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21 noviembre 2024
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La Guadalajara vaciada sobrevive ahora también al confinamiento

En la provincia de Guadalajara, una de las que más sufre la dispersión demográfica, los regidores de varios de sus pueblos más pequeños nos han relatado el día a día en sus municipios. Varios de ellos, desde Madrid.

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Son un puñado de pueblos los elegidos para este reportaje, pero podrían ser muchos más, hasta caso los 200. Los que hablan son alcaldes, pero podrían ser cualquiera de sus escasos vecinos los que pusieran voz al hecho de pasar la pandemia aún más lejos del resto del mundo.

En la provincia de Guadalajara, una de las que más sufre la dispersión demográfica, los regidores de varios de sus pueblos más pequeños nos han relatado el día a día en sus municipios. Varios de ellos, desde Madrid.

El alcalde y su mujer son los únicos vecinos de Valtablado del Río, un municipio minúsculo del Alto Tajo, con siete habitantes censados, pero en el que viven «estupendamente y con cero contaminación» Mariano Alfaro, que es el alcalde, y su mujer.

La cuarentena les asusta lo justo porque en el pueblo apenas la perciben. «Casi no sabemos lo que es, lo llevamos bien», ha afirmado tras señalar que «es de cajón que no se puede salir» aunque ellos salen «a abrir o cerrar los animales, pero poco».

El frutero y el cartero ya no van con tanta frecuencia por el pueblo, pero quien sí se acerca «todas las semanas» es la Guardia Civil, apunta el alcalde del Valtablado, tras recordar que será una Semana Santa sin gente, teniendo en cuenta que otros años el pueblo se llenaba hasta ser «ciento y pico».

«Ahora no hay nadie y es normal que no vengan, porque no se puede», ha razonado su alcalde. «Tengo aviso de llamar al guardia si ahora viene alguien de fuera. No voy a permitir que lleguen un fin de semana y nos dejen lo que no tenemos», ha subrayado, a la par que ha apuntado que para que acabar con el virus «hay que cumplir».

«NO VENGAS A TORREMOCHUELA, CONSTANTINO. NO NOS TRAIGAS EL VIRUS»
El diminuto pueblo de Torremochuela, situado a diez kilómetros de Molina de Aragón, está todavía más desangelado de lo habitual a excepción de una mayor presencia de la Guardia Civil. Tiene tres habitantes viviendo a lo largo del año y uno de ellos es su alcalde, Constantino Martínez, a quien en esta ocasión el confinamiento ha pillado en Madrid, sin que por el momento pueda regresar a su tierra.

Tal y como ha indicado, los propios amigos de pueblos cercanos de la comarca ya le han advertido de que se quede donde está y que no vuelva de momento porque no quieren que les lleve el virus. «No vengas, no nos fastidies Constantino, no vaya a ser que nos traigas el virus este», le ha pedido, concretamente, el pastor de Prados, municipio pegado al suyo.

Le mantienen informado y le han asegurado que las cosas van bien y que la Guardia Civil va en ocasiones por la zona hasta tres veces al día, cuando antes apenas se la veía.

Por lo que respecta al día a día en Torremochuela, ha afirmado que no hay novedades reseñables. La única que destacaría Constantino por su importancia es que «por el momento ninguno tiene el coronavirus», y tiene confianza en que su pueblo se mantenga a raya y que los que van a veranear en esta época, se abstengan.

Como muchos otros pueblos pequeños del entorno, a partir de estas fechas, los fines de semana se suele llenar de hijos y parientes de los nacidos en el municipio que se han hecho casa para pasar temporadas.

EL ALCALDE DE CASTILNUEVO Y SU MUJER, SOLOS Y «SIN SOBRESALTOS»
Castilnuevo es otro pequeño municipio situado en el Señorío de Molina, dentro del Camino del Cid, en el que solo viven de continuo el alcalde, Francisco Oter, y su mujer Marina. Su hijo es taxidermista y tiene su trabajo en el pueblo pero ahora, debido al confinamiento, no va.

Francisco y Marina disfrutan tranquilos y sin sobresaltos de su pueblo y la cuarentena no les ha cambiado demasiado la vida en él porque, entre otras cosas, es difícil contagiarse en Castilnuevo, porque no hay vecinos. «Estamos acostumbrados a no ver gente y lo llevamos bien», ha afirmado Marina.

Quien sí pasa con mayor frecuencia también es la Guardia Civil, «hasta dos veces al día en ocasiones», ha dicho Marina, quien cree que se puede deber a que el trayecto de cinco kilómetros que hay entre su pueblo y Molina suele ser frecuentando muy a menudo para pasear o para circular con el coche.

Pero ni Francisco ni Marina incumplen el confinamiento. No tienen bar ni tiendas en el pueblo ni tampoco salen a pasear, con la salvedad de que tenga que hacer alguna labor agraria o a tirar la basura.

También cada Semana Santa esperan la llegada de veraneantes a las casas que han arreglado, pero este año «no ha llegado nadie». «Tampoco hay coches ni gente de paseo por la carretera», ha manifestado la esposa del regidor.

ALCOLEA DE LAS PEÑAS
En la comarca de la Sierra Norte se encuentra el municipio de Alcolea de las Peñas. Aunque de continuo viven ocho personas como mucho, la llegada durante el fin de semana previo al estado de alerta por la crisis sanitaria atrajo algunos vecinos que solo van en fiestas y verano, hasta duplicar su población.

Sin embargo, su alcalde, Jaime García, ha constatado que «no sale nadie porque la Guardia Civil da vueltas constantemente y no deja ni pasear».

García solo va en fines de semana al pueblo porque trabaja en Madrid, y aunque está también confinado, tiene constancia de que hasta el momento sus vecinos «llevan bien el confinamiento y no ha enfermado nadie», pero los más mayores «sí le dan más vueltas a la cabeza», ha remarcado.

Para este regidor la pérdida de vidas, bien sea por este virus o por cualquier otra razón, tiene una especial repercusión en pueblos como el suyo. Por un lado, por lo que supone la propia pérdida de un familiar, amigo o vecino, pero también porque «arrastran hijos, nietos o padres» al pueblo que es posible que ya no vuelvan, ha señalado tras tener un recuerdo especial para varias personas vinculadas a Alcolea a las que este virus se ha llevado ya.

«Es una pena porque el fallecimiento de una persona en un municipio pequeño como este representa una pérdida añadida, el que toda la familia ya no vuelva al municipio. Eso es otra tragedia que se une al propio virus», ha puntualizado.

Normalmente, para Semana Santa en Alcolea de las Peñas suele abrir el bar. Sin embargo, esta crisis sanitaria lo impide este año. Tan solo se acerca el panadero. Para hacer la compra se tienen que desplazar a Sigüenza o Atienza. Pero si bien en otros pequeños pueblos no hay apenas juventud, este es una excepción: hay hasta alguna joven familia numerosa.

PREOCUPACIÓN EN CHEQUILLA
Laura Latorre es la alcaldesa de Chequilla, otro minúsculo municipio de la comarca de Molina de Aragón donde residen ocho personas de las dieciséis que hay censadas. Aquí, según su regidora, «la gente más mayor está más preocupada», sobre todo porque hay quien tiene alguna dolencia y «han escuchado cosas como que deben tener más cuidado».

«Tocaremos madera pero de la gente del pueblo está bien», ha reseñado Latorre tras recordar que hace apenas unos días ha estado la Diputación en el municipio realizado labores de desinfección.

Laura trabaja en Madrid y aunque iba al pueblo en fines de semana, ahora el confinamiento se lo impide. No obstante, ha asegurado que la cuarentena no ha cambiado «apenas nada» la vida en el pueblo.

«Es casi como cualquier día de invierno», con la excepción de que el bar está cerrado y que la Benemérita es prácticamente la única visita que tienen en su día a día, ha subrayado.

Alguno de sus vecinos tienen animales y salen a echarles de comer o a mirar el pequeño huerto que cultivan pero «nadie sale a pasear», ha declarado a la par que ha dejado entrever la oportunidad que supone el que «al menos, puedan salir a la puerta de la casa a que te dé el sol y el aire».