28 placas de mármol, 28, son las que hasta el momento se han precipitado contra el suelo en el memorial levantado hace pocos meses en el Cementerio de Guadalajara como recordatorio de los cientos que fueron asesinados a pocos metros de allí durante los primeros años de represión franquista, tras la Guerra Civil.
No es la consecuencia de la actuación de ningún vándalo, a diferencia de lo que denunció en primicia LA CRÓNICA en noviembre pasado, sino el fruto de la impericia de los albañiles que procedieron a colocar las baldosas, todas ellas del mismo tamaño y con nombres grabados en su anverso. Se dispusieron, mal, sobre el largo el muro levantado para la ocasión. Hasta 976 víctimas deberían figurar ahí, con su nombre y apellidos, como en el día de la inauguración, en noviembre de 2021.
El aspecto del monumento es, a día de hoy, lamentable. Desde el Ayuntamiento, promotor y pagano de la obra, se espera que la empresa responsable tarde pocas semanas en reparar los daños que se han causado y en prevenir otros nuevos. Por ahora, la única actuación municipal visible ha sido la de limitar el entorno con una cinta de la Policía Local.
Desde hace algunas fechas, el malestar por esta situación ha ido creciendo. Este mismo lunes, el PCE de Guadalajara mostraba «su indignación y profundo descontento» por «el lamentable estado» del Memorial de Guadalajara.
Pocos meses ha durado
A las cuatro de la tarde del 5 de noviembre de 2021 citó el Ayuntamiento para el acto oficial de inauguración del Memorial. «Hoy saldamos una deuda histórica y no lo hacemos desde el rencor, sino desde el respeto a quienes fueron asesinados durante la dictadura franquista», aseguró Alberto Rojo, actual alcalde de Guadalajara, en su intervención. «Hoy es un día para el recuerdo y la reparación; un día para acabar con una deuda histórica con las víctimas de la dictadura franquista en nuestra ciudad, en el conjunto de la provincia, y como este gesto es universal, en el conjunto del país».
El Memorial se encuentra al final del cuarto patio, en lo que eran los límites del cementerio histórico. Consiste en un muro de 40 metros de largo por 2,5 de ancho con los nombres y apellidos de las 976 personas que la historiografía reconoce dentro de los represaliados por la dictadura, en los primeros años después de la guerra.
Más allá, el paredón
Muchos de los aquí recordados cayeron bajo el pelotón de fusilamiento en el otro lateral del cementerio, en lo que fue «cementerio civil» durante siglo y medio. Allí, los acribillaron de un lado y otro de la pared; a los ajusticiados en el exterior los pasaban por un pequeño portillo, para arrojarlos a la fosa. Aún queda alguna por exhumar, a pesar de los trabajos realizados en estos años, alguno con notoria repercusión incluso internacional.