A las once de la mañana aún han sonado los toques que dan la hora desde hace más de un siglo desde lo alto de la fachada del Ayuntamiento de Guadalajara. Después de varios intentos y desde el mediodía, ya guarda silencio, como consecuencia de un panorama casi apocalíptico para una de las principales referencias de la ciudad. Se abren, además, meses de obras que pueden condicionar los usos del edificio y sus aledaños.
Los técnicos han alertado de que la torre se puede caer, por el alto grado de corrosión de su estructura, incluida su tant conocida corona metálica. Un informe ha desatado todas las alarmas, puesto que resalta el riesgo que entrañan incluso las vibraciones de las campanas para la estabilidad de la torre.
¿Una medida excesiva? Al menos, fundamentada en los folios de un documento que cabe calificar de demoledor… si se admite este peligroso juego de palabras, dada la complejidad de la situación y las soluciones que se abren a partir de ahora.
Riesgo de derrumbe de la torre
Los responsables municipales insisten en que «es una medida cautelar y obligada, para evitar que las vibraciones afecten a la estructura del campanario, que va a ser reformado y restaurado con carácter urgente tras confirmarse que la estructura de la torre está seriamente dañada, hasta el punto de que podría colapsar».
«Colapsar» es el anglicismo generalizado entre los arquitectos para lo que en castellano siempre ha sido un derrumbe. Tal cual.
«Tras confirmarse el grave deterioro de la torre y el campanario por su mala conservación, hasta el punto de presentar serios riesgos de seguridad, hemos actuado con urgencia y el Ayuntamiento de Guadalajara ya ha tramitado un contrato de emergencia, con una inversión de 159.424,13 euros, cuyas obras deben empezar antes de un mes y estar acabada en tres meses”, ha informado el concejal de Infraestructura, Santiago López Pomeda.
Entre medias, esa torre inestable tendría que presidir eventos tan relevantes para los vecinos de Guadalajara como el chupinazo del lunes de Ferias, en el próximo mes de septiembre, cuando la Plaza Mayor se llena de miles peñistas.
Por de pronto, como ha podido comprobar LA CRÓNICA, antes de las diez de la mañana un arquitecto del Ayuntamiento junto con otros técnicos se han encaramado hasta la azotea más próxima a la torre, para verificar exactamente por dónde debe empezar la reforma de su estructura.
El informe técnico apunta que «dada de la filtración de agua que se produce en la cubierta, así como la exposición al ambiente de la estructura metálica que corona la torre del campanario del Ayuntamiento y el estado de conservación del conjunto, se han producido patologías de calado». Esas deficiencias por la corrosión de los forjados de la torre hace que «podría colapsar dicha estructura, bien volcando o bien colapsando hacía abajo con apertura de muros del torreón», según cita textual del informe.
Entre las partes afectadas estaría incluso la estructura de acero que corona el campanario, el apoyo del forjado y su estructura metálica de vigas, la estructura de las escaleras y accesos de madera a la torre, las instalaciones eléctricas y la instalación de pararrayos.
Más adelante, en el mismo documento, los técnicos subrayan que «el conjunto del campanario supone un grave peligro tanto para la estabilidad estructural como para la utilización y mantenimiento de este y son necesarias obras de emergencia que eviten el grave peligro que corre su estado actual», según ha conformado el concejal López Pomeda.
Hay que desmochar la torre ya
Entre las obras previstas se está la demolición de la cobertura actual de la cubierta y las escaleras de acceso. También se desmontará todo el mecanismo del reloj, para luego reponerlo, «con el objeto de reforzar los forjados y vigas, restaurando toda la estructura metálica».
El concejal de Infraestructuras va más allá, pues señala que los técnicos ya han advertido de que «en caso de que la estructura metálica que corona el campanario esté en condiciones pésimas y no se pueda reforzar, se descalzará toda la estructura completa para ser bajada y trasladada a un taller».
Como medida cautelar, insistamos, los técnicos recomiendan que se desconecten los contactos que hacen repicar las campanas, para que las vibraciones no afecten a la estructura, “una medida que hemos implementado desde hoy mismo, pues la seguridad es lo primero, acallando las campanas, pero dejando que el reloj funcione hasta que se tenga que desmontar de la torre, a principios de agosto”, ha concluido López Pomeda.