Pasadas las nueve de la mañana de este martes ha dado comienzo en la Audiencia Provincial el juicio por el secuestro de un bebé el 2 de febrero de 2019. Se trata de dilucidar si hubo, más exactamente, un delito de «detención ilegal», que es la expresión jurídica con se contempla este delito en el Código Penal. Hay, además, agravantes como el de «simulación de autoridad pública», al hacerse pasar por una pediatra, y más aún al ser un menor de edad la víctima.
La acusada ha asumido los hechos, aunque a su manera. Lo ha reconocido dentro de una errática declaración, salpicada con alusiones a su largo historial psiquiátrico y su azarosa vida. Ha sido su letrado quien, en su nombre y en el de ella, ha pedido disculpas a la madre del bebé por lo ocurrido aquel día en el Hospital de Guadalajara.
La prolija declaración de la secuestradora confesa ha abundado en detalles de todo tipo, incluso escabrosos, de boca de esta mujer, al borde la cincuentena que ahora ejerce como economatera en la prisión de Meco, donde está desde hace año y medio.
Múltiples contradicciones, fabulaciones aparentes
A. ha reconocido que entró en el Hospital, pero no que llevara ninguna bolsa. Alega que no se acuerda, pero al tiempo sostiene que no llevaba bata de médico sino un abrigo blanco con capucha. Admite los hechos, pero asegura que la idea que tiene de lo ocurrido es solo por lo visto en vídeo: «Las únicas imágenes que tengo en mi cabeza es lo que he visto en los medios y en la televisión; no recuerdo ni a los padres, si los veo no los reconozco» ha llegado a declarar literalmente.
«Sé que salí con un niño en brazos, pero en mi cabeza no viene ese recuerdo» ha insistido A., antes de sostener que «sólo recuerdo desde que vino un policía a mi casa, estaba dando un biberón al bebé». Pocos después admite recordar verse con un niño en brazos al llegar a su casa y cuando fue a la farmacia. «Yo no pensé nada, ninguna persona sería capaz de hacer eso de forma consciente, aunque asumo las consecuencias y los hechos de lo que hice», ha planteado en otro momento.
Un embarazo improbable
A la Policía les dijo que el bebé era suyo cuando llamaron a su puerta un par de horas después. A los agentes que se desplazaron, afirma, los conocía del bar que había tenido en Los Manantiales. A la casa terminó llegando el comisario incluso, «que me dijo que era de Pamplona», según ha referido A. en un alarde de buena memoria. La alusión a la capital navarra no era casual, ya que es donde viven sus familiares más directos.
Dentro de la memoria selectiva propia de quien está acostumbrado a fabular, sí ha admitido esta mujer ante el tribunal que los agentes vieron que el bebé llevaba la pulsera identificativa del Hospital en el tobillo y que se lo entregó voluntariamente a una policía.
Los hechos con menos apariencia de veracidad son los relativos a su supuesto embarazo y parto en los meses previos a los hechos. Sostiene A. que se puso de parto ella sola en casa y que se fue por sus medios al Hospital de la Paz, en Madrid, en enero de 2019. Asegura que el seguimiento del embarazo se lo hicieron en el Hospital de Guadalajara. Pero ni en un centro hospitalario ni en el otro tienen historial alguno de ella como paciente. «Hay muchos informes que se han perdido y yo sí los he localizado y se los entregué ayer a mi abogado» ha planteado la acusada durante su declaración. Lo mismo asegura de unas supuestas fotos de ella desnuda y embarazada, aunque la fiscal niega tenerlas.
En noviembre de 2018 le habrían recetado antidepresivos, según ella por parte de su médico de familia en Cabanillas del Campo, aunque eso tampoco figura en el historial médico. Por entonces, aseguraba que estaba embarazada del niño que estaría en las fotos que llegó a mandar a sus amigos donde se veían las incubadoras de La Paz… aunque este martes ha reconocido en un momento dado que era mentira que hubiera dado a luz… apenas unos minutos antes de volver a dar una nueva versión: según esa historia alternativa, a las 14.21 del día de su detención en las Urgencias de los Manantiales el facultativo habría apreciado un apósito en su entrepierna, que le habrían cambiado, y que sería la prueba de un parto reciente. El mismo que antes había reconocido como inexistente.
Largo historial de problemas psiquiátricos
No es la primera vez que la acusada pasa una temporada en prisión, como parte de una vida atribulada. En Meco la ha visto por dos veces un psiquiatra. Quiere un tratamiento, pero que no la atiborren de pastillas. «Entrar en prisión esta vez me dado mucho tiempo para pensar, son ya 18 meses lo que llevo».
Esta cocinera de profesión ya fue asistida por psicólogos en Navarra cuando tenía 12 años. A partir de ahí se han sucedido los tratamientos, por los «muchísimos problemas a lo largo de mi vida». Se le ha llegado a diagnosticar un trastorno histérico de la personalidad, parte de una trayectoria personal y clínica muy complicada.
Vistas las circunstancias, una de las prioridades del abogado defensor ha sido intentar desbaratar la pretensión de la Fiscalía de elevar a 6.000 euros la compensación por daños morales al bebé y a los padres. Eso es lo que estaba detrás de buena parte del insistente interrogatorio a José Ignacio, el padre, por parte del letrado de la defensa. Él ha sido el primero en comparecer, justo antes de su esposa, muy afectada en el momento de recordar lo que les sucedió a ambos aquel día de febrero de 2019.
La Fiscalía pide para la acusada una pena de cinco años y nueve meses de prisión.
Por culpa del coronavirus, todos los asistentes han tenido que comparecer en la sala protegidos con mascarillas, mientras que los medios de comunicación han seguido las declaraciones mediante videoconferencia. A., la acusada, comprobó lo difícil que es enjugarse los ojos con un kleenex con la mascarilla puesta.