrá seguir a lo suyo, que mientras sea ministra será lo de todos, por la cuenta que nos trae, incluido el déficit de la Seguridad Social y las pensiones en trance de quebrarse. ¿Pero quién quiere acordarse de la economía cuando todavía no nos hemos estampado contra la próxima e inminente crisis?
Alegría franca, que nada tiene que ver con Franco, la que vivían en Ciudadanos en esa misma madrugada, al recuperar el escaño en el Congreso de la ahora desaparecida Orlena de Miguel. Nunca tantos kilómetros recorridos por Castilla-La Mancha fueron menos rentables para un político como en su caso. En cambio, a velocidad de tractor va como un tiro María Ángeles Rosado. Para que luego digan que los tuits no importan. Uno solo, bien viralizado, vale un escaño y da, quizá, para cuatro años en Madrid. Queda por ver si ella misma o alguien que la quiera caen en la cuenta de que ha resultado elegida por y para toda la provincia, no sólo la Guadalajara rural; más aún, que los dos tercios de sus votos, por lo menos, le han venido de las zonas urbanas, de las que apenas ha dicho nada en su campaña.
¿Y qué decir de Vox? Ellos ya lo han dicho todo, hasta gritando. Se erigieron en el receptáculo para el votante cabreado de derechas y, visto el resultado, han cabreado a muchos votantes de derecha que esperaban otro desenlace. Es lo que tiene apostar a todo o nada. El dinosaurio Sánchez sigue allí, como en el cuento de mi tocayo Monterroso. ¿Volverán a descomponer las opciones conservadoras en las municipales? Es muy probable.
Dicho todo lo cual, llegamos al PP, ese partido que en Azuqueca de Henares, sin ir más lejos, ha terminado por ser la quinta fuerza política, por detrás incluso de los de Santiago Abascal. En el conjunto de la provincia, pasar de un 54 por ciento del electorado en las citas de 2016 y de 2010 al rotundo batacazo de 2019, con un magro 20 por ciento, es para hacérselo mirar, tanto en Génova, 13 como en la sede de la calle Constitución.
Lo peor que le puede pasar a algo o a alguien es que se le perciba como prescindible, porque eso condena a la irrelevancia. En lo público, la irrelevancia es la antesala de la muerte, como bien sabe Beatriz Talegón, tan afanosa en conseguir que hablen de ella, aunque sea para insultarla.
El PP de Pablo Casado no atrae ni a los que fueron suyos. En estas últimas semanas, una amable lectora "de derechas" comentaba al arriba firmante que "con ese chico (por Casado) no puede ser y con esos candidatos, tampoco, porque son más antiguos que el hilo negro". Y quien lo reflexionaba con tanta claridad no es que sea joven, pues dejó atrás la menopausia hace muchos años, aunque parece que retiene la claridad de ideas y la agudeza de criterio desde su anonimato mejor, y con bastante más tino, que los lumbreras del partido de marras.
Al final siempre se llega al principio, que es lo que marcó para la posteridad Rafael Guerra "Guerrita" con su lapidaria frase: "Lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible". Empecinarse desde el desastre catalán en pedir actos heróicos al votante conservador sin refundar, cuando pudieron tras la moción de censura, el partido causante de la inacción, trae estas consecuencias.
España y su electorado sigue dividida en dos, con una diferencia de apenas 100.000 votos entre los dos bandos en la suma de todo el censo nacional. Derechas e izquierdas, como en tiempos del bisabuelo. Hoy, por ayer, lo más cómodo, lo menos complicado, lo más a favor de obra, es votar a quien te promete un futuro mejor con palabras más bellas: diálogo, solidaridad, justicia social…
Ha ganado, también, quien tenía el mensaje más claro: o yo o la ultraderecha frente a quienes sostenía la bandera (rojigualda y en los balcones) de un Apocalipsis patrio con origen en Cataluña. Visto desde el estómago o desde la conciencia de cada uno, desde la entrepierna o desde el bolsillo de cada cual, parece fácil de entender por qué la tortilla ha dado la vuelta.
Eso sí, seguiremos discutiendo si es mejor con cebolla o sin cebolla. Que se note, siempre, que somos españoles.